Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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las revistas <strong>de</strong>l corazón con su pequeño nieto en brazos, fotografiado, junto a su hija, y<br />
hablando <strong>de</strong> los problemas <strong>de</strong> las jóvenes adolescentes que, a<strong>de</strong>más, eran madres<br />
solteras. Cuanto más pensaba en esa posibilidad, más ventajas le veía, por eso ro<strong>de</strong>ó<br />
con un círculo la opción <strong>de</strong> “madre soltera” que había escrito en el papel. Sin embargo,<br />
esta solución tropezaba con un grave problema. Y es que su hija no quería convertirse<br />
en madre a los 17 años, ni soltera ni casada, y en esa <strong>de</strong>cisión estaba totalmente<br />
respaldada por Paloma. Acomodándose en la cama, pensó que <strong>de</strong>bía i<strong>de</strong>ar otra<br />
solución alternativa. Pasando la página <strong>de</strong> la libreta a una nueva hoja en blanco, Diego<br />
escribió: “Tener el niño, pero no ser la madre”. Meditó sobre las contradictorias<br />
palabras que acababa <strong>de</strong> escribir, y se preguntó en voz alta: “¿Cómo pue<strong>de</strong> una mujer<br />
tener un hijo y no ser la madre?”. Dejó que esta pregunta se instalase en su mente y,<br />
<strong>de</strong> pronto, como si se hubiera encendido una luz en su cerebro, le llegó la respuesta.<br />
“Pues claro –gritó- ¿cómo no se me había ocurrido antes?”. Con la alegría reflejada en<br />
su rostro, escribió con letras mayúsculas en la libreta: ADOPCIÓN, y subrayó la<br />
palabra con el fuerte trazo <strong>de</strong> dos líneas rectas. Muy contento, Diego empezó a pensar<br />
que ésa era una buena solución y, con gran entusiasmo, dijo en voz alta: “Ya está,<br />
María no aborta, tiene al niño y lo da en adopción”. Pero al escuchar el sonido <strong>de</strong> sus<br />
propias palabras comprendió que la i<strong>de</strong>a hacía aguas. Eso era algo que no iba a estar<br />
bien visto y que sería utilizado en su contra por sus enemigos políticos. “Aunque... -<br />
añadió <strong>de</strong>teniéndose a pensar unos instantes- nadie me impi<strong>de</strong> que sea yo el que<br />
adopte al niño”. Concentrándose en esa posibilidad, Diego pensó que era fácil<br />
mantener en secreto el embarazo <strong>de</strong> María, dado que ésta vivía en el extranjero y, una<br />
vez que hubiera parido, él podía adoptar a la criatura. La i<strong>de</strong>a le gustó tanto, que soltó<br />
una sonora carcajada. Sus hijas eran ya mayores, y cualquiera podía enten<strong>de</strong>r que él<br />
adoptase a un niño. Sobre todo si se aparentaba que la criatura procedía algún país<br />
sudamericano, y era rescatada <strong>de</strong> la pobreza extrema que se vivía en aquellas tierras.<br />
Cada vez más emocionado con esta posibilidad, Diego concluyó en que ésa era la<br />
mejor solución para todos. Por una parte, su hija no abortaba, pero, aunque tenía al