aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf
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Quzints en el norte. Eran, la mayoría, conocidos en Oldorando como estafadores y embaucadores. Aoz Roon y Laintal Ay los llevaron a Oldorando como esclavos y distribuyeron las mercaderías entre la gente. Aoz Roon se reservó como esclavo personal a un joven, apenas mayor que Laintal Ay, llamado Calary. Este episodio acrecentó el prestigio de Aoz Roon. Pronto estuvo en condiciones de desafiar a Nahkri y a Klils. Pero siguiendo una inclinación natural, en lugar de precipitarse, continuó acompañando a sus amigos. En las corporaciones había inquietud. Un joven llamado Dathka intentaba abandonar la corporación de los trabajadores del metal, negándose a cumplir el largo término de los aprendices. Fue conducido ante los hermanos, que no consiguieron persuadirlo. Dathka desapareció de todas partes durante dos días. Una mujer informó que estaba atado y tendido en una celda poco utilizada, con el rostro lastimado. Ante esto, Aoz Roon visitó a Nahkri y le pidió que permitiera a Dathka unirse a los cazadores. —Cazar no es una actividad fácil —dijo—. Todavía abunda la caza, pero con esta extraña temperatura de los últimos años, los territorios de caza han cambiado. Como sabes, se nos exige mucho. Deja entonces que Dathka se una a nosotros, si lo desea. ¿Por qué no? Si no sirve, lo expulsaremos y volveremos a discutirlo. Tiene más o menos la edad de Laintal Ay, y puede trabajar con él. Había poca luz donde estaba Nahkri, vigilando a los esclavos que ordeñaban las cerdas del rathel. El techo era bajo, y Nahkri estaba algo encorvado. Pareció encorvarse aún más ante el desafío de Aoz Roon. —Dathka debe obedecer la ley —dijo Nahkri, ofendido también por la innecesaria referencia de Aoz Roon a Laintal Ay. —Permítele cazar y obedecerá la ley. Se ganará el sustento antes de que se le curen las marcas de tus golpes. Nahkri escupió. —No tiene experiencia como cazador. Es un artesano. Hay que conocer el trabajo. —Nahkri temía que se difundiesen los secretos de la corporación; las artesanías de cada corporación eran guardadas celosamente, y reforzaban el poder de los gobernantes. —Si no quiere trabajar, deja que intente nuestra dura vida y ya veremos —insistió Aoz Roon. —Es un hombre huraño y silencioso. —El silencio es una ayuda en las llanuras abiertas. Finalmente, Nahkri dejó a Dathka en libertad. Dathka empezó a ayudar a Laintal Ay, como había dicho Aoz Roon. Muy pronto fue un buen cazador, y disfrutaba del nuevo trabajo. A pesar de los largos silencios de Dathka, Laintal Ay lo aceptó corno un hermano. Tenían casi la misma altura, y menos de un año de diferencia de edad. El rostro de Laintal Ay era ancho y alegre; el de Dathka largo, y vuelto siempre hacia el suelo. Se hizo legendaria la eficiencia de esta pareja en la caza. Como estaban mucho tiempo juntos, las ancianas decían que un día encontrarían el mismo destino, tal como se había dicho de Dresyl y Pequeño Yuli. Y, también como entonces, que tendrían destinos muy diferentes. En los primeros años, daban simplemente la impresión de parecerse; y Dathka llegó a destacarse tanto que el vanidoso Nahkri se enorgulleció de él, lo amparó, y a veces hablaba de su propia clarividencia al sacarlo de la corporación. Dathka guardaba silencio y miraba el suelo cuando pasaba Nahkri, sin olvidar jamás quién lo había golpeado. Loil Bry no era la misma después de la muerte de su hombre. Antes había permanecido siempre en su habitación perfumada; ahora, vieja y vulnerable, prefería vagar por la verde espesura que brotaba en torno de Oldorando, hablando o cantando a solas. Muchos temían por ella; pero nadie se atrevía a acercársele, excepto Laintal Ay y Shay Tal. Un día fue atacada por un oso al que las avalanchas habían obligado a bajar de la montaña. Mientras se arrastraba, herida, unos perros salvajes se le echaron encima y la mataron y devoraron a medias. Las mujeres encontraron los restos mutilados del cuerpo, y los llevaron llorando al poblado. La extravagante Loil Bry fue enterrada del modo tradicional. Muchas mujeres la lloraron; habían respetado el alejamiento de esa mujer, nacida en el tiempo de las nieves, que había
conseguido vivir entre ellas y sin embargo totalmente apartada. Había en ese alejamiento una especie de inspiración: era como si ellas, incapaces de sostener por sí mismas esa inspiración, la hubieran vivido por intermedio de Loil Bry. Todo el mundo reconocía los conocimientos de Loil Bry. Nahkri y Klils acudieron a homenajear a la anciana tía, aunque no se molestaron en ordenar al padre Bondorlonganon que supervisara el entierro. Permanecieron en el borde de la multitud doliente, susurrando. Shay Tal y Laintal Ay fueron a consolar a Loilanun, que no habló ni lloró mientras bajaban a su madre al suelo mojado. Más tarde, mientras se alejaban, Shay Tal oyó que Klils decía: —Después de todo, hermano, era sólo una mujer más... Shay Tal enrojeció, trastabilló, y hubiera caído si Laintal Ay no la hubiese tomado por la cintura. Se marchó directamente a la habitación ventilada donde vivía con su madre, y allí se quedó con la frente apoyada en la pared. Tenía buena figura, pero no lo que se llamaba una figura maternal. Como méritos externos lucía un abundante pelo negro, rasgos delicados y un aire orgulloso. Ese porte atraía a algunos hombres, pero repelía a muchos otros. Shay Tal había rechazado las insinuaciones del vivaz Eline Tal. Eso había ocurrido suficiente tiempo atrás como para que ella advirtiera la carencia de otros posibles festejantes, con excepción de Aoz Roon. Pero tampoco él se doblegaría. Y mientras estaba en su habitación, apoyada contra la pared húmeda donde crecían las flores esqueléticas de los líquenes grises, decidió que la independencia de Loil Bry sería su ejemplo. No sería sólo una mujer más, dijeran lo que dijeran de ella sobre su tumba. Todas las mañanas, al alba, las mujeres se reunían en la llamada casa de las mujeres. Era una especie de fábrica. Con la primera luz, figuras embozadas en pieles y algún abrigo adicional emergían de las ruinosas torres y se deslizaban hacía el lugar de trabajo. La niebla saturaba ese momento, cortada en bloques translúcidos por las torres, atravesada por aves blancas. Las piedras estaban húmedas, y bajo los pies rezumaba el fango. La casa de las mujeres se alzaba en un extremo de la calle principal, cerca de la gran torre. Detrás de ella, a cierta distancia, corría el Voral junto al desgastado muelle de piedra. Cuando las mujeres iban a trabajar, los gansos, las aves de corral de Embruddock, se precipitaban gritando a recibir el alimento que traían las mujeres. Dentro de la casa, una vez que se cerraba la pesada y crujiente puerta, se cumplían las eternas tareas de las mujeres: moler el grano para obtener harina, cocer, asar, coser ropas y botas, y curtir pieles. El curtido era particularmente difícil y lo supervisaba un hombre, Datnil Skar, maestro de la corporación de curtidores. El proceso requería sal, y tradicionalmente los curtidores se ocupaban de todo lo que concernía a la sal. Y también era preciso cubrir las pieles con excremento de ganso, tarea que se consideraba denigrante para los hombres. Los chismes alegraban el trabajo, mientras las madres y las hijas discutían los defectos de los hombres y los vecinos. Loilanun trabajaba ahora allí con las demás mujeres. Había adelgazado mucho y tenía en la cara un color amarillento. El odio contra Nahkri y Klils le devoraba a tal punto las entrañas que apenas hablaba, incluso con Laintal Ay, quien ahora decidía libremente sobre su propio camino. Loilanum sólo era amiga de Shay Tal. Shay Tal tenía un poco de hada, y un modo de pensar muy ajeno a la torpe sumisión que caracterizaba a las mujeres de Embruddock. Una fría madrugada, Shay Tal acababa de dejar la cama cuando oyó golpes abajo, en la puerta. La niebla había penetrado en la torre, ocupando la habitación donde dormía con la madre. Estaba poniéndose las botas en esa perlada penumbra cuando llamaron otra vez. Loilanun abrió la puerta, entró en el establo y subió hasta la habitación de Shay Tal. Los cerdos de la familia gruñeron en la oscuridad mientras Loilanun subía a tientas los crujientes escalones, Shay Tal la recibió cuando entró en la habitación, y le tomó la mano helada. Hizo un gesto de silencio, indicando el ángulo más oscuro, donde dormía la madre. El padre había salido con los otros cazadores. En el confinamiento de esa habitación que olía a estiércol no se veía otra cosa que contornos grises, pero Shay Tal advirtió algo extraño en Loilanun y en su figura encorvada. La visita intempestiva anunciaba dificultades. —¿Estás enferma, Loilanun? —Fatigada, sólo fatigada. Shay Tal: esta noche he hablado con el corusco de mi madre.
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Quzints en el norte. Eran, la mayoría, conocidos en Oldorando como estafadores y<br />
embaucadores. Aoz Roon y Laintal Ay los llevaron a Oldorando como esclavos y distribuyeron<br />
las mercaderías entre la gente. Aoz Roon se reservó como esclavo personal a un joven, apenas<br />
mayor que Laintal Ay, llamado Calary.<br />
Este episodio acrecentó el prestigio de Aoz Roon. Pronto estuvo en condiciones de desafiar a<br />
Nahkri y a Klils. Pero siguiendo una inclinación natural, en lugar de precipitarse, continuó<br />
acompañando a sus amigos.<br />
En las corporaciones había inquietud. Un joven llamado Dathka intentaba abandonar la<br />
corporación de los trabajadores del metal, negándose a cumplir el largo término de los<br />
aprendices. Fue conducido ante los hermanos, que no consiguieron persuadirlo. Dathka<br />
desapareció de todas partes durante dos días. Una mujer informó que estaba atado y tendido en<br />
una celda poco utilizada, con el rostro lastimado.<br />
Ante esto, Aoz Roon visitó a Nahkri y le pidió que permitiera a Dathka unirse a los cazadores.<br />
—Cazar no es una actividad fácil —dijo—. Todavía abunda la caza, pero con esta extraña<br />
temperatura de los últimos años, los territorios de caza han cambiado. Como sabes, se nos exige<br />
mucho. Deja entonces que Dathka se una a nosotros, si lo desea. ¿Por qué no? Si no sirve, lo<br />
expulsaremos y volveremos a discutirlo. Tiene más o menos la edad de Laintal Ay, y puede<br />
trabajar con él.<br />
Había poca luz donde estaba Nahkri, vigilando a los esclavos que ordeñaban las cerdas del<br />
rathel. El techo era bajo, y Nahkri estaba algo encorvado. Pareció encorvarse aún más ante el<br />
desafío de Aoz Roon.<br />
—Dathka debe obedecer la ley —dijo Nahkri, ofendido también por la innecesaria referencia de<br />
Aoz Roon a Laintal Ay.<br />
—Permítele cazar y obedecerá la ley. Se ganará el sustento antes de que se le curen las marcas<br />
de tus golpes.<br />
Nahkri escupió.<br />
—No tiene experiencia como cazador. Es un artesano. Hay que conocer el trabajo. —Nahkri<br />
temía que se difundiesen los secretos de la corporación; las artesanías de cada corporación eran<br />
guardadas celosamente, y reforzaban el poder de los gobernantes.<br />
—Si no quiere trabajar, deja que intente nuestra dura vida y ya veremos —insistió Aoz Roon.<br />
—Es un hombre huraño y silencioso.<br />
—El silencio es una ayuda en las llanuras abiertas.<br />
Finalmente, Nahkri dejó a Dathka en libertad. Dathka empezó a ayudar a Laintal Ay, como<br />
había dicho Aoz Roon. Muy pronto fue un buen cazador, y disfrutaba del nuevo trabajo.<br />
A pesar de los largos silencios de Dathka, Laintal Ay lo aceptó corno un hermano. Tenían casi<br />
la misma altura, y menos de un año de diferencia de edad. El rostro de Laintal Ay era ancho y<br />
alegre; el de Dathka largo, y vuelto siempre hacia el suelo. Se hizo legendaria la eficiencia de<br />
esta pareja en la caza.<br />
Como estaban mucho tiempo juntos, las ancianas decían que un día encontrarían el mismo<br />
destino, tal como se había dicho de Dresyl y Pequeño Yuli. Y, también como entonces, que<br />
tendrían destinos muy diferentes. En los primeros años, daban simplemente la impresión de<br />
parecerse; y Dathka llegó a destacarse tanto que el vanidoso Nahkri se enorgulleció de él, lo<br />
amparó, y a veces hablaba de su propia clarividencia al sacarlo de la corporación. Dathka<br />
guardaba silencio y miraba el suelo cuando pasaba Nahkri, sin olvidar jamás quién lo había<br />
golpeado.<br />
Loil Bry no era la misma después de la muerte de su hombre. Antes había permanecido<br />
siempre en su habitación perfumada; ahora, vieja y vulnerable, prefería vagar por la verde<br />
espesura que brotaba en torno de Oldorando, hablando o cantando a solas. Muchos temían por<br />
ella; pero nadie se atrevía a acercársele, excepto Laintal Ay y Shay Tal.<br />
Un día fue atacada por un oso al que las avalanchas habían obligado a bajar de la montaña.<br />
Mientras se arrastraba, herida, unos perros salvajes se le echaron encima y la mataron y<br />
devoraron a medias. Las mujeres encontraron los restos mutilados del cuerpo, y los llevaron<br />
llorando al poblado.<br />
La extravagante Loil Bry fue enterrada del modo tradicional. Muchas mujeres la lloraron;<br />
habían respetado el alejamiento de esa mujer, nacida en el tiempo de las nieves, que había