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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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Las palabras <strong>de</strong> la joven <strong>de</strong>sconcertaron a Raimundo, que a<strong>de</strong>más estaba un poco<br />

molesto por la interrupción<br />

-Yo no diría eso –respondió- el po<strong>de</strong>r sirve para que las cosas se hagan a tu modo.<br />

Para cambiarlas y, en <strong>de</strong>finitiva, para mejorarlas<br />

-¿Y si en lugar <strong>de</strong> mejorarlas las empeoras? –insistió ella-<br />

-No, eso no es posible. No en una <strong>de</strong>mocracia, si los políticos gobiernan mal, cuando<br />

llegan las elecciones los ciudadanos los echan y ponen a otros en su lugar.<br />

-En Cuba no hay elecciones... -dijo Teresa-<br />

-Porque no es una <strong>de</strong>mocracia, sino una dictadura –la interrumpió Raimundo-<br />

-Si, eso <strong>de</strong>cía mi abuela. Pero también <strong>de</strong>cía que en los países <strong>de</strong>mocráticos no<br />

estaban mejor, porque el po<strong>de</strong>r es igual en todas partes, sólo quiere controlar, y eso<br />

está reñido con la libertad <strong>de</strong> las personas.<br />

Raimundo pensó que aquella joven tenía unos planteamientos bastante ingenuos. Sin<br />

embargo, cuanto más hablaba con ella más le gustaba. Con sus amigas habituales la<br />

conversación no habría durado tanto. Entre otras cosas porque ninguna <strong>de</strong> ellas se<br />

habría atrevido a poner en duda su punto <strong>de</strong> vista. Y <strong>de</strong>s<strong>de</strong> luego, a ninguna se le<br />

hubiera ocurrido ponerse a pensar si el po<strong>de</strong>r está reñido o no con el ejercicio <strong>de</strong> la<br />

libertad personal. Sus amigas iban buscando, precisamente, hombres po<strong>de</strong>rosos.<br />

El viaje proseguía y quedaba ya muy poco para llegar a la Gran Ciudad.<br />

Raimundo se interesó por saber cuánto tiempo iba a quedarse Teresa allí. Aunque le<br />

costaba trabajo confesárselo, había pasado un buen rato hablando con aquella<br />

extraña chica, y tal vez le gustaría volver a verla. Pero Teresa no tenía las i<strong>de</strong>as muy<br />

claras.<br />

-La verdad es que no sé qué hacer. Mi abuela me enseñó a vivir al día, sin hacer<br />

planes para el futuro. Ni siquiera para el futuro más inmediato. Cuando venía en el<br />

avión <strong>de</strong>s<strong>de</strong> La Habana hasta la Gran Ciudad, tuve la sensación <strong>de</strong> que <strong>de</strong>jaba Cuba<br />

para mucho tiempo. Ya no tengo a nadie allí. Vendí la casa en la que vivía con mi<br />

abuela, porque una vez que ella ya no estaba, yo no me veía viviendo allí. A<strong>de</strong>más, mi

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