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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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tres machos residentes. El animal se acercó, pisoteando el suelo, mugiendo con la cabeza gacha,<br />

exhibiendo la cornamenta. El recién llegado permaneció donde estaba, sin intentar defenderse.<br />

El ciervo residente cargó contra el intruso. Cuando las cornamentas se unieron, Aoz Roon<br />

advirtió una correa de cuero entre los cuernos del renegado. Rápidamente, entregó la cierva a<br />

Laintal Ay y desapareció detrás del árbol más próximo. Luego corrió hasta el siguiente.<br />

Ese denniss estaba ennegrecido y muerto. A través de las ramas rotas, Aoz Roon pudo ver<br />

una mata de pelo amarillento que sobresalía entre los árboles más alejados. Alzando la lanza en<br />

la mano derecha, y echando atrás el brazo para descargar el golpe, corrió como sólo él podía<br />

correr. Sentía bajo las botas las piedras afiladas escondidas en la nieve; escuchaba el mugido de<br />

los animales en lucha; veía acercarse el bosquecillo muerto, y corría todo el tiempo tan<br />

silenciosamente como podía. Algún ruido era inevitable.<br />

El pelo se movió y se convirtió en el hombro de un phagor. El monstruo se volvió. Los<br />

grandes ojos rojizos relampaguearon. Bajó los largos cuernos y abrió los brazos para enfrentar<br />

el ataque. Aoz Roon le hundió la lanza debajo de las costillas.<br />

Con un grito, la gran criatura de dos filos cayó hacia atrás, empujada por la carga de Aoz<br />

Roon. El hombre cayó también. El phagor le rodeó el cuerpo con los brazos, hundiéndole en la<br />

espalda las manos córneas. Ambos rodaron en la nieve sucia.<br />

Las dos criaturas, la blanca y la negra, se convirtieron en un solo animal, que luchaba<br />

consigo mismo en un paisaje primario, tratando de separarse. Dio contra una raíz plateada y<br />

nuevamente se convirtió en dos partes, la negra debajo.<br />

El phagor echó atrás la cabeza y abrió las mandíbulas. Dos hileras de dientes amarillos,<br />

enclavados como palas en unas encías blanquecinas, enfrentaron a Aoz Roon. Aoz Roon<br />

consiguió liberar un brazo, recoger una piedra, y meterla entre los labios y los dientes, que<br />

estaban a punto de cerrarse sobre él. Se puso de pie, vio el mango de la lanza clavado aún en el<br />

cuerpo del monstruo y se dejó caer encima. El phagor emitió un último y violento ronquido, y<br />

murió. Una sangre amarilla brotó de la herida. Los brazos del phagor se abrieron, y Aoz Roon se<br />

incorporó, jadeando. Un ave vaquera se elevó muy cerca y aleteó pesadamente hacia el este.<br />

Alcanzó a ver cómo Laintal Ay despachaba a otro phagor. Otros dos huyeron a la carrera,<br />

abandonando la protección de un denniss horizontal. Ambos galopaban en un solo kaidaw e<br />

iban hacia los riscos. Las blancas aves los seguían con las alas desplegadas, devolviendo con<br />

nuevos chillidos los ecos que venían del desierto.<br />

Dathka se acercó y apretó en silencio el hombro de Aoz Roon. Ambos se miraron, y<br />

sonrieron. Aoz Roon mostró los dientes blancos, a pesar del dolor. Dathka no separó los labios.<br />

Laintal Ay apareció, entusiasmado.<br />

—Lo maté. ¡Está muerto! —decía—. Tienen las vísceras en el pecho, los pulmones en el<br />

vientre...<br />

Apartando con un puntapié el cuerpo del phagor, Aoz Roon se apoyó contra un tronco.<br />

Respiró con fuerza por la boca y la nariz para librarse del acre olor a lecha del enemigo. Las<br />

manos le temblaban.<br />

—Llama a Eline Tal —dijo.<br />

—¡Lo maté, Aoz Roon! —repitió Laintal Ay, señalando el cuerpo caído en la nieve.<br />

—Trae a Eline Tal —ordenó Aoz Roon.<br />

Dathka se acercó a los dos ciervos, que continuaban luchando con las cabezas juntas, las<br />

cornamentas unidas, batiendo la nieve con los cascos. Sacó el cuchillo y les cortó las gargantas<br />

como un experimentado carnicero. Los animales quedaron en pie, sangrando, hasta que no<br />

pudieron sostenerse; cayeron y murieron con los cuernos todavía unidos.<br />

—La correa entre los cuernos... Es una vieja treta de los peludos —dijo Aoz Roon—. Apenas<br />

la vi, supe de qué se trataba.<br />

Eline Tal llegó corriendo con Faralin Ferd y Tanth Ein. Apartaron a los hombres más<br />

jóvenes y sostuvieron a Aoz Roon.<br />

—Sólo tenías que matar a ese monstruo; no abrazarlo —dijo Eline Tal.<br />

El resto del rebaño había huido hacía tiempo. Los hermanos habían matado a tres ciervas y<br />

estaban orgullosos. Los demás cazadores vinieron a ver qué había ocurrido. Cinco animales no<br />

eran mala caza; el pueblo de Oldorando podría comer cuando ellos regresasen. Los cuerpos de

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