Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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08.05.2013 Views

que había demostrado, a la hora de poner en práctica sus conocimientos sobre brujería, por otra se sentía totalmente vulnerable. Estaba a merced de las fuerzas que regían este universo, y que ella había invocado para que la ayudasen. Su abuela le recordaba con frecuencia que los hechiceros apenas tenían ventajas en su vida sobre el resto de los mortales. Más bien al contrario, puesto que el conocimiento de las fuerzas naturales, sólo les servía para hacerse más conscientes de su vulnerabilidad como seres humanos. Sin embargo, la gran mayoría de la gente vivía sumida en la irrealidad de un profundo sueño, que les volvía arrogantes y llenos de un supuesto poder, que distaban mucho de poseer. La anciana le repetía que, cuanto más integrada se siente una persona en la naturaleza que la rodea, más pequeña se considera, y más humilde y frágil se vuelve. Paradójicamente, esa fragilidad no es sinónimo de debilidad o indefensión. Al contrario, la anciana le aseguraba que, en su pequeñez, esa persona experimenta una gran fortaleza interna, al tener la certeza de que forma parte de un universo que la cuida y la protege. Y así es como se encontraba ella en esos momentos, pequeña y vulnerable frente al poder que algún hechicero había desplegado contra Raimundo Carbajal. Y, sin embargo, con una gran seguridad y confianza en que las fuerzas del destino no permitieran que el joven muriera a causa de ese maleficio. Por unos momentos, Teresa tuvo una visión en la que vio el cadáver de Raimundo yaciendo dentro de un ataúd. Sólo fueron unos breves instantes, pero ella reaccionó con ímpetu anulando la imagen que se había colado en su mente. Sabía perfectamente del poder que tiene la creación de imágenes mentales, para que luego éstas se materialicen en el mundo real, y por eso rechazó con fuerza esta visión. Para contrarrestarla, empezó a visualizar a Raimundo, muy contento, después de que le hubieran nombrado candidato al puesto político al que aspiraba. Concentró toda su energía en esa imagen, hasta llegar al agotamiento y, casi sin fuerzas, se dejó caer en la cama. En esos momentos lo que más necesitaba era descansar. El contraembrujamiento la había dejado exhausta, y se dispuso a quitarse la ropa y

dormir, durante unas horas, un sueño reparador. Sin embargo, en lugar de dormirse, comenzó a pensar en lo ocurrido durante la noche anterior en el apartamento de Raimundo. Revivió el apasionamiento con que el joven le había hecho el amor, y los esfuerzos que ella había tenido que hacer para no dejarse arrastrar también por esa pasión. Afortunadamente, había logrado mantenerse al margen de la excitación sexual que le provocaba el contacto con la piel de Raimundo. Su cuerpo se dejaba acariciar, y hasta respondía mecánicamente a las carantoñas del joven. Quizás demasiado mecánicamente, porque en algún momento Raimundo llegó a preguntarle si le pasaba algo. Cuando ella respondió negativamente, él le dijo que la notaba mucho más fría que el día anterior. Esta advertencia hizo que Teresa se esmerase un poco más en aparentar una excitación y un enamoramiento que, en realidad, se esforzaba por no sentir. Sin embargo, fingiendo un orgasmo consiguió que el juego amoroso durase poco y que Raimundo eyaculase dentro de su vagina, tan sólo unos momentos después de que ella le pusiera el condón. Sin poder conciliar el sueño, aunque recobrando poco a poco las fuerzas que había perdido, Teresa sonrió al recordar cómo se las había tenido que ingeniar para quitar a Raimundo el preservativo, con todo el cuidado del mundo para que no se derramase el semen, simulando una especie de juego. Y los apuros que había pasado después para envolver el condón en papel higiénico, y guardárselo en su mochila, sin que él se diera cuenta. Recordó lo ridícula que había resultado toda la escena, y lo extrañado que se había quedado Raimundo cuando, ya por la mañana y mientras ella se vestía, empezó a buscar el preservativo por todas partes, con la intención de tirarlo, y éste no apareció. Habían hecho el amor antes de la medianoche cuando, de forma puntual, Raimundo volvió a sentir los agudos dolores. Ahora pensaba que, si no hubiera sido por esos dolores, ella habría tenido muchas dificultades para evitar follar nuevamente con él. Aún así, tuvo que fingir en algunos momentos de la noche que estaba profundamente dormida, ignorando las caricias del joven. Luego, cuando el día empezaba a clarear, el hechizo obró de nuevo, y sólo cuando a Raimundo se le

que había <strong>de</strong>mostrado, a la hora <strong>de</strong> poner en práctica sus conocimientos sobre<br />

brujería, por otra se sentía totalmente vulnerable. Estaba a merced <strong>de</strong> las fuerzas que<br />

regían este universo, y que ella había invocado para que la ayudasen. Su abuela le<br />

recordaba con frecuencia que los hechiceros apenas tenían ventajas en su vida sobre<br />

el resto <strong>de</strong> los mortales. Más bien al contrario, puesto que el conocimiento <strong>de</strong> las<br />

fuerzas naturales, sólo les servía para hacerse más conscientes <strong>de</strong> su vulnerabilidad<br />

como seres humanos. Sin embargo, la gran mayoría <strong>de</strong> la gente vivía sumida en la<br />

irrealidad <strong>de</strong> un profundo sueño, que les volvía arrogantes y llenos <strong>de</strong> un supuesto<br />

po<strong>de</strong>r, que distaban mucho <strong>de</strong> poseer. La anciana le repetía que, cuanto más<br />

integrada se siente una persona en la naturaleza que la ro<strong>de</strong>a, más pequeña se<br />

consi<strong>de</strong>ra, y más humil<strong>de</strong> y frágil se vuelve. Paradójicamente, esa fragilidad no es<br />

sinónimo <strong>de</strong> <strong>de</strong>bilidad o in<strong>de</strong>fensión. Al contrario, la anciana le aseguraba que, en su<br />

pequeñez, esa persona experimenta una gran fortaleza interna, al tener la certeza <strong>de</strong><br />

que forma parte <strong>de</strong> un universo que la cuida y la protege. Y así es como se encontraba<br />

ella en esos momentos, pequeña y vulnerable frente al po<strong>de</strong>r que algún hechicero<br />

había <strong>de</strong>splegado contra Raimundo Carbajal. Y, sin embargo, con una gran seguridad<br />

y confianza en que las fuerzas <strong>de</strong>l <strong>de</strong>stino no permitieran que el joven muriera a causa<br />

<strong>de</strong> ese maleficio.<br />

Por unos momentos, Teresa tuvo una visión en la que vio el cadáver <strong>de</strong><br />

Raimundo yaciendo <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> un ataúd. Sólo fueron unos breves instantes, pero ella<br />

reaccionó con ímpetu anulando la imagen que se había colado en su mente. Sabía<br />

perfectamente <strong>de</strong>l po<strong>de</strong>r que tiene la creación <strong>de</strong> imágenes mentales, para que luego<br />

éstas se materialicen en el mundo real, y por eso rechazó con fuerza esta visión. Para<br />

contrarrestarla, empezó a visualizar a Raimundo, muy contento, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> que le<br />

hubieran nombrado candidato al puesto político al que aspiraba. Concentró toda su<br />

energía en esa imagen, hasta llegar al agotamiento y, casi sin fuerzas, se <strong>de</strong>jó caer en<br />

la cama. En esos momentos lo que más necesitaba era <strong>de</strong>scansar. El<br />

contraembrujamiento la había <strong>de</strong>jado exhausta, y se dispuso a quitarse la ropa y

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