Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada
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energía sexual, con el fin <strong>de</strong> <strong>de</strong>stinarla a propiciar su conciencia, para conseguir el<br />
mayor bien al que <strong>de</strong>be aspirar todo ser humano: la suprema libertad. Esperanza<br />
Milagros había instruido a su nieta para que pudiera estar por encima <strong>de</strong> las pasiones<br />
mundanas, para que no se apegase a nada ni a nadie, y pudiera contar con la energía<br />
suficiente como para <strong>de</strong>jar este mundo <strong>de</strong> una forma consciente. Pero no la había<br />
instruido para <strong>de</strong>fen<strong>de</strong>rse <strong>de</strong> la cercanía <strong>de</strong> otro cuerpo, ni para estar insensible ante<br />
el abrazo apasionado o la necesidad <strong>de</strong> contacto sexual. Todo lo que estaba viviendo<br />
en esos momentos era totalmente nuevo para ella y, aunque quería mantenerse al<br />
margen, y contemplar la escena <strong>de</strong>s<strong>de</strong> fuera, no conseguía hacerlo. Raimundo,<br />
mientras tanto, ajeno a la lucha interna <strong>de</strong> Teresa, se movía por su cuerpo<br />
absolutamente encantado y con la pericia <strong>de</strong> un amante experto. Cada vez más<br />
excitado, continuaba estimulando las zonas erógenas <strong>de</strong> Teresa, hasta que la joven ya<br />
no pudo resistirse más y se abandonó al placer.<br />
A partir <strong>de</strong> ese momento, la inexperta Teresa <strong>de</strong>volvió las caricias a Raimundo<br />
y, con gran <strong>de</strong>dicación, centró su atención en el pene duro y erecto <strong>de</strong>l joven. Por unos<br />
instantes pensó que quizás si le masturbaba podría obtener su semen sin necesidad<br />
<strong>de</strong> que él la penetrara. Pero al instante rechazó esa posibilidad porque, en esos<br />
momentos, ella tenía tantas ganas como él <strong>de</strong> que Raimundo entrase en su cuerpo.<br />
Por eso no opuso ninguna resistencia cuando éste se <strong>de</strong>sprendió rápidamente <strong>de</strong> su<br />
ropa, y la ayudó a <strong>de</strong>snudarse. Y tampoco le rechazó cuando el joven, con gran<br />
ímpetu, pero a la vez con <strong>de</strong>licada pericia, introdujo su sexo erecto en la cavidad <strong>de</strong><br />
Teresa. En ese momento, la joven experimentó una inmensa agitación en esa zona <strong>de</strong><br />
su cuerpo, como si una corriente eléctrica la recorriera, y empezó a dar gemidos <strong>de</strong><br />
placer. Nunca en su vida había sentido nada igual. Cada movimiento <strong>de</strong> la pelvis <strong>de</strong><br />
Raimundo sumía a la joven en un estado sensual <strong>de</strong> gozo creciente, que culminó con<br />
el éxtasis <strong>de</strong>l orgasmo. Su primer orgasmo. Mientras Teresa aún gritaba <strong>de</strong> placer,<br />
Raimundo, que hasta ese momento había estado reteniéndose, aceleró sus<br />
movimientos y, casi al instante, fluyó todo un río <strong>de</strong> semen hacia la vagina <strong>de</strong> Teresa,