Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

-Bueno mujer, no sabía que te iba a impresionar tanto –dijo Raimundo satisfecho- ya
te dije que lo más seguro es que no fuera nada importante. Algo que me sentaría mal.
De todas maneras, ha sido una cosa muy rara. Eso de que los dolores aparecieran y
desaparecieran con la misma facilidad, y a las mismas horas... No sé, resulta muy
extraño.
Teresa ignoró los razonamientos de Raimundo, y le preguntó si estaba nervioso por la
Convención del día siguiente.
-No –mintió el joven- Bueno, sí. Para qué voy a negarlo. La verdad es que me
encuentro bastante alterado. Ten en cuenta que mi vida cambiará desde el momento
en que Diego Castillo me designe como sucesor suyo y candidato a la presidencia del
Territorio.
-¿Y si no te nombrase, qué pasaría? –dijo Teresa-
-¿Por qué me preguntas eso? –afirmó Raimundo con un tono de alarma en la voz- ¿Es
que has oído algo?
Teresa no pudo evitar reírse antes de responderle:
-¿Yo? Pero si apenas llevo unos días en la Gran Ciudad y no tengo ni idea de política.
¿A qué te refieres con eso de si he oído algo? –preguntó a su vez-
Tras permanecer unos segundos en silencio, dudando, Raimundo respondió al fin:
-Existe la posibilidad de que Diego Castillo no anuncie mi candidatura. En realidad él
quiere seguir presentándose a las elecciones, pero el Partido no le deja. Le obliga a
retirarse y a designarme a mí como su sucesor...
-Perdona, no sabía nada –le interrumpió Teresa-
-De ahí mi pregunta –continuó Raimundo- pero no te preocupes. Si Diego no anuncia
mañana que se retira y que yo seré el nuevo candidato, el Partido lo hará público al
día siguiente... Al menos eso es lo acordado –concluyó Raimundo sin demasiada
convicción-