Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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“encontrar pareja, recuperar y atraer a las personas queridas” y resolver cualquier otra<br />
dificultad que se presentara en el terreno amoroso ya que, según <strong>de</strong>cía, contaba para<br />
ello “con los espíritus más rápidos que existen”. El pasquín anunciador terminaba<br />
ofreciendo dos números <strong>de</strong> teléfono –fijo y móvil- y garantizando la solución <strong>de</strong> los<br />
problemas planteados “al cien por cien, entre 3 y 7 días como máximo”. Arrojando el<br />
anuncio a una papelera, Teresa ironizó pensando que quizás <strong>de</strong>bía llamar al “ilustre<br />
vi<strong>de</strong>nte africano” para que fuera él quien realizara el contraembrujamiento <strong>de</strong><br />
protección a Raimundo Carbajal. Luego, mientras subía en el ascensor hasta su<br />
habitación en el hotel, se preguntó a cuánta gente podría engañar un anuncio tan<br />
burdo como ése, en el que se prometía la solución a cualquier problema, por arte <strong>de</strong><br />
magia. Con cierta tristeza pensó que, seguramente, serían muchas las personas que<br />
se <strong>de</strong>jasen seducir por un anuncio así, y encomendasen la solución <strong>de</strong> sus conflictos a<br />
una persona ajena a ellas mismas. Su abuela siempre le <strong>de</strong>cía que la gente era muy<br />
cómoda, porque prefería que los <strong>de</strong>más les resolvieran las cosas en lugar <strong>de</strong> hacerlo<br />
ellos mismos. Para la anciana existían dos tipos <strong>de</strong> problemas: los que tienen solución<br />
y los que no la tienen. “Hay que saber distinguir unos <strong>de</strong> otros –solía explicarle a<br />
Teresa- si tienen remedio, ese remedio siempre está en tus manos. Y si no lo tienen<br />
¿por qué preocuparse por ellos?. Nadie pue<strong>de</strong> hacer nada por resolverlos”.<br />
Ya <strong>de</strong>ntro <strong>de</strong> su habitación, Teresa se centró en los preparativos para hacer el<br />
contraembrujamiento, pensando en que no había tiempo que per<strong>de</strong>r. Al filo <strong>de</strong> la<br />
medianoche pasada, Raimundo había vuelto a experimentar los mismos agudos<br />
dolores en la boca <strong>de</strong>l estómago que sufriera el día anterior. Y éstos también se<br />
habían repetido con las primeras luces <strong>de</strong> la mañana, por lo que su cuerpo etéreo<br />
<strong>de</strong>bía encontrarse ya seriamente dañado, aunque el joven no fuera consciente <strong>de</strong> ello.<br />
Mientras preparaba las velas y la figura <strong>de</strong> cera que había comprado en la santería,<br />
improvisando un altar en la mesa <strong>de</strong> su dormitorio, Teresa pensó en lo extrañado que<br />
estaba Raimundo con sus “dolores intermitentes”, como él los llamaba. Ni por un<br />
momento se le podría ocurrir que estaba siendo objeto <strong>de</strong> un hechizo mortal, y esa