Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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confesión, ya sabes que la confi<strong>de</strong>ncialidad se convierte en un <strong>de</strong>ber sagrado para<br />
mí...<br />
-Lo sé, lo sé –le interrumpió Diego- Y también sé que no hacía falta recurrir al secreto<br />
<strong>de</strong> confesión para tener la seguridad <strong>de</strong> que lo que te cuente no va a ser <strong>de</strong>svelado<br />
por tu parte. Sin embargo, perdóname Monseñor, si apelo a esa garantía sagrada, no<br />
lo hago porque du<strong>de</strong> <strong>de</strong> tu discreción, ni por mí. Lo hago porque lo que voy a <strong>de</strong>cirte<br />
afecta también a la vida <strong>de</strong> otras personas, concretamente <strong>de</strong> mi hija María y <strong>de</strong>l resto<br />
<strong>de</strong> mi familia, y no quiero que sus nombres se vean mezclados nunca con ningún<br />
escándalo. Ya sabes que hay mucha gente que es capaz <strong>de</strong> difundir cualquier cosa<br />
con tal <strong>de</strong> hacerme daño. Es la servidumbre que tengo que pagar por mantenerme<br />
tanto tiempo en el po<strong>de</strong>r. Un po<strong>de</strong>r que mantengo gracias a los votos <strong>de</strong> los <strong>de</strong>más, y<br />
no, perdona la expresión, por obra y gracia <strong>de</strong>l espíritu santo.<br />
-Si hijo, ya lo sé. Sé que tienes que <strong>de</strong>senvolverte en aguas turbulentas como son las<br />
<strong>de</strong> la política. Y por eso admiro aún más que puedas mantener tu alma pura e intacta,<br />
<strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> ese mundo tan contaminado en el que te mueves. Todo lo que me cuentes –<br />
añadió- será escuchado bajo el secreto <strong>de</strong> confesión. Así que no te preocupes, porque<br />
lo que aquí se diga quedará guardado entre estas pare<strong>de</strong>s. Desahoga tu alma, y<br />
confía en el Señor. Él –dijo elevando la vista y las manos hacia el techo- con su<br />
inmensa sabiduría nos inspirará para encontrar la mejor solución a tus problemas.<br />
Habla, hijo –invitó a Diego, mientras se arrellanaba en su sillón-<br />
Con calma, pero reflejando cierta angustia en la voz, Diego Castillo expuso al<br />
arzobispo que su hija mayor estaba embarazada <strong>de</strong> tres meses, así como la intención<br />
<strong>de</strong> ésta <strong>de</strong> abortar, dado que ignoraba quien era el padre <strong>de</strong> la criatura, y no estaba<br />
dispuesta a ejercer el papel <strong>de</strong> madre adolescente y soltera. También le contó la<br />
solución que se le había ocurrido para evitar el asesinato <strong>de</strong>l inocente nonato, el<br />
pecado mortal <strong>de</strong> su hija, y el consiguiente escándalo que un crimen así acarrearía a<br />
toda la familia. La angustia reflejada en la voz <strong>de</strong> Diego cuando inició su relato, había