Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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Para él las i<strong>de</strong>ologías pertenecían al pasado. El sólo veía a personas con ambición<br />
política. Lo <strong>de</strong>más era un cuento.<br />
Con sólo diez minutos <strong>de</strong> retraso sobre el horario previsto, Mauricio aparcó el<br />
coche oficial ante la se<strong>de</strong> <strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong>l Territorio. Ya en las escaleras, y antes <strong>de</strong><br />
que Diego subiera a su <strong>de</strong>spacho, situado en la primera planta <strong>de</strong>l edificio, Guillermo<br />
Maestre, su máximo colaborador y hombre <strong>de</strong> confianza, le estaba esperando.<br />
-La cita semanal está en la antesala <strong>de</strong>l <strong>de</strong>spacho. ¿La recibes allí o la hago pasar al<br />
salón privado? –le preguntó mientras corría tras Diego escaleras arriba-<br />
-Pásala al salón privado y prepárame un informe con las subvenciones que nos hayan<br />
pedido todos los empresarios con los que voy a comer. Que figuren las cantida<strong>de</strong>s que<br />
ya les hemos dado, y las que aún tienen pendientes.<br />
-Otra cosa –añadió Guillermo mientras seguía a la carrera a su jefe por los pasillos <strong>de</strong>l<br />
Palacio- ha llamado Paloma. Dice que la llames, que es urgente.<br />
-Bien, pues pásame con ella ¿Y los periódicos?<br />
-Los tienes sobre la mesa –concluyó su secretario antes <strong>de</strong> volver sobre sus pasos<br />
para conducir a la visita semanal al salón privado.<br />
Mientras entraba en el <strong>de</strong>spacho oficial y se quitaba la chaqueta, Diego pensó qué<br />
tripa se le habría roto a su mujer para reclamarle con tanta urgencia. De sobra sabía<br />
Paloma lo que le molestaba que le llamase al <strong>de</strong>spacho. Si quería algo, podía<br />
habérselo dicho esa mañana antes <strong>de</strong> salir a la calle. Hacía ya varios años que el<br />
matrimonio dormía en habitaciones separadas. Concretamente, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> que sus dos<br />
hijas, María y Marta, se habían ido a estudiar a un colegio en Suiza. Su matrimonio<br />
como tal había terminado mucho antes, pero por las chicas, y por el puesto que<br />
ocupaba Diego, habían <strong>de</strong>cidido disimular. No parecía muy acertado <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>r la<br />
cohesión <strong>de</strong> la familia, y luego estar cada uno por su lado. Así que fingieron continuar<br />
con su vida marital, hasta que sus hijas se marcharon a estudiar al extranjero.<br />
Después <strong>de</strong> ese momento se instalaron en habitaciones separadas, aunque acordaron<br />
seguir manteniendo las apariencias <strong>de</strong> cara a la galería. Así, a todos los efectos,