Laberinto de sueños - Libros de Rosa Villada

un circulo mágico imaginario en torno a Raimundo, para intentar desviar las energías
negativas que llegaban hasta él, mientras recitaba en voz baja una antigua oración
protectora. Pero ahora, mientras contemplaba a Raimundo retorciéndose en el sofá,
estaba confirmando lo que ya sabía: Todo lo que había hecho resultaba insuficiente
para detener el hechizo, por lo que era necesario obtener cuanto antes el semen de
Raimundo. Teresa sabía que los agudos dolores que ahora sufría el joven tendrían
una duración limitada, puesto que su finalidad era la de debilitar los cuerpos físico y
etéreo. Por eso tomó la determinación de que, en cuanto éste se repusiera del dolor,
ella misma favorecería la unión corporal con aquel muchacho que el destino había
colocado en su camino.
Los dolores, efectivamente, no tuvieron mucha duración y, de la misma forma
que habían llegado, desaparecieron al cabo de unos minutos; algo que desconcertó
mucho a Raimundo, quien, con cara de perplejidad, se lo hizo saber a Teresa:
-Esto es increíble –dijo- pero ya no me duele. Es igual que anoche. He pasado de
tener unos dolores insoportables, a encontrarme perfectamente bien, sin ninguna
molestia. El dolor ha desaparecido como por arte de magia. No lo entiendo, es un
malestar intermitente. ¿Es posible que algo de la cena no me sentase bien? –
preguntó-
-Sí, seguramente será la cena –respondió Teresa sin mucha convicción- lo importante
es que ya ha pasado y ahora podemos continuar lo que dejamos anoche a medio.
Asombrada al escuchar sus propias palabras, que no parecía haber dicho ella, Teresa
no opuso ninguna resistencia cuando Raimundo, animado por la invitación de la joven,
se incorporó en el sofá y la besó apasionadamente en la boca. Mientras lo hacía,
Teresa pensó que debía mantenerse despierta, y no dejar que la pasión de Raimundo
la arrastrase a ella. Sin embargo, le resultaba muy difícil no dejarse llevar. Aún en
contra de su voluntad, Teresa le devolvió los besos con el mismo calor que los recibía,
y notó cómo poco a poco iba creciendo su excitación. Se estaba metiendo en un
terreno en el que era totalmente inexperta. Había sido educada para sublimar su