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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Oldorando, hasta más lejos de lo que puede volar un halcón —dijo ella. Laintal Ay echó una<br />

mirada vivaz al paisaje, tenebroso bajo una gruesa capa de nubes.<br />

—Eso es un disparate.<br />

Laintal Ay sabía lo que probablemente Oyre ignoraba; que el territorio de los halcones estaba<br />

aún más severamente limitado que el de los hombres. El discurso de Shay Tal le había mostrado<br />

otros límites de la vida, que ahora rumiaba infructuosamente mientras miraba a la muchacha,<br />

que estaba allí abajo, con el ceño fruncido. Se sentía irritado con Oyre, no sabía por qué, y<br />

quería ponerla a prueba de alguna manera, encontrar palabras para lo que había más allá del<br />

silencio.<br />

—¡Ven a ver lo que he encontrado, Laintal Ay! —La cara oscura y brillante de Oyre lo miró.<br />

Recientemente, las facciones se le habían afinado; estaba haciéndose mujer. Él olvidó su propia<br />

frustración y se deslizó por la pared en declive, aterrizando al lado de ella.<br />

Oyre había sacado del nicho una cosa viva, desnuda y pequeña, que se le retorcía en las<br />

manos, con un rosado rostro de roedor deformado por la alarma.<br />

El pelo de Laintal Ay rozó el de Oyre cuando miró ese recién llegado al mundo. Ahuecó las<br />

manos ásperas sobre las manos de Oyre hasta que ambos entrelazaron los dedos alrededor de un<br />

centro que se debatía.<br />

Ella alzó la cara y lo miró de frente, con los labios entreabiertos, en una leve sonrisa. El<br />

sintió el olor de ella. La tomó por la cintura.<br />

Pero allí estaba el esclavo; mostrando en la cara que comprendía oscuramente la llama de esa<br />

nueva intuición que había estallado entre ambos. Oyre retrocedió un paso, y empujó al pequeño<br />

mamífero dentro del agujero. Miró el suelo con e! ceño fruncido.<br />

—Tu maravillosa Shay Tal no lo sabe todo. Mi padre me ha dicho que él la considera rara.<br />

Vamos a casa.<br />

Laintal Ay vivió un tiempo en casa de Shay Tal. La muerte de sus padres y abuelos lo había<br />

separado de la infancia; pero el y Dathka eran ahora cazadores con todos los derechos. La<br />

herencia había ido a parar a manos de sus tíos, pero estaba decidido a mostrar que valía tanto<br />

como ellos. Maduró rápidamente, y creció con una expresión de vivacidad. Tenía un mentón<br />

firme, y facciones bien definidas. Todos advirtieron en seguida que era fuerte y rápido. Muchas<br />

jóvenes le sonreían, pero él sólo tenía ojos para la hija de Aoz Roon.<br />

Aunque era popular, algo en él hacía que la gente se mantuviera a distancia. Había<br />

escuchado las valientes palabras de Shay Tal. Algunos opinaban que era demasiado consciente<br />

de descender del Gran Yuli. Aun en compañía, permanecía aparte. No tenía otro amigo íntimo<br />

que Dathka Den, el hombre de las corporaciones que se había hecho cazador; y Dathka rara vez<br />

hablaba ni siquiera con Laintal Ay. Como alguien había dicho, Dathka era lo más parecido a<br />

nadie.<br />

Posteriormente, Laintal Ay fue a vivir con algunos de los cazadores en la gran torre, encima<br />

de la habitación de Nahkri y Klils. Escuchó allí las viejas historias, y aprendió a cantar las viejas<br />

canciones de los cazadores. Pero nada le gustaba tanto como reunir unas pocas provisiones,<br />

ponerse unas botas de nieve, y recorrer los alrededores verdeantes. Ya no buscaba, para esas<br />

expediciones, la compañía de Oyre.<br />

Nadie más se atrevió a salir solo en ese entonces. Los cazadores cazaban juntos; los pastores<br />

de cerdos no se alejaban del poblado; las personas que atendían los brassimipos trabajaban en<br />

grupos. El peligro y la muerte eran los compañeros de la soledad, con harta frecuencia. Laintal<br />

Ay fue tenido por excéntrico, aunque continuaron respetándolo, ya que no dejaba de acrecentar<br />

el número de cráneos de animales que adornaban las estacadas de Oldorando.<br />

Las tempestades aullaban. Laintal Ay viajaba lejos, sin que la inhóspita naturaleza lo turbase.<br />

Llegó a valles desconocidos y a ruinas de ciudades cuyos habitantes habían huido mucho tiempo<br />

atrás, abandonando sus hogares a los lobos y al frío.<br />

En la época del festival del Doble Ocaso, Laintal Ay llevó a cabo una hazaña que rivalizaba<br />

con la de él mismo y Aoz Roon, cuando capturaron a los mercaderes de Borlien. Recorría solo<br />

las tierras altas al noreste de Oldorando, y la nieve profunda se abrió de pronto a sus pies.<br />

Laintal Ay cayó dentro de un hoyo. En el fondo había un pinzasaco, esperando la próxima<br />

comida.

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