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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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un infarto <strong>de</strong> miocardio. Sus palabras fueron acogidas con nuevas muestras <strong>de</strong> dolor<br />

por parte <strong>de</strong> sus hijas, mientras que la viuda seguía conmocionada, y se mostraba<br />

incapaz <strong>de</strong> exteriorizar ningún sentimiento. Tras el examen <strong>de</strong>l forense, el juez or<strong>de</strong>nó<br />

el levantamiento <strong>de</strong>l cadáver, pero el cuerpo <strong>de</strong> Diego Castillo aún permaneció unos<br />

minutos más en el suelo, hasta que llegó el coche fúnebre que lo trasladaría a la se<strong>de</strong><br />

<strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong>l Territorio, en cuyo Palacio quedaría instalada, esa misma tar<strong>de</strong>, la<br />

capilla ardiente.<br />

El entierro se fijó para la una <strong>de</strong>l día siguiente, y el arzobispo <strong>de</strong>l Territorio se<br />

ofreció, nada más enterarse <strong>de</strong>l fallecimiento <strong>de</strong> Diego Castillo, para oficiar el funeral.<br />

Cuando esa tar<strong>de</strong> visitó la capilla ardiente, monseñor Esteban Fraile hizo un aparte<br />

con Paloma, lejos <strong>de</strong> las miradas indiscretas y, cogiéndole las manos, le dijo:<br />

- Quiero <strong>de</strong>cirte, hija mía, que antes <strong>de</strong> que ocurriera este <strong>de</strong>sgraciado suceso tu<br />

marido vino a verme para contarme el problema que tenéis. Ya sé que éste no es el<br />

momento apropiado para hablar <strong>de</strong> ello y que ahora lo más urgente es darle a Diego<br />

cristiana sepultura. Sólo quiero que sepas que el mismo ofrecimiento que le hice a él,<br />

te lo hago ahora ti. Ya sabes que pue<strong>de</strong>s contar con mi absoluta discreción, y con todo<br />

mi apoyo para resolver el problema.<br />

- No sé a qué problema se refiere, monseñor –respondió Paloma intentando dar un<br />

tono <strong>de</strong> ingenuidad a su voz-<br />

Tras un breve silencio, que resultó molesto para ambos, el arzobispo contestó<br />

<strong>de</strong>spacio y pacientemente:<br />

- Me refiero al embarazo <strong>de</strong> tu hija. Diego me contó que estaba embarazada y que<br />

quería abortar...<br />

Con cierta brusquedad, y soltándose <strong>de</strong> sus manos, Paloma le cortó.<br />

- Mi marido se equivocaba. Es una lástima que haya muerto sin saberlo, pero mi hija<br />

no está embarazada. Ella misma había venido esta tar<strong>de</strong> <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Suiza para <strong>de</strong>círselo,<br />

pero no le ha podido dar esa alegría a su padre. Fue un error... Tuvo un retraso y

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