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IV<br />
GRADIENTES DE TEMPERATURA<br />
FAVORABLES<br />
Los niños imitan a sus padres o no. Mientras Laintal Ay crecía, su madre era para él una<br />
mujer tranquila, aficionada al mismo tipo de estudiosa reclusión que los padres de ella. Pero<br />
Loilanun no siempre había sido así, antes que la vida la derrotara.<br />
En la adolescencia había rechazado la amable tutela de Loil Bry y de Pequeño Yuli. Les gritó<br />
que odiaba la atmósfera enclaustrada de la habitación que, a medida que envejecían, se resistían<br />
cada vez más a abandonar. Después de una violenta discusión se fue a vivir en otra torre con<br />
unos amigos.<br />
Había mucho trabajo. Loilanun aprendió a raer y curtir pieles. Mientras hacía un par de botas<br />
de caza, conoció al joven que las usaría y se enamoró de él. Apenas había llegado a la pubertad.<br />
Salía con el cazador las noches iluminadas, cuando nadie podía dormir. Por vez primera tenía<br />
ante sí el mundo, de asombrosa hermosura. Se convirtió en mujer del cazador. Habría muerto<br />
por él.<br />
Las maneras cambiaban en Oldorando. El cazador y Loilanun salieron a cazar ciervos. Antes,<br />
Dresyl jamás hubiera permitido que las mujeres salieran con los cazadores; pero era cada vez<br />
menos estricto, a medida que envejecía. Los cazadores de ciervos encontraron un pinzasaco en<br />
un desfiladero. Ante los ojos de Loilanun, la criatura derribó al joven y lo atravesó con uno de<br />
los cuernos. El joven murió antes de que lo llevaran a la casa. Con el corazón destrozado,<br />
Loilanun regresó a la casa paterna. Ellos la recibieron, la incorporaron complacidos a la vida en<br />
común y la consolaron. Mientras reposaba en las sombras fragantes, la vida despertó en el seno<br />
de Loilanun. Había concebido. Recordó la alegría de esa ocasión cuando llegó la hora y dio a<br />
luz un hijo. Lo llamó Laintal Ay, y los padres de ella lo aceptaron, complacidos también. Era la<br />
<strong>primavera</strong> del año 13 después de la Unión, o el 31 según el viejo calendario de años señoriales.<br />
—Crecerá en un mundo mejor —dijo Loil Bry a su hija, mirando al niño con ojos<br />
lustrosos—. Cuentan las leyendas que llegará un tiempo en que los rajabarales se abrirán y el<br />
aire se calentará con el calor de la tierra. La comida abundará, desaparecerá la nieve, y<br />
podremos andar desnudos. Cómo deseaba esa época cuando era joven... Quizá Laintal Ay la<br />
vea. Cómo hubiera deseado que fuera una niña... Las mujeres ven y sienten más que los<br />
hombres...<br />
Al niño le gustaba mirar la ventana de porcelana de la abuela. Era la única de Oldorando,<br />
aunque Pequeño Yuli sostenía que había habido muchas más, y que se habían roto. Año tras<br />
año, los abuelos de Laintal Ay levantaban la vista de los antiguos documentos para ver cómo la<br />
ventana se volvía rosa, naranja y bermellón a la hora del ocaso, mientras Freyr o Batalix<br />
descendían en un baño de fuego. Los colores morían. La noche teñía la porcelana de negro.<br />
En los viejos tiempos, los childrims revoloteaban en torno de las torres de Oldorando; las<br />
mismas apariciones que el primer Yuli había visto cuando atravesaba penosamente el desierto<br />
blanquecino.<br />
Los childrims sólo venían por la noche. Unas chispas como plumas brillaban más allá de la<br />
ventana, y allí estaban los childrims, girando lentamente, agitando la ala única. ¿Era un ala?<br />
Cuando la gente salía corriendo a mirar, los contornos eran confusos, nunca claros. Los<br />
childrims provocaban extraños pensamientos en las mentes humanas. Yuli y Loil Bry se tendían<br />
sobre las pieles y alfombras y sentían que los pensamientos que había en ellos cobraban vida,<br />
todos a la vez. Veían escenas olvidadas y escenas jamás vistas. A veces, Loil Bry gritaba y se<br />
cubría los ojos. Decía que era como comunicarse con una docena de fessupos a la vez. Más