Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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pasaron los pinchazos en el estómago, y se encontró bien otra vez, pudo ella salir de su apartamento y dirigirse al hotel, con el semen guardado en su mochila, para realizar el contraembrujamiento. Ahora, una vez hecho, Teresa pensó que sólo cabía esperar. Dentro de dos días se iba a celebrar la Convención en la que Raimundo sería propuesto como candidato, y ése era el momento clave para saber si su hechizo había conseguido o no neutralizar el daño que alguien estaba enviando a Raimundo. Pensó que quizás podía estar equivocada, pero su intuición le decía que la persona que quería que Raimundo muriera, lo que pretendía en realidad es que él no llegase a ser nominado para ese puesto político, que el joven tanto ambicionaba. “Sólo hay que esperar dos días –dijo en voz alta- y todo esto habrá terminado”. El sonido de su propia voz hizo que Teresa cayera en la cuenta de que, efectivamente, en cuestión de unas pocas horas toda esa historia habría acabado. De una u otra manera. Aunque había sido educada para vivir en el presente, este pensamiento le provocó un sentimiento de pánico, ante lo incierto de su futuro. Desde que salió de La Habana, para cumplir un encargo de su abuela, y llegó a casa de Tomás Carbajal, todo este conflicto en torno a Raimundo había ocupado su espacio, su tiempo y le había había robado toda su energía. Sin comerlo ni beberlo, se había visto envuelta en un asunto que había acaparado toda su atención, aunque ella no acertara a comprender por qué su vida estaba discurriendo por caminos tan extraños. Con cierta desorientación en su ánimo, Teresa recordó que su abuela le había hablado de la ley universal de causa y efecto, y le había enseñado que todo, absolutamente todo lo que nos ocurre, tiene una razón de ser. Aunque a veces, desde la posición en la que nos encontramos no seamos capaces de determinarla. Esperanza Milagros le había hablado de la leyenda de Teseo y el Minotauro. Y le había dicho que nuestros mundos se asemejan a complejos entramados laberínticos, de los que resulta difícil salir sin la ayuda de algún hilo de Ariadna, que nos guíe para no perdernos. Sin embargo, también le había explicado que esas encrucijadas de la vida eran necesarias para que cada uno pudiera encontrar su lugar en este mundo y el camino que le
condujera hacia su destino. Por eso Teresa tenía la esperanza de que todo ese cúmulo de extrañas circunstancias que había vivido desde que dejara su amada Cuba, terminarían llevándola hacia algún sitio. Aunque en estos momentos ella no supiera dónde se encontraba ese lugar. Mucho más tranquila que cuando se acostó, y animada por estas reflexiones, se dijo a sí misma que, aunque no supiera hacia donde iba, confiaba en que la misma fuerza que la había conducido hasta allí, seguiría guiándola durante el resto de su vida. Guardando esta certeza en su interior, el cuerpo y la mente de Teresa fueron relajándose poco a poco, hasta que la joven se durmió profundamente.
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iba, confiaba en que la misma fuerza que la había conducido hasta allí, seguiría<br />
guiándola durante el resto <strong>de</strong> su vida. Guardando esta certeza en su interior, el cuerpo<br />
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profundamente.