Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

mi lugar, tendríais que empezar de cero. Pero no os preocupéis –añadió- porque eso
no va a ocurrir. Vosotros a lo vuestro, que de mi partido me encargo yo.
Los empresarios celebraron con murmullos de aprobación las palabras de Diego
Castillo, pero el primero que había intervenido habló de nuevo:
-Entonces, presidente, ¿nos garantizas que tu partido no quiere nombrar a otro
candidato?
-Mi partido es muy grande –respondió Diego con evidente tono de mal humor- puede
que haya alguien pensando en jubilarme pero, ¿tú me ves tomando el sol como
jubilado?
Todos los empresarios, excepto el que había hablado, rieron la ocurrencia del
presidente. Pero el hombre de pelo canoso insistió:
-Ya, pero es que a mí me han dicho que hay un abogado, Raimundo Carbajal, que
será nombrado candidato por la dirección nacional de tu partido...
-Si te han dicho eso te han engañado –le cortó Diego Castillo, visiblemente enfadado-
Ese joven es una persona muy eficiente, que seguramente formará parte de mi nuevo
Gobierno cuando yo –dijo recalcando la última palabra- vuelva a ganar las próximas
elecciones. Y, naturalmente, espero contar contigo para que eso ocurra. Y ahora,
señores –añadió cortante- hablemos de otra cosa. De los proyectos que tenéis en
marcha para que este territorio siga creando cada vez más riqueza y trabajo para
todos.
-Yo propongo un brindis –dijo otro empresario mientras se ponía de pie y levantaba su
copa de vino- porque Diego Castillo gane las elecciones. Porque si él gana, nosotros
también ganamos.
Las palabras fueron acogidas con risas, y todos los comensales se pusieron en pie,
haciendo chocar sus copas. Tras el brindis, el almuerzo continuó en un ambiente de
cordialidad y comentarios intrascendentes. La reunión terminó bajo una nube de humo,
procedente de los puros que fumaban los empresarios, mientras apuraban su whisky
con hielo.