Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
You also want an ePaper? Increase the reach of your titles
YUMPU automatically turns print PDFs into web optimized ePapers that Google loves.
Capítulo XIII<br />
Diego Castillo no podía creer lo que le estaba pasando. “Y sólo faltan tres días<br />
para la Convención” –repetía una y otra vez mientras daba vueltas, a gran<strong>de</strong>s<br />
zancadas, por el salón <strong>de</strong> su vivienda. Había bajado hasta allí porque no podía<br />
conciliar el sueño, <strong>de</strong>spués <strong>de</strong> la fuerte discusión que había tenido con su mujer, y <strong>de</strong><br />
la conversación telefónica que había mantenido con su hija María. “Deben estar locas<br />
–dijo en voz alta- yo creo que las mujeres <strong>de</strong> esta casa han perdido la cabeza. ¡Ojalá<br />
hubiera tenido un hijo –añadió continuando con su monólogo- seguramente sería más<br />
razonable y, a<strong>de</strong>más, qué hostia, seguro que no le habría pasado algo así, hubiera<br />
sido más cuidadoso”. Aunque la habitación estaba fresca a esas horas <strong>de</strong> la<br />
madrugada, y sólo iba vestido con el pijama, Diego Castillo sudaba copiosamente.<br />
Cansado <strong>de</strong> dar vueltas como un león enjaulado, se <strong>de</strong>jó caer en un sillón <strong>de</strong> orejas y<br />
trató <strong>de</strong> calmarse, pero nuevamente comenzó a hablar en voz alta: “Y a<strong>de</strong>más <strong>de</strong> tres<br />
meses. Encima está <strong>de</strong> tres meses, no sé a qué esperaba para <strong>de</strong>círnoslo, quizás a<br />
que ya hubiera nacido el niño”. Con gesto <strong>de</strong> <strong>de</strong>sesperación, Diego se frotó las sienes<br />
con las manos, y luego echó la cabeza para atrás cerrando los ojos. Por su mente<br />
<strong>de</strong>sfilaron los últimos sucesos que había vivido ese día, y que amenazaban con hundir<br />
su carrera política, precisamente ahora, cuando estaba tan cerca <strong>de</strong> alcanzar lo que se<br />
proponía.<br />
Debió pensar que algo no iba bien cuando Enriqueta Beltrán se negó esa<br />
mañana a echarle las cartas. Des<strong>de</strong> que le había encargado a la vi<strong>de</strong>nte que buscase<br />
a alguien para hacer un hechizo mortal contra Raimundo Carbajal, cada vez que la<br />
vieja había intentado echarle las cartas <strong>de</strong>l Tarot, él no lo había permitido. Sin