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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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muchos <strong>de</strong> los políticos que habían asistido al sepelio, se colocaban lo más cerca<br />

posible <strong>de</strong>l ataúd para po<strong>de</strong>r salir en las fotos o verse en la pantalla <strong>de</strong> su televisor<br />

cuando pasasen las imágenes. Él, sin embargo, no lo hizo. Por el contrario, asumió un<br />

discreto segundo plano, siguiendo la recomendación <strong>de</strong> Jaime Espinosa. Sólo los<br />

máximos dirigentes <strong>de</strong>l Partido sabían que esa misma tar<strong>de</strong>, Raimundo iba a ser<br />

<strong>de</strong>signado como candidato a la presi<strong>de</strong>ncia <strong>de</strong>l Territorio. Nada se había filtrado a la<br />

prensa, puesto que lo convenido era que el propio Diego Castillo hiciera público ese<br />

anuncio, junto a su renuncia, durante la Convención <strong>de</strong> esa misma tar<strong>de</strong>. Pero ahora,<br />

la muerte <strong>de</strong> Diego había provocado que fuera el propio Espinosa el que tomase las<br />

riendas <strong>de</strong> la situación, y el que, sólo unas horas <strong>de</strong>spués <strong>de</strong>l entierro <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte,<br />

diera la alternativa política a Raimundo. Y en esos momentos, mientras el joven veía<br />

cómo introducían el ataúd en el coche fúnebre, para trasladar el cuerpo <strong>de</strong> Diego<br />

Castillo al cementerio, la seguridad <strong>de</strong> que todas esas cámaras le enfocarían a él esa<br />

misma tar<strong>de</strong>, hizo que un cosquilleo se instalara en la boca <strong>de</strong> su estómago, y que se<br />

sintiera alguien muy importante.<br />

Cuando Teresa entró al Palacio <strong>de</strong> Congresos y Exposiciones, el recinto se<br />

hallaba abarrotado <strong>de</strong> gente, y la Convención ya había comenzado. En el gran<br />

escenario ro<strong>de</strong>ado <strong>de</strong> espejos estaba terminando <strong>de</strong> hablar alguien <strong>de</strong>sconocido para<br />

ella, que elogiaba la figura <strong>de</strong> Diego Castillo. Antes <strong>de</strong> que aquel hombre finalizara su<br />

intervención, se levantó un murmullo proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong> la zona don<strong>de</strong> se situaba una <strong>de</strong><br />

las puertas <strong>de</strong> entrada. Murmullo que fue transformándose en una cerrada ovación <strong>de</strong><br />

todos los asistentes puestos en pie. Enseguida comprobó Teresa que había sido la<br />

llegada <strong>de</strong> la viuda y las hijas <strong>de</strong>l político fallecido, la que había motivado aquella<br />

repentina explosión <strong>de</strong> aplausos. Cuando las tres mujeres se instalaron en el sitio que<br />

tenían asignado, el hombre que hablaba en el escenario dio por finalizado su discurso,<br />

y cedió la palabra al secretario general, que subió al escenario acompañado <strong>de</strong> otra

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