Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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talón que le entregaba Guillermo Maestre, tras la visita semanal a Diego Castillo. Ella<br />
había querido zafarse <strong>de</strong> esas consultas. No le gustaba la evolución que estaban<br />
siguiendo los acontecimientos. No le gustaba la <strong>de</strong>pen<strong>de</strong>ncia que el político tenía <strong>de</strong><br />
sus predicciones esotéricas. Y tampoco le gustaba lo que veía a través <strong>de</strong> los ojos <strong>de</strong><br />
Diego Castillo. Y menos aún, tras la gestión que éste le había encargado con relación<br />
a un rival político, que amenazaba con quitarle el puesto. Al principio se negó,<br />
alegando que ella ya no tenía po<strong>de</strong>r suficiente para llevar a cabo lo que le pedía. Fue<br />
entonces cuando Diego Castillo le exigió que buscase a alguien que pudiera hacerlo. Y<br />
para ello, amenazó a Enriqueta con <strong>de</strong>scubrir ciertos sucesos <strong>de</strong> su pasado, cuando<br />
ella vivía en Cuba, que provocaron su huída <strong>de</strong> La Habana, y su emigración a España.<br />
Aquel conflicto era algo tan lejano en el tiempo, que Enriqueta nunca pensó que Diego<br />
Castillo lo <strong>de</strong>scubriría. Y mucho menos que lo emplearía en su contra. Ella sabía que<br />
el político la había investigado, como hacía con todo el mundo, incluso con sus<br />
familiares más allegados. Pero jamás se le pasó por la imaginación que las prácticas<br />
<strong>de</strong> magia negra que ejerció durante su juventud, pudieran perseguirla durante tanto<br />
tiempo. Aunque, en realidad, no <strong>de</strong>bía extrañarse, puesto que sabía <strong>de</strong> sobra que en<br />
el universo nada se pier<strong>de</strong>. Y que el mal que uno hace, siempre vuelve hacia quien lo<br />
ha originado. También sabía que ahora no podía escapar al papel que le había tocado<br />
jugar en la trama urdida por Diego Castillo. Intentó persuadirle, pero fue inútil. Aquel<br />
hombre estaba lleno <strong>de</strong> arrogancia y sediento <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r, como lo estuvo ella misma en<br />
su juventud, y se mostraba dispuesto a lo que fuera para que nadie le arrebatase lo<br />
que él creía que le pertenecía por <strong>de</strong>recho propio. Por eso terminó accediendo a sus<br />
pretensiones y se puso en contacto con un santero cubano, que ya tenía experiencia<br />
en ese tipo <strong>de</strong> encargos, y que estuvo dispuesto a cumplir los requerimientos <strong>de</strong> Diego<br />
Castillo, a cambio <strong>de</strong> una importante cantidad <strong>de</strong> dinero.<br />
La entrada <strong>de</strong>l político en la estancia puso fin a los pensamientos <strong>de</strong> Enriqueta.<br />
Diego la saludó con su fingida afectividad <strong>de</strong> siempre, y ambos se sentaron en una<br />
pequeña mesa camilla que había en la habitación, junto a una ventana. De un viejo