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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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advirtió contra ellos. Traen la enfermedad y la muerte.<br />

Entonces el phagor habló, en olonets, con una voz áspera y vibrante: —Todos vosotros,<br />

indignos hijos de Freyr, desapareceréis antes de la tormenta final. Esta ciudad y este mundo<br />

pertenecen a la raza de dos filos.<br />

Las mujeres se asustaron. Arrojaron piedras a aquella abominación que hablaba en medio de<br />

la muchedumbre y gritaron: —¡Matadlo, matadlo!<br />

Dresyl alzó un brazo y señaló:<br />

—Llevadlo a la cima de la torre de hierba, amigos. ¡Llevadlo arriba y arrojadlo al vacío!<br />

—Sí, sí —rugieron todos, y los cazadores más osados se adelantaron, y empujaron al gran<br />

bulto obstinado hacia la torre vecina. Había una gran excitación y algazara, y los niños corrían<br />

gritando entre los mayores.<br />

Entre ellos se encontraban los dos hijos de Dresyl, Nahkri y Klils, que por ese entonces<br />

apenas sabían caminar. Como eran muy pequeños, podían meterse a tropezones entre los<br />

adultos; así llegaron hasta la pierna derecha del phagor que se erguía ante ellos como una<br />

columna velluda.<br />

—Tócalo.<br />

—No. Hazlo tú.<br />

—No te atreves, cobarde.<br />

—También tú eres cobarde.<br />

Con dedos regordetes, tocaron la pierna al mismo tiempo. Una fuerte musculatura se movía<br />

bajo el pelo. El miembro se elevó, y el pie de tres dedos pisó el fango.<br />

Aunque esas monstruosas criaturas podían hablar en olonets, distaban mucho de ser<br />

humanas. Tenían pensamientos extraños. Los viejos cazadores sabían que en aquellos cuerpos<br />

cilíndricos los intestinos estaban encima de los pulmones. Andaban con paso mecánico, y era<br />

obvio que la articulación de los miembros no tenía nada de humana; los phagors torcían las<br />

piernas y los antebrazos en posturas imposibles. Esa diferencia, por sí sola, bastaba para<br />

atemorizar a los muchachos.<br />

Durante un instante, estuvieron en contacto con lo desconocido. Retirando las manos como si<br />

se hubiesen quemado —aunque, en realidad, la temperatura del phagor era inferior a la del<br />

hombre— los dos niños se miraron con ojos despavoridos.<br />

Luego estallaron en aullidos de miedo. Dly Hoin alzó a los chiquillos en brazos. Dresyl y los<br />

demás ya se habían llevado al monstruo.<br />

Aunque el gran animal se debatía en sus ligaduras, fue obligado a entrar en la torre y a subir.<br />

La muchedumbre, inquieta, escuchaba en la plaza los ruidos que poco a poco ascendían en la<br />

torre. En el aire espeso estalló una ovación cuando el primer cazador apareció sobre el terrado.<br />

Detrás de la multitud se asaba el kaidaw, sin que nadie lo atendiera; la fragancia de la carne se<br />

mezclaba con el humo de la madera e invadía el cuenco de la plaza, repleto de caras vueltas<br />

hacia arriba. Una segunda ovación, más fuerte, se oyó cuando la figura del phagor se alzó en el<br />

terrado, negra contra el cielo.<br />

—¡Traedlo abajo! —gritó la multitud.<br />

El monstruo luchó contra los hombres que querían empujarlo. Rugió cuando lo hirieron con<br />

las dagas. Y entonces, como entendiendo que el juego había concluido, saltó al parapeto y se<br />

quedó mirando la tumultuosa multitud que esperaba allá abajo.<br />

Con un último estallido de furia, rompió las ligaduras.<br />

Con los brazos abiertos, dio un gran salto hacia adelante, alejándose de la torre. Cuando la<br />

muchedumbre quiso dispersarse, era demasiado tarde. El gran cuerpo cayó aplastando a tres<br />

personas, un hombre, una mujer y un niño. El niño murió en seguida. Un gemido de terror brotó<br />

del resto.<br />

El gran animal no estaba muerto todavía. Se incorporó sobre las piernas rotas, enfrentándose<br />

a las espadas vengadoras de los cazadores. Todos lo hirieron, atravesando la piel gruesa y la<br />

carne firme. El phagor luchó hasta que la sangre amarilla corrió por el suelo pisoteado.<br />

Mientras se desarrollaban estos terribles acontecimientos, Pequeño Yuli estaba en su<br />

habitación con Loil Bry y la niña. Cuando trató de vestirse para unirse a la lucha, Loil Bry dijo<br />

que no se encontraba bien y necesitaba compañía. Se apretujó contra él y le besó los labios con<br />

la boca pálida, y no lo dejó ir.

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