Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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El ruido proce<strong>de</strong>nte <strong>de</strong>l tráfico <strong>de</strong> la calle hizo que Teresa se <strong>de</strong>spertase<br />
sobresaltada. Por unos momentos, no supo dón<strong>de</strong> se encontraba. Pero<br />
inmediatamente superó la confusión y se <strong>de</strong>sperezó en la cama. Notó que estaba<br />
<strong>de</strong>scansada y mucho más tranquila que cuando se acostó. Miró el reloj, que llevaba<br />
puesto en su muñeca izquierda, y comprobó que había dormido más <strong>de</strong> cinco horas.<br />
Tenía un apetito voraz y <strong>de</strong>cidió levantarse rápidamente, ducharse y salir a comer<br />
algo. Luego tenía que ir a comprar algunas cosas para la cena <strong>de</strong> esa noche en casa<br />
<strong>de</strong> Raimundo. Pensando <strong>de</strong> nuevo en el joven, sintió una gran compasión hacia él. Se<br />
creía una persona importante, que controlaba y calculaba cada instante <strong>de</strong> su vida. Y<br />
ahí estaba a merced <strong>de</strong> un hechizo mortal, encargado por algún rival político. Si ella se<br />
lo contase, Raimundo no le creería. Pensaría que Teresa estaba loca y que en un<br />
lugar tan civilizado como la Gran Ciudad esas cosas, sencillamente, no ocurrían. Pero,<br />
no sólo sí ocurrían, sino que eran mucho más frecuentes <strong>de</strong> lo que la mayoría <strong>de</strong> la<br />
gente se pensaba. Ella estaba harta <strong>de</strong> ver cómo muchos turistas españoles iban a La<br />
Habana, buscando sexo exótico, barato y fácil. Y también la magia <strong>de</strong> los santeros. Su<br />
abuela siempre le <strong>de</strong>cía que, en realidad, no había tanta diferencia entre las peticiones<br />
que los fieles hacían en la Iglesia, a los santos católicos, y los rituales <strong>de</strong> la santería.<br />
De hecho, muchas divinida<strong>de</strong>s cubanas tenían su correspon<strong>de</strong>ncia con los santos<br />
católicos. En Cuba, a Eleguá se le consi<strong>de</strong>raba algo así como el secretario <strong>de</strong> Dios, y<br />
su correspondiente católico era San Pedro. Yemayá era la dueña <strong>de</strong>l mar, y su<br />
equivalente sería la Virgen <strong>de</strong>l Carmen y la Virgen <strong>de</strong> la Regla. El arcángel San<br />
Miguel, representado con su espada era el “orisha” Changó, la <strong>de</strong>idad cubana <strong>de</strong> la<br />
justicia. Y así se podría seguir in<strong>de</strong>finidamente, viendo el sincretismo que existía entre<br />
los santos católicos y las <strong>de</strong>ida<strong>de</strong>s en su país. En cuanto a las peticiones <strong>de</strong> favores,<br />
su abuela le <strong>de</strong>cía que también eran muy similares. Y que, bajo la bóveda <strong>de</strong> una<br />
iglesia o la <strong>de</strong>l firmamento celeste, todo el mundo pedía lo mismo: salud, dinero, amor,<br />
trabajo, suerte, protección contra el mal. Luego estaban aquellos que, enfermos <strong>de</strong><br />
po<strong>de</strong>r y no conformándose con estas peticiones, pasaban a encargar trabajos para