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ayudarlos a que cambien.<br />
Laintal Ay, bruscamente exaltado, sonrió al severo rostro de Shay Tal, y se alejó con ella.<br />
La suerte favoreció a Nahkri y a Klils. Esa noche, un furioso viento sopló desde el sur,<br />
chillando continuamente entre las torres, casi como el Silbador de Horas. Al día siguiente, los<br />
pescadores hablaron de enormes cantidades de peces en el río. Las mujeres fueron a recoger la<br />
pesca en cestos. Esta abundancia inesperada fue interpretada como una señal. Salaron gran parte<br />
del pescado, pero quedó suficiente para que esa noche celebraran una fiesta en que se bebió vino<br />
de cebada y se festejó el acceso al gobierno de Nahkri y Klils.<br />
Pero Klils no tenía buen sentido ni Nahkri sabiduría. Y, lo que era peor, ninguno de los dos<br />
se preocupaba mucho por los demás. En la caza no eran mejores que el promedio. Solían<br />
disputar entre ambos acerca de lo que había que hacer. Y como tenían, aunque de modo oscuro,<br />
conciencia de estos defectos, bebían demasiado y disputaban todavía más.<br />
Sin embargo, la suerte no los abandonaba. La temperatura continuó mejorando; los ciervos<br />
eran más abundantes, y no hubo enfermedades. Cesaron las incursiones de los phagors, aunque<br />
de vez en cuando los monstruos eran vistos a pocos kilómetros de distancia.<br />
Una fructífera monotonía acompañaba la vida de Oldorando.<br />
El gobierno de los hermanos no agradaba a todo el mundo. No agradaba a algunos cazadores<br />
ni a algunas mujeres, ni agradaba a Laintal Ay.<br />
Entre los cazadores había un grupo joven y rudo que se mantenía siempre unido y se resistía<br />
a Nahkri, que intentaba deshacerse de ellos. El líder era Aoz Roon Den, ahora en la flor de la<br />
madurez: un hombre corpulento, de expresión sincera, capaz de correr con sus piernas más que<br />
un cerdo con cuatro. La figura era característica: vestía una piel de oso negro, y era fácil<br />
reconocerlo a la distancia.<br />
Había luchado contra ese oso, y lo había matado. Orgulloso de la hazaña, había llevado el<br />
animal desde las colinas a la aldea sin ayuda, arrojándolo luego ante sus admirados amigos a la<br />
entrada de la torre donde vivían. Después de un festejo con rathel, había llamado al maestro<br />
Datnil Skar para desollar el animal.<br />
También había habido algo distinto en el modo en que Aoz Roon había llegado a esa torre.<br />
Descendía de un tío de Wall Ein que era Señor de los Brassimipos. Los Brassimipos eran a la<br />
vez una región, y un vegetal muy importante para la economía local, puesto que lo comían las<br />
cerdas, con cuya leche se elaboraba el rathel. Pero Aoz Roon encontró tiránica la vida en<br />
familia, se rebeló muy temprano, y se estableció en una torre alejada, junto con otros despiertos<br />
jóvenes de su edad: el alegre Eline Tal, el sensual Faralin Ferd, el firme Tanth Ein. Brindaban<br />
por la estupidez de Nahkri y de su hermano. Se decía por lo general de estas reuniones que eran<br />
«diferentes». Aoz Roon se distinguía también por otras cosas. Era notorio por su valor en una<br />
sociedad donde el valor se consideraba moneda corriente. Durante las danzas tribales, podía dar<br />
un salto mortal en el aire sin tocar el suelo. Y creía firmemente en la unidad de la tribu.<br />
La hija natural, Oyre, no impedía que las mujeres también lo admiraran. Aoz Roon había<br />
sorprendido la mirada de Shay Tal, la amiga de Loilanun, y respondió cálidamente a la peculiar<br />
belleza de la joven; pero no quería entregarse a nadie. Preveía que en algún momento Nahkri y<br />
Klils tendrían problemas, y que caerían antes de resolverlos. Como creía saber lo que era<br />
conveniente para la tribu, deseaba conquistar el liderazgo, y no podía dejar que ninguna mujer<br />
gobernara sobre él.<br />
Para ese fin, Aoz Roon cuidaba de sus buenos amigos, y también prestaba atención a Laintal<br />
Ay, a quien invitó a cazar cuando el niño llegó a la edad de la caza.<br />
Durante una cacería de ciervos al sudoeste de Oldorando, él y Laintal Ay quedaron separados de<br />
los demás por una zona inundada. Tuvieron que dar un rodeo por terrenos difíciles, donde<br />
abundaban los grandes cilindros de los rajabarales. Encontraron una partida de mercaderes que<br />
dormían en torno de una hoguera de hierba, aletargados por la bebida. Aoz Roon despachó a dos<br />
sin que los demás se despertaran. Luego él y Laintal Ay se alejaron y regresaron gritando a la<br />
carrera, enmascarados con calaveras de animales. Los otros ocho mercaderes se rindieron,<br />
doblegados por un supersticioso temor. La historia se contó en Oldorando como una gran broma<br />
durante muchos años.<br />
Los mercaderes comerciaban con armas, pieles, grano y cualquier otra cosa. Venían de Borlien,<br />
cuyos habitantes eran cobardes por tradición y habían recorrido desde los mares del sur hasta los