Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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Capítulo V<br />
Enriqueta Beltrán aguardaba pacientemente la llegada <strong>de</strong> Diego Castillo. La<br />
estancia don<strong>de</strong> lo hacía le resultaba totalmente familiar. Eran ya muchos los años que<br />
llevaba acudiendo puntualmente a la cita semanal con el político. Al principio <strong>de</strong> su<br />
relación, era él quien visitaba esporádicamente la casa <strong>de</strong> la vi<strong>de</strong>nte. Pero con el<br />
tiempo, Diego se fue aficionando cada vez más a consultar con ella sobre <strong>de</strong>cisiones<br />
políticas trascen<strong>de</strong>ntes que <strong>de</strong>bía tomar. Y en los últimos años, ese asesoramiento se<br />
había hecho extensible a toda clase <strong>de</strong> cuestiones cotidianas, que afectaban no sólo a<br />
su vida política, sino también a su vida personal. Enriqueta Beltrán le había vaticinado<br />
todas y cada <strong>de</strong> sus victorias electorales, y también le había aconsejado sobre los<br />
pasos que <strong>de</strong>bía seguir para vencer a sus rivales políticos, llegando a realizar algunos<br />
conjuros contra ellos. Siempre en el más absoluto <strong>de</strong> los secretos, pues no resultaba<br />
conveniente que alguien se enterara <strong>de</strong> que Diego Castillo <strong>de</strong>pendía tanto <strong>de</strong> los<br />
consejos <strong>de</strong> una vieja bruja como ella, cuyo mundo chocaba frontalmente con los<br />
ambientes <strong>de</strong> supuesta racionalidad en los que se <strong>de</strong>senvolvía el político. Sin<br />
embargo, últimamente Enriqueta estaba preocupada por Diego. No se podía <strong>de</strong>cir que<br />
éste estuviera en su mejor momento. Su buena estrella empezaba a <strong>de</strong>clinar, pero el<br />
político no quería aceptarlo <strong>de</strong> ninguna manera. Hasta se negaba a oír las<br />
predicciones <strong>de</strong> la vi<strong>de</strong>nte cuando el Tarot le prevenía sobre futuros fracasos políticos,<br />
o le auguraba negras expectativas personales. ¿Pero qué podía hacer? Ella ya estaba<br />
vieja. Sabía que no le quedaba mucha vida. Hacía ya tiempo que no ejercía sus<br />
po<strong>de</strong>res con nadie. Ya no pasaba consulta en su casa y, prácticamente, vivía sólo <strong>de</strong>l