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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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mientras canturreaba una oración, introdujo en él los utensilios que utilizaba para sus<br />

sortilegios, incluyendo la figura <strong>de</strong> cera que representaba a Raimundo Carbajal, su<br />

reloj y su fotografía. Cuando terminó <strong>de</strong> recoger todos sus instrumentos <strong>de</strong> santero,<br />

Gabriel se echó el saco al hombro y salió <strong>de</strong> su casa hacia el Malecón. A esas<br />

tempranas horas <strong>de</strong> la mañana ya no había turistas en las calles <strong>de</strong> La Habana Vieja.<br />

Sólo algunos borrachos que aún no habían terminado la fiesta <strong>de</strong> la noche anterior.<br />

Ignorándolos, Gabriel siguió su camino y, al pasar por un <strong>de</strong>startalado locutorio<br />

telefónico, se <strong>de</strong>tuvo para llamar a Enriqueta Beltrán. Al cabo <strong>de</strong> varios tonos, y<br />

cuando ya se disponía a colgar, escuchó la cansada voz <strong>de</strong> la vi<strong>de</strong>nte al otro lado <strong>de</strong>l<br />

teléfono. Contento <strong>de</strong> po<strong>de</strong>r hablar con ella, Gabriel le explicó en pocas palabras que<br />

renunciaba a terminar el trabajo que le había encargado. Al escucharle, la primera<br />

reacción <strong>de</strong> Enriqueta fue permanecer en silencio. Pero al cabo <strong>de</strong> unos momentos,<br />

Gabriel oyó una carcajada. Un poco perplejo por la reacción <strong>de</strong> la anciana le preguntó:<br />

-¿Te pasa algo? No creí que mi <strong>de</strong>cisión iba a provocarte tanta risa. Pensaba que iba<br />

a tener una bronca contigo. Que te ibas a enfadar.<br />

-En absoluto –respondió Enriqueta, que no podía parar <strong>de</strong> reír- No sé qué es lo que te<br />

ha hecho cambiar <strong>de</strong> opinión, y tampoco me importa. Te busqué para este trabajo en<br />

contra <strong>de</strong> mi voluntad, y sólo porque la persona que lo encargaba me amenazó...<br />

-Espero que mi negativa a terminar el trabajo no te provoque ningún problema –la<br />

interrumpió Gabriel-<br />

-No te preocupes por eso. Soy vieja y estoy cansada, pero aún sé <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rme.<br />

A<strong>de</strong>más, acabas <strong>de</strong> darme una alegría tan gran<strong>de</strong>, que todo lo <strong>de</strong>más no importa.<br />

Gabriel se <strong>de</strong>spidió <strong>de</strong> Enriqueta y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> pagar la llamada, cargó <strong>de</strong><br />

nuevo con su saco al hombro dirigiéndose hacia las rocas en las que solía sentarse<br />

junto al mar. Al llegar allí, miró a su alre<strong>de</strong>dor para que nadie le viera y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong><br />

comprobar que se encontraba solo, fue sacando <strong>de</strong>l saco los utensilios que había<br />

<strong>de</strong>ntro y, uno a uno, los arrojó al mar. Rápidamente, los objetos fueron revolcados por<br />

las olas y, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> unos momentos <strong>de</strong>saparecieron <strong>de</strong> la vista, tragados por las

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