Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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vigilar en alguna ocasión, sin que Paloma lo supiera, y guardase en una caja fuerte<br />
algunas fotos y cartas comprometedoras para ella. Evi<strong>de</strong>ntemente, sólo por si alguna<br />
vez su mujer perdía la cabeza y pretendía <strong>de</strong>jarle plantado para irse con alguno <strong>de</strong> los<br />
jovencitos con los que solía intimar. Aunque hasta el momento nada tenía que temer<br />
sobre el comportamiento discreto y el buen juicio <strong>de</strong> su mujer, siempre era bueno tener<br />
un as en la manga, por lo que pudiera pasar.<br />
Los pensamientos <strong>de</strong> Diego fueron interrumpidos por el sonido <strong>de</strong>l teléfono. Era<br />
Paloma, para recordarle que no olvidase la sesión <strong>de</strong> fotos que tenían por la tar<strong>de</strong>, con<br />
esa revista <strong>de</strong>l corazón, <strong>de</strong> tirada nacional, que hacía reportajes a los políticos más<br />
relevantes <strong>de</strong>l país en sus domicilios particulares. Diego se molestó con su mujer. De<br />
sobra sabía Paloma que esa entrevista estaba incluida en la agenda <strong>de</strong>l día, y que a él<br />
no se le olvidaban esas cosas. Tras la breve conversación que mantuvieron, colgó el<br />
teléfono, un poco malhumorado, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> dar unas instrucciones al personal <strong>de</strong><br />
su secretaría, se encaminó hacia el salón privado para asistir a la cita semanal. Así es<br />
como se <strong>de</strong>nominaba en su entorno, a la consulta que todas las semanas mantenía<br />
Diego con su vi<strong>de</strong>nte particular. Mientras se celebraba, todo el mundo en el Palacio<br />
sabía que esa cita, que <strong>de</strong>bía mantenerse en secreto, era sagrada para él, y que no<br />
podía ser interrumpido bajo ningún concepto. Aunque Diego era católico creyente y<br />
practicante, toda su vida política y personal había estado marcada por las<br />
orientaciones recibidas en esa cita semanal. Y en esos momentos, más que nunca,<br />
necesitaba el apoyo <strong>de</strong> todas las fuerzas disponibles para llevar a cabo sus propósitos,<br />
y no ser <strong>de</strong>splazado <strong>de</strong>l lugar que le correspondía por méritos propios.