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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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embargo esa mañana, durante la “cita semanal”, había sido él el que insistió para que<br />

Enriqueta le hablase <strong>de</strong> su futuro, y la mujer se había negado a hacerlo. Primero puso<br />

como excusa que se había olvidado el tarot en su casa, pero cuando Diego se ofreció<br />

a facilitarle otro, la vi<strong>de</strong>nte dijo que no se encontraba bien, y que su mal estado<br />

anímico podría influir en la tirada <strong>de</strong> las cartas. En ese momento Diego la creyó y no le<br />

dio más importancia pensando que, al fin y al cabo, eso no era lo esencial. Lo<br />

fundamental en esos momentos, y lo único que le importaba <strong>de</strong> verdad, eran las<br />

noticias que Enriqueta le traía <strong>de</strong> La Habana. Según le aseguró la vieja bruja, “su<br />

encargo” había empezado a hacer efecto y estaría terminado en la fecha prevista. Que<br />

no era otra que el próximo sábado; el mismo día en el que iba a celebrar sus 25 años<br />

al frente <strong>de</strong>l Gobierno <strong>de</strong>l Territorio. La noticia <strong>de</strong> que todo se iba <strong>de</strong>sarrollando según<br />

sus planes hizo que Diego pasara el día <strong>de</strong> muy buen humor. Ni siquiera se alteró con<br />

la lectura <strong>de</strong> los periódicos, en los que se recogían las críticas <strong>de</strong> un portavoz <strong>de</strong> la<br />

oposición, acusándole <strong>de</strong> que, mientras el presi<strong>de</strong>nte vivía cada vez mejor, el Territorio<br />

seguía ocupando los últimos puestos en cuanto a niveles <strong>de</strong> renta y bienestar.<br />

“Valiente hijoputa –pensó- tendré que hablar con los editores porque no les estoy<br />

pagando una millonada en publicidad, para que luego le <strong>de</strong>n cancha a estos<br />

cabrones”. Y tampoco se enfadó cuando al salir <strong>de</strong>l Palacio, para asistir a un acto<br />

protocolario, se encontró en las puertas con una manifestación <strong>de</strong> enseñantes, que<br />

protestaban por reivindicaciones salariales. “No sé qué coño quieren –le comentó a su<br />

chófer- si viven como dios. Ojalá tuviera yo sus vacaciones y sus jornadas <strong>de</strong> trabajo.<br />

Lo que pasa es que son unos vagos. ¡Así como va a prosperar el Territorio!”<br />

Aunque nada <strong>de</strong> eso había alterado su buen humor, ahora, mientras<br />

recapitulaba sobre los sucesos <strong>de</strong>l día tumbado en aquel sillón, Diego se dio cuenta <strong>de</strong><br />

que <strong>de</strong>bió haber sospechado que algo malo ocurría, al ver la cara con que le recibió<br />

su mujer cuando llegó a casa. Sin embargo, Paloma no le había <strong>de</strong>jado opción a<br />

pensar. Nada más oírle entrar por la puerta, había salido a su encuentro y le había<br />

soltado a bocajarro:

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