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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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creyó que estaba embarazada. Eso es todo –concluyó Paloma dando por finalizada la<br />

conversación-<br />

- ¡Ah! Pues me alegro mucho, hija –atinó a <strong>de</strong>cir Esteban Fraile, sin dar mucho crédito<br />

a lo que oía- Mejor así, mejor así. Ya ves que Dios aprieta pero no ahoga. Lástima que<br />

Diego no haya podido escuchar esa buena noticia. Lástima. De todas formas es muy<br />

loable que quisiera adoptar a esa criatura como hijo suyo, para evitar el asesinato <strong>de</strong><br />

un inocente.<br />

El arzobispo arrastró <strong>de</strong>liberadamente la voz cuando pronunció la palabra asesinato,<br />

dando a enten<strong>de</strong>r a Paloma que no se creía su versión, y recordándole que un aborto<br />

era similar al asesinato <strong>de</strong> un inocente para la Iglesia Católica. Sin embargo, la viuda<br />

<strong>de</strong> Diego Castillo no se <strong>de</strong>jó impresionar, y con la misma frialdad que había mostrado<br />

en toda la conversación, añadió <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> besarle el anillo:<br />

-Para que se produjera ese hipotético a-se-si-na-to –dijo remarcando las sílabas-<br />

<strong>de</strong>bería haber previamente un embarazo, y ese embarazo no existe. Nunca ha<br />

existido.<br />

Paloma <strong>de</strong>spidió a monseñor Fraile y volvió al salón don<strong>de</strong> se había instalado<br />

la capilla ardiente, que estaba repleta <strong>de</strong> gente, con la preocupación reflejada en su<br />

rostro. Cuando Diego había vuelto a casa la noche anterior, ella ya se había encerrado<br />

en su habitación simulando que dormía. Aunque él le había anunciado por teléfono<br />

que había encontrado una solución para el embarazo <strong>de</strong> María, ella no tenía ganas <strong>de</strong><br />

volver a discutir, y Diego no había tenido oportunidad <strong>de</strong> contársela. Se suponía que<br />

esa noche, una vez que María hubiera regresado <strong>de</strong> Suiza, los tres iban a hablar <strong>de</strong>l<br />

problema. Pero ahora Diego estaba muerto y se había llevado a la tumba la solución<br />

que había i<strong>de</strong>ado. Por eso le había pillado totalmente <strong>de</strong> sorpresa que el arzobispo<br />

conociera el embarazo <strong>de</strong> su hija. Y más aún que Diego le hubiera comentado que<br />

quería adoptar al niño, para evitar que María abortara. Mientras recibía un pésame tras<br />

otro, Paloma no podía <strong>de</strong>jar <strong>de</strong> pensar en lo que le había dicho el arzobispo. Y cuanto

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