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Ella se rió de él. —¿Cuál crees que es el lugar más oscuro del universo, Yuli? El muy tonto dijo: —He oído decir que la remota Pannoval es oscura. Nuestro gran antepasado, cuyo nombre llevo, vino de Pannoval y dijo que era oscura. Y también que está debajo de una montaña, pero no lo creo. Era sólo una manera de hablar, propia de los antepasados. Loil Bry se miró las puntas de los dedos, acurrucados como ratoncillos rosados en la falda de la preciosa túnica. —Pienso que el lugar más oscuro del universo es el interior de un cráneo humano. Yuli estaba perdido. Ella lo volvía realmente tonto. Pero he de vigilar mi lengua cuando hablo de los muertos, ¿verdad? Con todo, él era un poco... blando... Ella lo confundía con su parloteo romántico. ¿Sabéis qué le preguntaba? —¿Has pensado alguna vez que sabemos mucho más de lo que podemos decir? Es verdad, ¿no os parece? —Querría tener a alguien —le decía ella—, alguien a quien poder decirle todo, alguien para quien la conversación fuera un mar en donde navegar. Entonces yo izaría mis velas negras... No sé qué más le decía ella. Y Yuli soñaba despierto, sujetándose la herida, y quién sabe qué más, pensando en esa mujer mágica, en su belleza y sus turbadoras palabras... «Alguien para quien la conversación sea un mar donde navegar... » Incluso la manera con que ella componía la frase le parecía a Yuli que era de Loil Bry y de nadie más. Y anhelaba estar en ese mar, navegando junto con ella, dondequiera que fuera. —Basta ya de tu tontería femenina —exclamó Klils, poniéndose de pie—. Ella lo hechizó, mi padre lo decía. Mi padre nos habló también de las cosas buenas que tío Yuli hizo al principio, antes que ella lo volviera estúpido. —Y continuó el relato. Pequeño Yuli llegó a conocer cada pulgada de Oldorando mientras se recuperaba. Vio cómo estaba trazada la ciudad con la gran torre en un extremo de la calle principal y el viejo templo en el otro. En el medio, la casa de las mujeres, los hogares de los cazadores a un lado, las torres de los miembros de las corporaciones al otro. Las ruinas más lejos. Vio que todas nuestras torres tienen un sistema de calefacción, con acequias de piedra que llevan hasta ellas el agua caliente de las termas. Hoy no podríamos construir nada tan maravilloso. Ni la mitad. Cuando vio cómo era, supo también cómo tenía que ser. Con ayuda de mi padre, Yuli planeó la fortificaciones apropiadas para que no hubiera nuevos ataques, de los phagors en particular. Ya sabéis cómo todo el mundo se dedicó a construir un terraplén, con un zanjón en el exterior y una fuerte empalizada encima. Costó bastantes llagas en las manos, pero fue una buena idea. Se construyeron cuatro puestos de guardia en las cuatro esquinas, tal como están todavía. Esa fue la obra de Yuli y de mi padre. Y a los guardias se les dieron cuernos para dar la alarma si había un ataque, los mismos cuernos que se usan hoy. Y así como buenos puestos de guardia, hubo buenas cacerías. Antes de la unión de las tribus, la gente casi estaba muerta de hambre. Una vez fortificada la ciudad, Dresyl, mi padre, hizo que los cazadores criaran un buen perro de caza. Los demás perros eran alejados. Los perros de caza podían correr más que nosotros. Eso no fue un gran éxito, pero podríamos intentarlo otra vez. ¿Qué más? Las corporaciones crecieron. La de fabricantes de colores alistó algunos niños recién llegados. Se hicieron nuevas tazas y platos para todos con una veta especial de arcilla. Se forjaron más espadas. Todos trabajaban para el bien común. Nadie pasaba hambre. Mi padre trabajó hasta casi morirse de agotamiento. Tendríais que recordar a Dresyl, hato de borrachos, y no a su hermano. Era bastante mejor que él. Lo era, lo era. El pobre Klils se echó a llorar. También otros empezaron a llorar, a reír, o a pelear. Aoz Roon, que se tambaleaba levemente por e! rathel que había bebido, reunió a Laintal Ay y a Oyre y los envió a la seguridad de la cama. Miró las caras pasivas de los niños algo borrosas, tratando de pensar. De algún modo, mientras se contaba la leyenda del pasado que era como un sueño, el futuro del gobierno de Oldorando había sido decidido.
III UN SALTO DESDE LA TORRE El día siguiente al entierro de Pequeño Yuli y a las celebraciones de la ocasión, todos tuvieron que volver a trabajar como de costumbre. Por el momento, olvidaron pasadas glorias y disgustos; aunque no Laintal Ay y Loilanun, a quienes Loil Bry recordaba continuamente el pasado. Cuando no lloraba, se complacía en evocar los felices días juveniles. En la habitación colgaban aún tapices antiguos, como entonces. Aún gorgoteaban en el suelo los conductos de agua caliente y la ventana de porcelana seguía brillando. Había aún polvos, ungüentos, perfumes. Pero no estaba Yuli, y Loil Bry había entrado en la ancianidad. Las polillas estropeaban los tapices. El nieto crecía. Pero antes de la época de Laintal Ay, cuando el amor florecía entre los abuelos, ocurrió un incidente de aspecto trivial cuyas repercusiones habrían de marcar desastrosamente a Laintal Ay y a la misma Embruddock; murió un phagor. Cuando se recobró de la herida, Pequeño Yuli tomó por mujer a Loil Bry. Hubo una ceremonia para señalar el gran cambio que había acaecido en Embruddock, porque con esa unión se unieron simbólicamente las dos tribus. Quedó convenido que el viejo señor Wall Ein, Yuli y Dresyl gobernarían Oldorando como un triunvirato. Y el acuerdo funcionó bien, porque todo el mundo tenía que trabajar duramente para sobrevivir. Dresyl trabajaba sin cesar. Tomó como mujer a una muchacha delgada cuyo padre era forjador de espadas; tenía aire perezoso y voz cantarina. Se llamaba Dly Hoin Den. Los narradores nunca decían que Dresyl se decepcionó de ella; ni que al principio ella lo había atraído en parte como representante bonita, aunque anónima, de la nueva tribu a la que él deseaba pertenecer. Porque para Dresyl, al contrario de Yuli, el sentido de equipo era la clave de la supervivencia. Lo que hacía no era nunca para sí mismo; ni, en cierto sentido, Dly Hoin. Ella le dio dos varones: Nahkri y, un año más tarde, Klils. Aunque podía dedicarles poco tiempo, Dresyl quería a sus hijos y derramó sobre ellos el amor sentimental que él había perdido junto con sus padres, Iyfilka y Sar Gotth. Contó a sus hijos y amigos muchas leyendas acerca del tatarabuelo Yuli, el sacerdote de Pannoval que había derrotado a dioses cuyos nombres ahora nadie recordaba. Dly Hoin les enseñó los rudimentos de la escritura, pero nada más. Bajo la dirección del padre, los muchachos se convirtieron en buenos cazadores. La casa estaba siempre llena de ruidos y alarmas. Por fortuna, el cariñoso padre nunca advirtió la veta histriónica que había en ambos, y en particular en Nahkri. Como para desvirtuar las predicciones de que los dos primos hermanos tendrían igual destino, Pequeño Yuli se encerró en sí mismo como Dresyl se encerró en la comunidad. Bajo la influencia de Loil Bry, Yuli se ablandó y cada día cazaba menos. Sentía la hostilidad de la comunidad hacia Loil Bry por sus ideas exóticas, y dejó de salir. Se sentaba en la gran torre, y dejaba que en el exterior soplaran los vientos huracanados. Su mujer, y el anciano padre de ella, le enseñaron muchas cosas misteriosas sobre el mundo del pasado y el mundo inferior. Y así fue como Pequeño Yuli se echó a ese mar de conversación en que Loil Bry podía desplegar libremente un velamen negro y perdió de vista la tierra. Hablando del mundo inferior, Loil Bry dijo a Pequeño Yuli mientras lo miraba con sus ojos lustrosos un día del segundo cuarto del año: —Querido mío, puedes comunicarte en tu mente con la memoria de tus padres. Los ves a veces como si aún anduvieran sobre la tierra. Tu imaginación tiene el poder de evocar la olvidada luz solar que los alumbraba. Pero aquí en nuestra comarca hay un método para hablar directamente con quienes se han ido. Aún viven, mientras se hunden en el mundo inferior hacia la roca original, y podemos llegar hasta ellos, así como los peces se zambullen para
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Ella se rió de él.<br />
—¿Cuál crees que es el lugar más oscuro del universo, Yuli?<br />
El muy tonto dijo: —He oído decir que la remota Pannoval es oscura. Nuestro gran<br />
antepasado, cuyo nombre llevo, vino de Pannoval y dijo que era oscura. Y también que está<br />
debajo de una montaña, pero no lo creo. Era sólo una manera de hablar, propia de los<br />
antepasados. Loil Bry se miró las puntas de los dedos, acurrucados como ratoncillos rosados en<br />
la falda de la preciosa túnica.<br />
—Pienso que el lugar más oscuro del universo es el interior de un cráneo humano.<br />
Yuli estaba perdido. Ella lo volvía realmente tonto.<br />
Pero he de vigilar mi lengua cuando hablo de los muertos, ¿verdad? Con todo, él era un<br />
poco... blando...<br />
Ella lo confundía con su parloteo romántico. ¿Sabéis qué le preguntaba?<br />
—¿Has pensado alguna vez que sabemos mucho más de lo que podemos decir?<br />
Es verdad, ¿no os parece?<br />
—Querría tener a alguien —le decía ella—, alguien a quien poder decirle todo, alguien para<br />
quien la conversación fuera un mar en donde navegar. Entonces yo izaría mis velas negras...<br />
No sé qué más le decía ella.<br />
Y Yuli soñaba despierto, sujetándose la herida, y quién sabe qué más, pensando en esa mujer<br />
mágica, en su belleza y sus turbadoras palabras... «Alguien para quien la conversación sea un<br />
mar donde navegar... » Incluso la manera con que ella componía la frase le parecía a Yuli que<br />
era de Loil Bry y de nadie más.<br />
Y anhelaba estar en ese mar, navegando junto con ella, dondequiera que fuera.<br />
—Basta ya de tu tontería femenina —exclamó Klils, poniéndose de pie—. Ella lo hechizó,<br />
mi padre lo decía. Mi padre nos habló también de las cosas buenas que tío Yuli hizo al<br />
principio, antes que ella lo volviera estúpido. —Y continuó el relato.<br />
Pequeño Yuli llegó a conocer cada pulgada de Oldorando mientras se recuperaba. Vio cómo<br />
estaba trazada la ciudad con la gran torre en un extremo de la calle principal y el viejo templo en<br />
el otro. En el medio, la casa de las mujeres, los hogares de los cazadores a un lado, las torres de<br />
los miembros de las corporaciones al otro. Las ruinas más lejos. Vio que todas nuestras torres<br />
tienen un sistema de calefacción, con acequias de piedra que llevan hasta ellas el agua caliente<br />
de las termas. Hoy no podríamos construir nada tan maravilloso. Ni la mitad.<br />
Cuando vio cómo era, supo también cómo tenía que ser. Con ayuda de mi padre, Yuli planeó<br />
la fortificaciones apropiadas para que no hubiera nuevos ataques, de los phagors en particular.<br />
Ya sabéis cómo todo el mundo se dedicó a construir un terraplén, con un zanjón en el<br />
exterior y una fuerte empalizada encima. Costó bastantes llagas en las manos, pero fue una<br />
buena idea. Se construyeron cuatro puestos de guardia en las cuatro esquinas, tal como están<br />
todavía. Esa fue la obra de Yuli y de mi padre. Y a los guardias se les dieron cuernos para dar la<br />
alarma si había un ataque, los mismos cuernos que se usan hoy.<br />
Y así como buenos puestos de guardia, hubo buenas cacerías. Antes de la unión de las tribus,<br />
la gente casi estaba muerta de hambre. Una vez fortificada la ciudad, Dresyl, mi padre, hizo que<br />
los cazadores criaran un buen perro de caza. Los demás perros eran alejados. Los perros de caza<br />
podían correr más que nosotros. Eso no fue un gran éxito, pero podríamos intentarlo otra vez.<br />
¿Qué más? Las corporaciones crecieron. La de fabricantes de colores alistó algunos niños<br />
recién llegados. Se hicieron nuevas tazas y platos para todos con una veta especial de arcilla. Se<br />
forjaron más espadas. Todos trabajaban para el bien común. Nadie pasaba hambre. Mi padre<br />
trabajó hasta casi morirse de agotamiento. Tendríais que recordar a Dresyl, hato de borrachos, y<br />
no a su hermano. Era bastante mejor que él. Lo era, lo era.<br />
El pobre Klils se echó a llorar. También otros empezaron a llorar, a reír, o a pelear. Aoz<br />
Roon, que se tambaleaba levemente por e! rathel que había bebido, reunió a Laintal Ay y a Oyre<br />
y los envió a la seguridad de la cama. Miró las caras pasivas de los niños algo borrosas, tratando<br />
de pensar. De algún modo, mientras se contaba la leyenda del pasado que era como un sueño, el<br />
futuro del gobierno de Oldorando había sido decidido.