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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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al gran <strong>de</strong>pósito <strong>de</strong>l universo, y lo que tomaba con una mano, <strong>de</strong>bía soltarlo con la otra<br />

para que esta posesión no se volviera en su contra. Su abuela le había enseñado que<br />

todo en el universo fluye y que la vida supone un constante movimiento en el que hay<br />

que confiar.<br />

Mientras seguía las indicaciones que le habían dado para llegar hasta la casa<br />

<strong>de</strong> Tomás Carbajal, Teresa sintió una gran nostalgia <strong>de</strong> su abuela y lamentó que<br />

hubiera abandonado este mundo sin haber podido volver a su Galicia natal. Esperanza<br />

Milagros era el nombre que le había puesto su madre, porque nació a pesar <strong>de</strong> que le<br />

habían diagnosticado que no podía tener hijos. Llegó al mundo en una al<strong>de</strong>a gallega,<br />

Lameiros, 83 años atrás. Pero sus padres emigraron a Cuba siendo ella una<br />

adolescente. Cuando se fue a vivir a La Habana, ya había dado muestras <strong>de</strong> tener<br />

po<strong>de</strong>res para la sanación. En Galicia había aprendido con un curan<strong>de</strong>ro, el mismo que<br />

enseñó a Tomás Carbajal, el uso <strong>de</strong> las plantas para aliviar los dolores <strong>de</strong>l cuerpo y<br />

los males <strong>de</strong>l espíritu. Y <strong>de</strong>spués, cuando llegó a Cuba, se inició en la santería<br />

convirtiéndose en una Iyalocha. Aunque todo el mundo se refería a ella como “La<br />

Hechicera”, por sus orígenes españoles. Fue allí, en La Habana, don<strong>de</strong> Esperanza<br />

Milagros se casó con un marinero. Pero el matrimonio no fue muy afortunado y al poco<br />

tiempo el hombre <strong>de</strong>sapareció, por el mismo mar que había llegado, <strong>de</strong>jando a su<br />

joven esposa con una hija recién nacida. Su abuela solía <strong>de</strong>cir que el mar le trajo a su<br />

marido, y el mar se lo llevó. Y que ella le agra<strong>de</strong>cía al mar que lo hubiera traído, ya<br />

que concibió una hija, pero le agra<strong>de</strong>cía aún más que se lo hubiera llevado. Nunca se<br />

preocupó por saber si Sebastián, pues así se llamaba el abuelo <strong>de</strong> Teresa, había sido<br />

tragado por las olas o se encontraba vivo en algún lugar. Esperanza Milagros lo<br />

enterró en su pensamiento y dio por muerto a aquel hombre que, <strong>de</strong> una forma tan<br />

fugaz pero tan importante, había pasado por su vida. Ignoraba Teresa si su abuela<br />

había tenido más amores a lo largo <strong>de</strong> su existencia. En cierta ocasión le confesó que<br />

había estado muy enamorada <strong>de</strong> un hombre, pero que no era su <strong>de</strong>stino vivir con él.<br />

Ambos se habían reconocido en esta vida, pues ya se conocían <strong>de</strong> otras, pero los dos

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