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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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—La flor —dijo alguien.<br />

Ah, sí. Las flores son importantes, ¿Recordáis que la gente del lago decía que los primos<br />

hermanos encontrarían un mismo destino? Sin embargo, cuando Dresyl sonrió y dijo:<br />

«Gobernaremos bien esta ciudad», Yuli estaba mirando las florecillas que crecían a sus pies,<br />

unas flores de pétalos claros, probablemente de escantion.<br />

—El clima es bueno —dijo, sorprendido, Yuli; arrancó una flor y se la comió.<br />

Se atemorizaron al oír por vez primera el ruido del Silbador de Horas, pues nada sabían de<br />

este famoso geiser, que todos conocemos. Se recuperaron y se prepararon para el momento en<br />

que los centinelas del cielo se pusieran y los cazadores de Embruddock retornaran a la ciudad,<br />

sin sospechar nada, trayendo los despojos de la caza.<br />

Laintal Ay se despertó del todo. En el pasado que era como un sueño había batallas, y ahora<br />

se iba a narrar una de ellas. Pero el nuevo narrador dijo: —Amigos, todos tenemos antepasados<br />

que participaron en la batalla que vino después, y que hace mucho se marcharon al mundo de<br />

los coruscos, aun si no murieron en aquella temprana ocasión. Bastará decir que todos los<br />

presentes lucharon con valentía.<br />

Pero era joven y no pudo pasar tan a la ligera por la parte más interesante, de modo que<br />

continuó, con los ojos encendidos.<br />

Aquellos inocentes y heroicos cazadores fueron sorprendidos por la estratagema de Yuli. De<br />

pronto brotó el fuego en la torre techada de hierba, y altas flores de llamas se elevaron en el aire<br />

de la noche. Los cazadores gritaron, alarmados, abandonaron las armas y corrieron a ver qué<br />

podían hacer.<br />

Piedras y lanzas llovieron sobre ellos desde lo alto de la torre vecina. Los invasores armados<br />

aparecieron gritando y arrojando lanzas contra los cuerpos desguarnecidos. Los cazadores<br />

resbalaban y caían en su propia sangre, pero consiguieron matar a algunos invasores.<br />

Vuestros primos hermanos ignoraban que en la ciudad hubiera tantos hombres armados. Eran<br />

los bravos hombres de las corporaciones. Salían de todas partes. Pero los invasores,<br />

desesperados, se ocultaron en las casas de que se habían apoderado. Hasta los muchachos<br />

tuvieron que pelear entre ellos, algunos que ahora están entre vosotros, ya ancianos.<br />

El fuego se difundió. Las chispas volaban como la paja aventada del grano. La carnicería<br />

continuaba en las calles y las zanjas. Nuestras mujeres sacaban las espadas de los muertos para<br />

luchar contra los vivos.<br />

Todos combatieron con valor. Pero la osadía y la desesperación triunfaron entonces, así<br />

como el hombre que hoy ha descendido al mundo de los coruscos, a reunirse con sus<br />

antepasados. Finalmente, los defensores dejaron caer las armas y huyeron desapareciendo en la<br />

creciente oscuridad.<br />

Dresyl estaba exaltado. Una furia vengadora le subía a la cabeza. Había visto morir al Gran<br />

Afardl, asesinado a traición por una mujer.<br />

—¡Ésa fue mi excelente abuela! —exclamó Aoz Roon, mientras de todas partes brotaban<br />

risas y aplausos—. Siempre hubo valientes en nuestra familia. Somos de Embruddock, y no de<br />

Oldorando.<br />

A causa de la cólera, casi no se podía reconocer a Dresyl. La cara se le puso negra. Ordenó a<br />

los suyos que persiguieran y mataran a todos los hombres sobrevivientes de Embruddock.<br />

Ordenó, amigos, que reunieran a las mujeres en el establo de esta misma torre. Qué día terrible<br />

fue aquél en nuestros anales...<br />

Pero los triunfadores, encabezados por Yuli, se impusieron a Dresyl y dijeron que no hubiera<br />

más matanza. La matanza genera amargura. Desde el día siguiente, todos vivirían en paz<br />

organizados en una fuerte tribu, o muy pocos sobrevivirían.<br />

Estas palabras sabias nada significaban para Dresyl. Se debatió hasta que Baruin trajo un<br />

cubo de agua fría y se lo arrojó. Entonces Dresyl cayó como desmayado, y durmió el sueño sin<br />

sueños que sólo sobreviene después de las batallas.<br />

Baruin le dijo a Yuli: —Y duerme tú también, con Dresyl y los demás. Yo vigilaré, para que<br />

no nos sorprenda un contraataque.<br />

Pero Pequeño Yuli no pudo dormir. No le había dicho nada a Baruin, pero estaba herido y<br />

mareado. Se sentía próximo a la muerte, y salió fuera tambaleándose, para morir bajo el cielo de<br />

Wutra. Allí Freyr estaba ya a punto de ascender, porque era el tercer cuarto. Bajó por la calle

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