Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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eloj y al hacerlo se acordó de Raimundo Carbajal. Suspirando profundamente pensó en lo que había montado para eliminarlo, y en que todo podía irse al traste si llegaba a saberse que su hija había abortado. Y si eso llegaba a ocurrir, se sabría. ¡Claro que se sabría! Llevaba muchos años metido en política como para tener la seguridad de que no se podía ocultar algo así y que, antes de las elecciones, una noticia como ésa saldría a la luz pública y sería utilizada en su contra por sus enemigos políticos. Y entonces todo se vendría abajo y lo planeado sobre el hechizo de Raimundo no habría servido de nada. Después de tomarse el somnífero, Diego subió a su dormitorio y se tumbó en la cama intentando conciliar el sueño, aunque fuera un par de horas. Con los ojos cerrados rememoró cómo había planeado la eliminación de Raimundo Carbajal, sirviéndose de la hechicería, para que su muerte se llevase a cabo de una forma limpia y sin despertar sospechas. Recordó, cómo después de haber dado muchas vueltas a la situación, llegó a la conclusión de que sólo el fallecimiento del joven podría asegurarle una nueva candidatura a la presidencia del Gobierno del Territorio. Y, si volvía a ganar, cosa que daba por segura, podría aspirar al Gobierno de la nación, aunque tuviera que eliminar también a Jaime Espinosa. No hubiera sido difícil contratar a alguien para que atentase contra Raimundo, y hasta se le podría haber echado las culpas a algún grupo terrorista. Pero eso hubiera sido muy arriesgado y sospechoso. Hasta en su mismo partido habrían hecho indagaciones y hubieran podido averiguar quién estaba detrás del atentado. ¡Pues anda que no había gente que le tenía ganas en el partido! Por eso había optado por la hechicería, que ya le había dado excelentes resultados en otras ocasiones. Ciertamente, se trataba de hechizos más sencillos, pero le habían asegurado que el santero que estaba haciendo el encargo era muy bueno, y ya había tenido éxito en otros trabajos similares. Así, aunque Raimundo apareciera muerto, nadie podría sospechar que se debía a los rituales que alguien, sin ninguna relación con el joven político, estaba realizando a miles de kilómetros. Sólo Enriqueta Beltrán conocía el encargo, pero no le traía cuenta decir nada, puesto que ella había sido la mediadora. Y, además, en pleno siglo XXI,
nadie en su sano juicio se creería que un santero cubano puede acabar con la vida de ninguna persona, a través de un hechizo. Dando vueltas en la cama, y sin poder conciliar el sueño, Diego se sintió orgulloso del plan que había trazado para eliminar a Raimundo, y no estaba dispuesto a que todo se viniera abajo porque a su hija se le hubiera ocurrido quedarse embarazada. Si él no pensaba algo, y pronto, María estaba dispuesta a abortar, con la complicidad de su madre, y eso era algo que él no podía permitir. Viendo que no había manera de pegar ojo, decidió encender la luz, se incorporó en la cama y cogió una libreta y un bolígrafo que tenía en la mesilla de noche. Allí, durante otros insomnios, solía apuntar las ideas que siempre le venían a la cabeza cuando no podía dormir, y que no quería que se le olvidaran al día siguiente. Acomodándose una almohada en la espalda, abrió por una página en blanco y apuntó dos opciones. En la parte de arriba escribió “aborto” y en la de abajo “maternidad”. Con gran ímpetu tachó la palabra aborto, y junto a la otra opción apuntó dos posibilidades: “matrimonio” y “madre soltera”. Después de pensar unos instantes, tachó también la palabra matrimonio, dado que su hija se empeñaba en no dar a conocer el nombre del padre de la criatura. Siempre se le podía buscar un novio de conveniencia, quizás algún joven del partido que tuviera ambiciones políticas y estuviera dispuesto a cualquier cosa por alcanzar sus objetivos. Pero siendo realista, la cuestión no era fácil. Aún así, Diego puso un signo de interrogación junto a la palabra “matrimonio”, que había tachado anteriormente, y se concentró en la otra opción, la que figuraba como “madre soltera”. Esa no sólo no era una solución tan mala, sino que incluso podía tener rentabilidad política. El hecho de que su hija hubiera tenido un desliz, y él lo asumiera públicamente, le acercaría, sin duda, a los ciudadanos. Hoy en día –pensó- son muchos los embarazos de adolescentes, y muchas las familias que tienen que enfrentarse a este problema. Si él aparecía en la próxima campaña electoral con un nieto en los brazos, el bebé de su hija adolescente, seguro que obtendría las simpatías de mucha gente. Dejando volar su imaginación, Diego sonrió al verse en la portada de
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nadie en su sano juicio se creería que un santero cubano pue<strong>de</strong> acabar con la vida <strong>de</strong><br />
ninguna persona, a través <strong>de</strong> un hechizo.<br />
Dando vueltas en la cama, y sin po<strong>de</strong>r conciliar el sueño, Diego se sintió<br />
orgulloso <strong>de</strong>l plan que había trazado para eliminar a Raimundo, y no estaba dispuesto<br />
a que todo se viniera abajo porque a su hija se le hubiera ocurrido quedarse<br />
embarazada. Si él no pensaba algo, y pronto, María estaba dispuesta a abortar, con la<br />
complicidad <strong>de</strong> su madre, y eso era algo que él no podía permitir. Viendo que no había<br />
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solía apuntar las i<strong>de</strong>as que siempre le venían a la cabeza cuando no podía dormir, y<br />
que no quería que se le olvidaran al día siguiente. Acomodándose una almohada en la<br />
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soltera”. Después <strong>de</strong> pensar unos instantes, tachó también la palabra matrimonio,<br />
dado que su hija se empeñaba en no dar a conocer el nombre <strong>de</strong>l padre <strong>de</strong> la criatura.<br />
Siempre se le podía buscar un novio <strong>de</strong> conveniencia, quizás algún joven <strong>de</strong>l partido<br />
que tuviera ambiciones políticas y estuviera dispuesto a cualquier cosa por alcanzar<br />
sus objetivos. Pero siendo realista, la cuestión no era fácil. Aún así, Diego puso un<br />
signo <strong>de</strong> interrogación junto a la palabra “matrimonio”, que había tachado<br />
anteriormente, y se concentró en la otra opción, la que figuraba como “madre soltera”.<br />
Esa no sólo no era una solución tan mala, sino que incluso podía tener rentabilidad<br />
política. El hecho <strong>de</strong> que su hija hubiera tenido un <strong>de</strong>sliz, y él lo asumiera<br />
públicamente, le acercaría, sin duda, a los ciudadanos. Hoy en día –pensó- son<br />
muchos los embarazos <strong>de</strong> adolescentes, y muchas las familias que tienen que<br />
enfrentarse a este problema. Si él aparecía en la próxima campaña electoral con un<br />
nieto en los brazos, el bebé <strong>de</strong> su hija adolescente, seguro que obtendría las simpatías<br />
<strong>de</strong> mucha gente. Dejando volar su imaginación, Diego sonrió al verse en la portada <strong>de</strong>