Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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el autobús que <strong>de</strong>bía coger, así como los minutos que quedaban para su salida. Al<br />
oírla, Teresa se guardó el periódico en la pequeña mochila que llevaba colgada y, con<br />
el resto <strong>de</strong> su equipaje se fue hacia el autobús, resignada a sufrir varias horas <strong>de</strong> viaje.<br />
Cuando el vehículo se puso en marcha, ella pensó en la cantidad <strong>de</strong> cosas que le<br />
había tocado vivir en las últimas semanas, y en el impacto que éstas habían tenido en<br />
su vida. Mientras miraba absorta el paisaje otoñal que <strong>de</strong>sfilaba ante sus ojos, a través<br />
<strong>de</strong> la ventanilla junto a su asiento, pensó en la agonía y en la muerte <strong>de</strong> su abuela, en<br />
su sentimiento <strong>de</strong> orfandad, y en cómo la anciana le había hecho prometer, antes <strong>de</strong><br />
morir, que viajaría a España para llevar una carta a “El Brujo”. Pensó en la repentina<br />
muerte <strong>de</strong>l curan<strong>de</strong>ro, y en que ésta se había producido sólo unos días <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l<br />
fallecimiento <strong>de</strong> su abuela. Como si ambos se hubieran puesto <strong>de</strong> acuerdo para venir<br />
al mundo el mismo día, y abandonarlo también por las mismas fechas. Como si <strong>de</strong><br />
almas gemelas se tratasen. Hasta ese momento, Teresa no había caído en la cuenta<br />
<strong>de</strong> que Tomás Carbajal y su abuela habían muerto casi a la vez. Como si un hilo<br />
invisible hubiera mantenido siempre sus vidas en contacto, a expensas la una <strong>de</strong> la<br />
otra, a pesar <strong>de</strong> que cada uno había tenido que cumplir con un <strong>de</strong>stino diferente.<br />
Un poco amodorrada por el vaivén <strong>de</strong>l autobús, Teresa revivió la conversación<br />
que tuviera con su abuela y maestra, sobre el cumplimiento <strong>de</strong>l propio <strong>de</strong>stino, y se<br />
preguntó cuál sería el suyo. Suspiró profundamente, y un sentimiento mezclado, <strong>de</strong><br />
inquietud y certidumbre, se instaló en su ánimo. Por una parte, y <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> todo lo<br />
que había pasado, volvía a sentirse <strong>de</strong>samparada sin saber qué camino iba a tomar<br />
cuando volviera a tierras gallegas. Pero por otra, estaba convencida <strong>de</strong> que la puerta<br />
que le abriría el sen<strong>de</strong>ro hacia su futuro, se encontraba en Lameiros. Algo en su<br />
interior le <strong>de</strong>cía que toda la rocambolesca historia que acababa <strong>de</strong> vivir, <strong>de</strong>s<strong>de</strong> la carta<br />
para Tomás Carbajal, hasta la protección que había tenido que prestar a Raimundo,<br />
no eran más que pequeñas piezas <strong>de</strong> un gran rompecabezas, cuya magnitud se le<br />
escapaba en esos momentos. Meditando sobre ello, Teresa tuvo la fuerte intuición <strong>de</strong><br />
que todas esas circunstancias sólo habían sido puestas en su camino, para obligarla a