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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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Al oír estas palabras, un escalofrío recorrió la columna vertebral <strong>de</strong> Teresa. Su abuela<br />

había nacido el mismo día y el mismo año que Tomás Carbajal. Cuando pudo superar<br />

su asombro, se atrevió a preguntar:<br />

-¿No sabrá, por casualidad, don<strong>de</strong> nació?<br />

-Sé que fue en algún lugar <strong>de</strong> Galicia. Me lo dijo, pero no recuerdo cómo se llamaba...<br />

Bueno, ya hemos llegado –dijo el hombre- si tiene interés en saberlo, pue<strong>de</strong><br />

preguntárselo ahora a su hijo, seguro que él se lo pue<strong>de</strong> <strong>de</strong>cir... Aunque a mí me<br />

parece que es una persona muy antipática –añadió en voz baja mientras entraban al<br />

cementerio- nada que ver con su padre, diría yo.<br />

Sin misa y sin ningún ceremonial, el ataúd que contenía los restos <strong>de</strong> Tomás<br />

Carbajal fue introducido en un nicho. Mientras los operarios <strong>de</strong> la funeraria lo hacían,<br />

Teresa observó al hijo <strong>de</strong>l difunto, intentando <strong>de</strong>scubrir en él algún atisbo <strong>de</strong><br />

sentimiento por la muerte <strong>de</strong> su padre. Lo miró, y se encontró con unos ojos <strong>de</strong> azul<br />

intenso, en los que no se reflejaba nada parecido al dolor. Cuando lo estaba<br />

observando, Raimundo levantó la mirada y se encontró brevemente con los ojos<br />

negros <strong>de</strong> Teresa. Tenían un brillo tan intenso y tan profundo, que le crearon cierta<br />

inquietud. También Teresa experimentó una sacudida al cruzarse su mirada con la <strong>de</strong><br />

aquel joven, pero fue por la frialdad que <strong>de</strong>tectó en sus ojos. Cuando terminó el<br />

entierro, Teresa se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong>l viejo y se acercó a Raimundo para darle el pésame.<br />

-Lamento la muerte <strong>de</strong> su padre –le dijo mientras le tendía la mano-<br />

-¿Era amiga suya? –preguntó Raimundo-<br />

-No –respondió ella- yo no le conocía, pero mi abuela sí. Lo siento –añadió, intentando<br />

entablar conversación- sé por experiencia que per<strong>de</strong>r a los padres es una experiencia<br />

muy dolorosa...<br />

-No era mi padre –la interrumpió Raimundo-<br />

-Perdón –dijo Teresa sorprendida- me habían dicho... Creí que era su padre...<br />

-Yo también lo creí, pero no era mi padre –concluyó mientras se daba la vuelta y se<br />

alejaba a toda prisa <strong>de</strong>l cementerio, <strong>de</strong>jando a Teresa con la palabra en la boca.

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