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Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

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controlar y dañar a los <strong>de</strong>más. Teresa recordó las advertencias que su abuela siempre<br />

le hacía para evitar este tipo <strong>de</strong> hechizos, y cómo le repetía que la energía que<br />

funciona en el universo es sólo una y neutra. Ni buena ni mala, y que somos nosotros<br />

los que la utilizamos en un sentido o en otro.<br />

Cuando terminó <strong>de</strong> ducharse y se cambió <strong>de</strong> ropa, volviendo a sus viejos<br />

vaqueros y su amplio jersey, Teresa se sintió reconfortada. Mientras terminaba <strong>de</strong><br />

peinarse su melena rizada frente al espejo, <strong>de</strong>cidió que esa noche volvería a acostarse<br />

con Raimundo, pero <strong>de</strong>spués ya no lo haría nunca más. No quería implicarse<br />

emocionalmente con aquel hombre y se prometió a sí misma, que tampoco iba a<br />

permitir que el <strong>de</strong>seo sexual se apo<strong>de</strong>rase <strong>de</strong> ella y la convirtiera en su esclava, como<br />

había ocurrido esa misma mañana. Para bien o para mal, ella era lo que era: Una<br />

hechicera que había sido iniciada en la santería por su abuela y que, <strong>de</strong> ninguna<br />

manera, iba a renunciar al estudio constante <strong>de</strong> la naturaleza y <strong>de</strong>l universo, que le<br />

llevaría a alcanzar la suprema libertad. Era verdad que entre los brazos <strong>de</strong> Raimundo<br />

había experimentado cosas nuevas, y había anhelado intensamente vivir el<br />

sentimiento <strong>de</strong>l amor. Pero el precio que tendría que pagar para ello era <strong>de</strong>masiado<br />

alto. Echándose un último vistazo ante el espejo, Teresa recordó aquella conversación<br />

que tuvo con su abuela, en la que la anciana le dijo que, aún más importante que el<br />

amor, era que cada uno cumpliera su propio <strong>de</strong>stino. Se acordó <strong>de</strong> que, en aquel<br />

momento, ella le había dicho a su abuela que no había nada más importante que el<br />

amor. Pero ahora entendía muy bien lo que le había querido transmitir la anciana.<br />

Des<strong>de</strong> que Esperanza Milagros había muerto, le habían sucedido un sin fin <strong>de</strong> cosas<br />

inimaginables, y ella se encontraba algo perdida. Pero tenía la absoluta seguridad <strong>de</strong><br />

que su <strong>de</strong>stino no era enamorarse <strong>de</strong> Raimundo y formar una familia.<br />

-¿Y cual es entonces tu <strong>de</strong>stino? –dijo en voz alta encarándose con la imagen que le<br />

<strong>de</strong>volvía el espejo-<br />

-No sé cuál es –se respondió a sí misma mientras se encogía <strong>de</strong> hombros- pero al<br />

menos sí sé lo que no es.

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