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III<br />
UN SALTO DESDE LA TORRE<br />
El día siguiente al entierro de Pequeño Yuli y a las celebraciones de la ocasión, todos<br />
tuvieron que volver a trabajar como de costumbre. Por el momento, olvidaron pasadas glorias y<br />
disgustos; aunque no Laintal Ay y Loilanun, a quienes Loil Bry recordaba continuamente el<br />
pasado. Cuando no lloraba, se complacía en evocar los felices días juveniles.<br />
En la habitación colgaban aún tapices antiguos, como entonces. Aún gorgoteaban en el suelo<br />
los conductos de agua caliente y la ventana de porcelana seguía brillando. Había aún polvos,<br />
ungüentos, perfumes. Pero no estaba Yuli, y Loil Bry había entrado en la ancianidad. Las<br />
polillas estropeaban los tapices. El nieto crecía.<br />
Pero antes de la época de Laintal Ay, cuando el amor florecía entre los abuelos, ocurrió un<br />
incidente de aspecto trivial cuyas repercusiones habrían de marcar desastrosamente a Laintal Ay<br />
y a la misma Embruddock; murió un phagor.<br />
Cuando se recobró de la herida, Pequeño Yuli tomó por mujer a Loil Bry. Hubo una<br />
ceremonia para señalar el gran cambio que había acaecido en Embruddock, porque con esa<br />
unión se unieron simbólicamente las dos tribus. Quedó convenido que el viejo señor Wall Ein,<br />
Yuli y Dresyl gobernarían Oldorando como un triunvirato. Y el acuerdo funcionó bien, porque<br />
todo el mundo tenía que trabajar duramente para sobrevivir. Dresyl trabajaba sin cesar. Tomó<br />
como mujer a una muchacha delgada cuyo padre era forjador de espadas; tenía aire perezoso y<br />
voz cantarina. Se llamaba Dly Hoin Den. Los narradores nunca decían que Dresyl se decepcionó<br />
de ella; ni que al principio ella lo había atraído en parte como representante bonita, aunque<br />
anónima, de la nueva tribu a la que él deseaba pertenecer. Porque para Dresyl, al contrario de<br />
Yuli, el sentido de equipo era la clave de la supervivencia. Lo que hacía no era nunca para sí<br />
mismo; ni, en cierto sentido, Dly Hoin.<br />
Ella le dio dos varones: Nahkri y, un año más tarde, Klils. Aunque podía dedicarles poco<br />
tiempo, Dresyl quería a sus hijos y derramó sobre ellos el amor sentimental que él había perdido<br />
junto con sus padres, Iyfilka y Sar Gotth. Contó a sus hijos y amigos muchas leyendas acerca<br />
del tatarabuelo Yuli, el sacerdote de Pannoval que había derrotado a dioses cuyos nombres<br />
ahora nadie recordaba. Dly Hoin les enseñó los rudimentos de la escritura, pero nada más. Bajo<br />
la dirección del padre, los muchachos se convirtieron en buenos cazadores. La casa estaba<br />
siempre llena de ruidos y alarmas. Por fortuna, el cariñoso padre nunca advirtió la veta<br />
histriónica que había en ambos, y en particular en Nahkri.<br />
Como para desvirtuar las predicciones de que los dos primos hermanos tendrían igual<br />
destino, Pequeño Yuli se encerró en sí mismo como Dresyl se encerró en la comunidad.<br />
Bajo la influencia de Loil Bry, Yuli se ablandó y cada día cazaba menos. Sentía la hostilidad<br />
de la comunidad hacia Loil Bry por sus ideas exóticas, y dejó de salir. Se sentaba en la gran<br />
torre, y dejaba que en el exterior soplaran los vientos huracanados. Su mujer, y el anciano padre<br />
de ella, le enseñaron muchas cosas misteriosas sobre el mundo del pasado y el mundo inferior.<br />
Y así fue como Pequeño Yuli se echó a ese mar de conversación en que Loil Bry podía<br />
desplegar libremente un velamen negro y perdió de vista la tierra. Hablando del mundo inferior,<br />
Loil Bry dijo a Pequeño Yuli mientras lo miraba con sus ojos lustrosos un día del segundo<br />
cuarto del año: —Querido mío, puedes comunicarte en tu mente con la memoria de tus padres.<br />
Los ves a veces como si aún anduvieran sobre la tierra. Tu imaginación tiene el poder de evocar<br />
la olvidada luz solar que los alumbraba. Pero aquí en nuestra comarca hay un método para<br />
hablar directamente con quienes se han ido. Aún viven, mientras se hunden en el mundo inferior<br />
hacia la roca original, y podemos llegar hasta ellos, así como los peces se zambullen para