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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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más lo pensaba, más satisfecha se encontraba <strong>de</strong> la reacción que había tenido, al<br />

negarlo todo.<br />

Mirando el cadáver <strong>de</strong> su marido, que se encontraba expuesto en el ataúd,<br />

surgió en su interior una especie <strong>de</strong> lástima hacia él, y pensó en lo poco que se<br />

parecía el Diego <strong>de</strong> sus últimos años, al joven i<strong>de</strong>alista y dinámico con el que se casó.<br />

Con este sentimiento interno, Paloma pudo llorar al fin. No lo pudo hacer cuando le<br />

dijeron que su marido había muerto, y tampoco cuando vio su cuerpo tirado en la<br />

calle. Pero en esos momentos experimentó una gran liberación, mientras las lágrimas<br />

brotaban en abundancia <strong>de</strong> sus ojos. Lo que provocó su llanto era una mezcla <strong>de</strong><br />

tristeza y <strong>de</strong> dolor. Pero no por la muerte <strong>de</strong> Diego, sino por su vida. Por la vida<br />

miserable y arrogante que había llevado, intentando siempre imponer su voluntad a la<br />

<strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, sin reparar en los métodos. Paloma lloró con <strong>de</strong>sconsuelo, ante las<br />

miradas comprensivas <strong>de</strong> la gente que la ro<strong>de</strong>aban. Sus hijas acudieron a consolarla<br />

y, abrazada a ellas, abandonó el salón don<strong>de</strong> se encontraba el féretro. Cuando las tres<br />

se encontraron a solas en otra habitación, Paloma, ya más tranquila, les dijo:<br />

- No <strong>de</strong>bes <strong>de</strong>cir a nadie, absolutamente a nadie, lo <strong>de</strong> tu embarazo. ¿Lo has<br />

entendido, María? –afirmó mirándola fijamente, mientras la cogía por los hombros- Y<br />

tú Marta tampoco.<br />

Ambas asintieron con la cabeza. Tras un breve silencio, María preguntó:<br />

- ¿Y qué vamos a hacer ahora?<br />

- Lo que teníamos pensado –respondió su madre con aplomo- Vas a abortar, y yo<br />

estaré a tu lado.<br />

- Pero papá... -empezó a <strong>de</strong>cir María sollozando-<br />

- Papá está muerto –la interrumpió Paloma apretándola contra su pecho- y ya nunca<br />

más podrá <strong>de</strong>cirnos lo que tenemos que hacer. No os preocupéis, todo va a ir bien –<br />

añadió con serenidad, abrazando también a su hija pequeña-

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