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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Después de esto, Dresyl desdeñó a su primo hermano. Lo pensó a veces, pero no lo mató,<br />

aunque los tiempos eran duros. Recordó la lección, reconociendo que las muertes dividían a la<br />

tribu. Cuando sus hijos gobernaron, esto fue olvidado.<br />

La magnanimidad de Dresyl, fundada en esa amistad iniciada en la niñez, fue alabada por<br />

todos y antes de que Dresyl tuviera barba, y hebras grises en ella, consolidó la comunidad.<br />

Y las cosas que Pequeño Yuli aprendió, a expensas de su ánimo de lucha, fructificaron en el<br />

futuro.<br />

Inmediatamente después de la conmoción causada por el jefe phagor, la comunidad soportó<br />

otra ordalía. Una misteriosa enfermedad caracterizada por fiebres, calambres y una erupción en<br />

todo el cuerpo cayó sobre media población de Oldorando. Los primeros que enfermaron fueron<br />

los cazadores que habían conducido al phagor a lo alto de la torre. Durante unos días, nadie<br />

salió a cazar y hubo que recurrir a los cerdos y gansos domésticos. Una mujer embarazada<br />

murió de la fiebre, y toda la aldea lamentó que dos vidas preciosas se hubieran perdido en el<br />

mundo inferior. Yuli y Loil Bry, junto con su hijita, escaparon a la fiebre.<br />

Pronto la sangre de la comunidad se repuso y la vida continuó como de costumbre. Pero las<br />

noticias de la muerte del phagor llegaron muy lejos. Durante un tiempo el clima siguió duro<br />

para la humanidad. Los fríos vientos arrancaban las costuras de toda prenda que no estuviera<br />

firmemente cosida.<br />

Los dos luminosos centinelas, Freyr y Batalix, prosiguieron su tarea celeste y el Silbador de<br />

Horas continuó brotando.<br />

Durante la mitad del año, los centinelas brillaban juntos en el cielo. Enseguida las horas de<br />

los ocasos se alejaban gradualmente, hasta que Freyr imperaba en el cielo de día y Batalix de<br />

noche; en ese tiempo, la noche apenas parecía noche ni el día podía llamarse día. Luego los<br />

centinelas se reconciliaban nuevamente: los días, con las dos luces, eran brillantes, y las noches<br />

muy oscuras.<br />

Un día, cuando sólo las punzantes estrellas miraban Oldorando, y había mucho frío y<br />

oscuridad, murió el viejo señor Wall Ein; descendió al mundo inferior para transformarse en un<br />

corusco y hundirse en la roca primigenia.<br />

Pasó un año, y luego otro. Una generación crecía y otra envejecía. Lentamente la población<br />

medraba bajo el pacífico gobierno de Dresyl, mientras los soles rondaban como centinelas en lo<br />

alto.<br />

Aunque Batalix era el disco de mayor tamaño, Freyr daba siempre más luz y más calor.<br />

Batalix era un viejo centinela; Freyr era joven y lujurioso. Ningún hombre podía afirmar con<br />

certeza que de una generación a otra Freyr se acercara a la humanidad, pero eso decían las<br />

leyendas. La humanidad se mantenía —sufriendo o alegrándose— de generación en generación,<br />

y vivía en la esperanza de que Wutra triunfara en el cielo, e incluso apoyara a Freyr.<br />

En estas leyendas había una realidad, como en el bulbo de la flor hay una flor. De modo que<br />

los seres humanos sabían, sin saber que sabían.<br />

En cuanto a los animales y las aves, abundantes en número pero no en cantidad de especies,<br />

estaban más sujetos a las fluctuaciones magnéticas del globo que los seres humanos. También<br />

ellos sabían sin saber que sabían. Este conocimiento les decía que se aproximaban cambios<br />

ineluctables, que ya estaban preparándose debajo del suelo, en el torrente sanguíneo, en el aire,<br />

en la estratosfera, en toda la biosfera.<br />

Por encima de la estratosfera se desplazaba un mundo pequeño, construido con metales de<br />

los ricos campos interestelares. Desde la superficie de Heliconia, ese mundo se veía en el cielo<br />

nocturno como una estrella veloz.<br />

Era la estación Observadora Terrestre Avernus.<br />

Avernus estudiaba de cerca el sistema binario de Freyr y su compañera Batalix. En<br />

particular, las familias de la estación estudiaban Heliconia, como habían hecho durante más de<br />

uno de aquellos lentos Grandes Años alrededor de Freyr, o Estrella A, como se la conocía en la<br />

estación.<br />

Heliconia tenía una excepcional importancia para los habitantes de la Tierra, y nunca más<br />

que en este período. Heliconia giraba en tomo de Batalix, o Estrella B, como la llamaban en la<br />

estación. Tanto el movimiento del sol como el del planeta estaban acelerándose. Se movían

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