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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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los phagors se dejaron allí, pudriéndose. Nadie quería las pieles.<br />

Laintal Ay y Dathka se llevaron las ciervas usadas como cebo mientras Eline Tal y los demás<br />

examinaban a Aoz Roon. Éste les apartó las manos, maldiciendo.<br />

—Vámonos, de prisa —dijo, sosteniéndose el costado con una mueca de dolor—. Donde<br />

había cuatro puede haber más.<br />

Pusieron los animales muertos sobre el lomo de los vivos e iniciaron el viaje de vuelta.<br />

Nahkri estaba enojado con Aoz Roon.<br />

—Esos dos machos estaban muertos de hambre. La carne será como cuero.<br />

Aoz Roon no respondió.<br />

—Sólo los buitres prefieren los ciervos a las ciervas —dijo Klils.<br />

—Calla, Klils —gritó Laintal Ay—. ¿No entiendes que Aoz Roon está herido? Ve a<br />

practicar con el hacha.<br />

Aoz Roon mantenía la vista clavada en el suelo, sin hablar, lo que irritaba aún más al<br />

hermano mayor. Alrededor, el eterno paisaje guardaba silencio.<br />

Cuando finalmente estuvieron a la vista de Oldorando y de las protectoras fuentes termales,<br />

los vigías de las torres hicieron sonar los cuernos. Eran hombres demasiado viejos o enfermos<br />

para cazar. Nahkri les había dado una tarea más sencilla; pero si los cuernos no sonaban en el<br />

momento preciso en que la partida de caza aparecía a lo lejos, les suprimía la ración de rathel.<br />

Los cuernos eran la señal para que las mujeres abandonaran lo que estaban haciendo y acudieran<br />

a recibir a los hombres fuera de la empalizada. Ellas siempre temían que hubiera ocurrido<br />

alguna muerte; la viudez implicaba tareas humildes, mera subsistencia, vida más corta. En esta<br />

ocasión, contaron las cabezas y se alegraron. Todos los cazadores regresaban. A la noche habría<br />

una fiesta. Algunas de las mujeres concebirían.<br />

Eline Tal, Tanth Ein y Faralin Ferd llamaron a las mujeres, en términos que eran a la vez<br />

cariñosos y abusivos. Aoz Roon cojeaba, solo, en silencio; miró por debajo de las cejas oscuras<br />

para ver si Shay Tal había venido. No era así.<br />

Tampoco Dathka fue recibido por una mujer. Endureció el rostro juvenil mientras atravesaba<br />

el grupo de bienvenida, pues había esperado la presencia de Vry, la discreta amiga de Shay Tal.<br />

Aoz Roon despreciaba secretamente a Dathka porque no había una mujer que corriera a<br />

recibirlo, aunque él mismo estuviese en esa situación.<br />

Vio que un cazador tomaba la mano de Dol Sakil, la hija de la partera. Y que su propia hija,<br />

Oyre, se precipitaba a recibir a Laintal Ay: pensó que harían buena pareja, y que de algo serviría<br />

esa unión.<br />

Por supuesto, la muchacha tenía carácter firme, en tanto que Laintal Ay era más bien blando.<br />

Ella lo obligaría a una larga danza antes de consentir. En ese sentido, Oyre era como la preciosa<br />

Shay Tal: difícil, hermosa, y con una mente propia.<br />

Pasó, cojeando, por las anchas puertas, con la cabeza baja, todavía cubriéndose el costado<br />

con la mano. Nahkri y Klils se acercaban, rechazando a sus estridentes mujeres. Ambos le<br />

echaron unas miradas amenazadoras.<br />

—No te adelantes, Aoz Roon —le ordenó Nahkri—. Guarda tu lugar.<br />

Aoz Roon lo miró por encima del hombro encogido.<br />

—Una vez he blandido el hacha, y por Wutra, lo haré de nuevo —gruñó.<br />

El mundo parecía borroso ante él. Bebió de un trago un jarro de rathel con agua, pero aún se<br />

sentía mal. Trepó al cubil que compartía con sus compañeros, por una vez indiferente a la tarea<br />

de desollar y limpiar la caza que había contribuido a traer. Una vez arriba, cayó al suelo. Pero<br />

no permitió que la esclava le cortara el abrigo de pieles para examinar las heridas. Descansó,<br />

apretándose las costillas con los brazos. Una hora más tarde salió solo en busca de Shay Tal.<br />

Como pronto oscurecería, ella había ido a llevar cortezas de pan al Voral para alimentar a los<br />

gansos. El río estaba crecido. Se había deshelado durante el día; las aguas negras se movían<br />

enmarcadas por hojas de hielo blanco que los gansos atravesaban dando roncos graznidos.<br />

Habían estado siempre heladas, cuando ellos eran jóvenes.<br />

Ella dijo: —Los cazadores se alejan mucho; sin embargo, esta mañana he visto caza del otro<br />

lado del río. Mielas y caballos salvajes, creo. Sombrío, taciturno, Aoz Roon la miró y le apretó<br />

el brazo.<br />

—Siempre te opones, Shay Tal. ¿Crees que sabes más que los cazadores? ¿Por qué no viniste

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