Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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Capítulo XIX<br />
Sentado en un banco <strong>de</strong> la Catedral Raimundo Carbajal aguardaba pensativo a<br />
que se iniciase la misa <strong>de</strong> corpore in sepulto <strong>de</strong> Diego Castillo. La iglesia estaba llena<br />
<strong>de</strong> gente. Hasta la Gran Ciudad se habían <strong>de</strong>splazado dirigentes <strong>de</strong>l Partido <strong>de</strong> toda<br />
España, y también se encontraban allí dos ministros <strong>de</strong>l Gobierno Central. Todo el<br />
mundo estaba conmocionado por la repentina muerte <strong>de</strong>l presi<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l Territorio, y<br />
comentaban la fatídica casualidad <strong>de</strong> que el fallecimiento se hubiera producido un día<br />
antes <strong>de</strong> la Convención, en la que el político celebraría sus 25 años al frente <strong>de</strong>l<br />
Gobierno <strong>de</strong>l Territorio. Mientras esperaba el inicio <strong>de</strong> la ceremonia religiosa, a<br />
Raimundo no se le iba <strong>de</strong> la cabeza la conversación que había tenido la noche anterior<br />
con Teresa. Buena parte <strong>de</strong> la madrugada la había pasado, junto con Jaime Espinosa<br />
y otros dirigentes <strong>de</strong>l Partido, en el Palacio don<strong>de</strong> se instaló la capilla ardiente <strong>de</strong><br />
Diego. Y este fue el motivo por el que tuvo que suspen<strong>de</strong>r la cita con Teresa, prevista<br />
para esa noche. Cuando la llamó por teléfono para contarle la inesperada muerte <strong>de</strong><br />
Diego Castillo, la joven tuvo una reacción insólita al afirmar: “No me extraña, era<br />
previsible”. Una frase que luego no fue capaz <strong>de</strong> explicar, a pesar <strong>de</strong> que él le<br />
preguntara reiteradamente por qué era previsible que Diego muriera. Recapitulando<br />
ahora sobre esa conversación, Raimundo se dio cuenta <strong>de</strong> que había sido un tanto<br />
insólita. La joven con la que habló no parecía la misma Teresa que él había conocido,<br />
y con la que había intimado en los días anteriores. La <strong>de</strong> la noche anterior se mostraba<br />
distante, como absorta en su propio mundo, y totalmente ajena a sus sentimientos y a<br />
lo que él le estaba contando. A Raimundo le pareció que ni siquiera le estaba<br />
escuchando y, cuando terminó <strong>de</strong> contarle todo lo relativo a la muerte <strong>de</strong> Diego