Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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-Lo sé –dijo Diego- no puedes imaginarte, Monseñor, los problemas que me crea dentro de mi partido el hecho de que yo sea católico creyente y practicante. A pesar de eso, yo siempre doy al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios. -Y yo doy buena fe de ello. Tú has ayudado mucho a la Iglesia, y la Iglesia que yo represento te ayudará ahora a ti. Cuenta conmigo para llevar a cabo tu plan. Espero que me indiques en qué medida y en qué asunto puntual puedo ofrecerte mi colaboración –concluyó el arzobispo- Ya de pie y mientras se despedían, Diego preguntó a Esteban Fraile cómo iban las gestiones para el traslado de las reliquias de Santa Constancia Perpetua al Territorio. -Bueno, ya sabes que estas cosas requieren su tiempo. Las cosas de palacio van despacio, y las de la Santa Sede más despacio todavía. Son procesos largos, pero ya hemos avanzado mucho al poder demostrar que Santa Constancia Perpetua nació aquí en el Territorio. -Si yo puedo hacer algo por acelerar ese proceso –dijo Diego- -Es posible que sí puedas ayudar –respondió el arzobispo con gran animación- un viaje tuyo a Roma y una visita al Santo Padre garantizando el apoyo del Gobierno del Territorio a esta iniciativa, podrían acelerar nuestras gestiones... -Quizás si nosotros sufragamos los gastos del traslado de las reliquias –añadió Diego con un tono de cierta malicia en la voz- habría menos problemas para la autorización. Se podría hacer coincidir su llegada con alguna importante fecha religiosa del Territorio... -Con el Corpus, por ejemplo –le interrumpió animado el arzobispo- -Sí, con el Corpus –asintió Diego- se podría organizar una gran fiesta religiosa de recepción de las reliquias, en la que pudieran participar autoridades de la Iglesia de todo el país y, naturalmente, los enviados desde Roma. Con el acuerdo de que volverían a verse en breve, Diego Castillo se despidió de Monseñor Fraile, al que pidió un informe completo sobre las gestiones para el traslado
de las reliquias de Santa Constancia Perpetua al Territorio, y sobre los aspectos en los que él pudiera participar para favorecer dicho traslado. Con un ánimo exultante, Diego se subió de nuevo al coche oficial y pidió a Mauricio que le trasladase al Palacio de Congresos y Exposiciones, donde se estaban ultimando los preparativos para la Convención que su partido iba a celebrar dos días después. Cuando llegaron, el recinto estaba convertido en un hervidero de operarios, que iban y venían para que todo estuviera en su sitio. Al frente de todos ellos se encontraba Guillermo Maestre que, con una frenética actividad, no dejaba de dar órdenes a diestro y siniestro. Cuando Diego llegó hasta él, su hombre de confianza estaba supervisando el escenario, mientras los técnicos probaban la luz y el sonido. Para esta ocasión, había sido el propio Diego Castillo el que había ideado un complejo sistema de espejos móviles, que conformarían el decorado durante su intervención. Basándose en una famosa escena de la película “El tercer hombre”, Diego había diseñado un escenario rodeado de espejos, en el que su figura se veía multiplicada y reproducida desde distintos ángulos. Visiblemente satisfecho con el resultado, se subió hasta donde estaba el atril y preguntó a Guillermo que tal quedaba el efecto. -¡Magnífico, presidente! –exclamó su secretario- A ver, sube los brazos. Tienes que gesticular lo máximo posible para que la reproducción resulte más viva. Diego gesticuló, imitando un improvisado discurso, y también probó el micrófono, mientras era enfocado desde arriba por una potente luz blanca. -¿Ese foco no puede tener una luz menos intensa? –preguntó- me voy a achicharrar de calor si lo tengo pegado a la coronilla, y voy a sudar como un cerdo. -Lo bajaremos un poco –le respondió con desgana uno de los técnicos- Mientras éstos probaban los altavoces con la música del himno del partido, Diego preguntó a Guillermo si estaban ya realizadas las conexiones de la sala de prensa y dispuesto el circuito cerrado de televisión, para poder seguir la Convención desde distintas salas del Palacio de Exposiciones.
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eso, yo siempre doy al César lo que es <strong>de</strong>l César y a Dios lo que es <strong>de</strong> Dios.<br />
-Y yo doy buena fe <strong>de</strong> ello. Tú has ayudado mucho a la Iglesia, y la Iglesia que yo<br />
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que me indiques en qué medida y en qué asunto puntual puedo ofrecerte mi<br />
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Ya <strong>de</strong> pie y mientras se <strong>de</strong>spedían, Diego preguntó a Esteban Fraile cómo iban las<br />
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-Bueno, ya sabes que estas cosas requieren su tiempo. Las cosas <strong>de</strong> palacio van<br />
<strong>de</strong>spacio, y las <strong>de</strong> la Santa Se<strong>de</strong> más <strong>de</strong>spacio todavía. Son procesos largos, pero ya<br />
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aquí en el Territorio.<br />
-Si yo puedo hacer algo por acelerar ese proceso –dijo Diego-<br />
-Es posible que sí puedas ayudar –respondió el arzobispo con gran animación- un<br />
viaje tuyo a Roma y una visita al Santo Padre garantizando el apoyo <strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong>l<br />
Territorio a esta iniciativa, podrían acelerar nuestras gestiones...<br />
-Quizás si nosotros sufragamos los gastos <strong>de</strong>l traslado <strong>de</strong> las reliquias –añadió Diego<br />
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-Sí, con el Corpus –asintió Diego- se podría organizar una gran fiesta religiosa <strong>de</strong><br />
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todo el país y, naturalmente, los enviados <strong>de</strong>s<strong>de</strong> Roma.<br />
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