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A nada se parece más un pinzasaco que a una choza de madera de techo hundido y recubierto<br />
de paja. No tenían muchos enemigos aparte del hombre, y se alimentaban rara vez, pues eran<br />
enormemente lentos. Lo único que vio Laintal Ay de ese particular pinzasaco, enroscado en el<br />
fondo de la trampa, fue la cabeza asimétrica y cornuda, y unos dientes que parecían estacas de<br />
madera. Las mandíbulas se cerraron sobre la pierna de Laintal Ay, quien se desprendió con un<br />
puntapié y rodó a un lado.<br />
Luchando contra la nieve que lo cercaba, alzó la lanza y la hundió como una cuña entre las<br />
mandíbulas. El pinzasaco se debatió con golpes rítmicos, lentos aunque poderosos. Derribó otra<br />
vez a Laintal Ay, pero no consiguió cerrar la boca. Alejándose de los cuernos, el joven trepó de<br />
un salto sobre el lomo de la bestia, y se aferró a las rígidas matas de pelo que crecían entre las<br />
placas octogonales del caparazón. Sacó el cuchillo del cinto; agarrado a los pelos con una mano<br />
atacó los tendones fibrosos que sostenían una placa octogonal.<br />
El pinzasaco chilló de furia. También a él le estorbaba la nieve, y no podía darse vuelta para<br />
aplastar al enemigo. Laintal Ay logró arrancar la placa, que parecía una madera con astillas. La<br />
metió en la garganta del pinzasaco y empezó a cortar la torpe cabeza.<br />
La cabeza cayó. No corrió sangre; apenas un fluido blancuzco. El pinzasaco tenía cuatro<br />
ojos. Había una especie más pequeña de dos ojos. Un par estaba implantado en la parte anterior<br />
del cráneo; el otro miraba hacia atrás, desde unas protuberancias córneas en la parte posterior.<br />
Ahora los dos pares de ojos parpadeaban, incrédulos todavía, mientras la cabeza rodaba en la<br />
nieve.<br />
El cuerpo decapitado empezó a retroceder con rapidez. Laintal Ay lo siguió, debatiéndose<br />
entre la nieve que se derrumbaba, hasta que él y la bestia emergieron a la luz.<br />
Era proverbialmente difícil matar un pinzasaco. Este recorrería largo trecho antes de<br />
sucumbir.<br />
Laintal Ay gritó jubiloso. Buscó sus pedernales, saltó al cuello de la criatura y encendió el<br />
pelaje rígido, que ardió con un furioso ruido sibilante. Un humo maloliente subió al cielo.<br />
Quemando uno u otro lado lograba guiar a la criatura, que ahora retrocedía hacia Oldorando.<br />
En las altas torres resonaron los cuernos. Laintal Ay vio la espuma de los géisers. Allí estaba<br />
la estacada, con las calaveras pintadas de brillantes colores. Los cazadores y las mujeres salieron<br />
a recibirlo.<br />
Sacudió el gorro de piel. Sentado sobre el extremo ardiente de la gran oruga de madera, entró<br />
en triunfo por las calles de Embruddock.<br />
Todos reían. Pero pasaron varios días hasta que desapareció el hedor de las casas que<br />
bordeaban el camino triunfal.<br />
La parte no quemada del pinzasaco de Laintal Ay fue consumida durante el festival del<br />
Doble Ocaso. Incluso los esclavos participaban en el festival: uno de ellos sería ofrecido corno<br />
sacrificio a Wutra.<br />
En Oldorando, el Doble Ocaso coincidía con el Día de Año Nuevo. Era el año 21 según el<br />
nuevo calendario, y habría celebraciones. A pesar de las amenazas naturales, la vida era buena y<br />
convenía protegerla con sacrificios.<br />
Durante semanas Batalix se había adelantado en el cielo al centinela más lento. En mitad del<br />
invierno se acercaron y los días y las noches duraban lo mismo, sin media luz.<br />
—¿Por qué se mueven así? —preguntó Vry a Shay Tal.<br />
—Así se han movido siempre —respondió ella.<br />
—Eso no es una respuesta, señora —concluyó Vry.<br />
La perspectiva de un sacrificio y una fiesta posterior añadían excitación a la ceremonia de los<br />
ocasos. Antes de comenzar, hubo bailes en la plaza, alrededor de una gran hoguera. La música<br />
provenía de un tambor, una flauta y un corno. Algunos afirmaban que este último instrumento<br />
había sido inventado personalmente por el Gran Yuli. Se distribuyó rathel entre los danzarines,<br />
y luego todos salieron de las empalizadas, transpirando debajo de los trajes de piel.<br />
Al este de la vieja pirámide había una piedra para los sacrificios. Los ciudadanos se<br />
reunieron en torno, a distancia respetuosa, como ordenó un maestro de las corporaciones.<br />
Se hizo un sorteo entre los esclavos. El honor de ser la víctima tocó a Calary, el joven<br />
esclavo de Borlien que pertenecía a Aoz Roon. Lo trajeron con las manos atadas a la espalda, y