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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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dijera su madre, serían el jactancioso Nahkri y su hermano quienes gobernarían. Por lo menos<br />

eran jóvenes. Él se convertiría en un buen cazador, y entonces ellos lo respetarían en lugar de<br />

ignorarlo, como ahora. Aoz Roon ayudaría.<br />

Aquel día los cazadores no abandonaron la aldea. Todos asistieron al funeral de su antiguo<br />

señor. El padre santo había dicho dónde tenía que estar la tumba, junto a una piedra labrada y un<br />

manantial de arenas calientes que ablandaba el suelo en que cavarían la fosa.<br />

Aoz Roon escoltó a las dos mujeres, la esposa y la hija de Pequeño Yuli. Les seguían Laintal<br />

Ay y Oyre, hablando en voz baja, y luego los esclavos y Myk, el phagor. Laintal Ay movía el<br />

perro ladrador para hacer reír a Oyre.<br />

El frío y el agua creaban un curioso escenario para la ceremonia. Manantiales, fumarolas,<br />

géisers brotaban del suelo al norte de la aldea, entre rocas desnudas. Levantada por el viento, el<br />

agua de varios géisers se extendía hacia el oeste como una cortina, congelándose antes de tocar<br />

el suelo en complicadas formas fantásticas que se entrelazaban como cuerdas. Aguas más<br />

calientes ablandaban esa estructura, de modo que de vez en cuando algunos trozos se quebraban<br />

y caían con ruido al suelo rocoso, donde se fundían lentamente.<br />

Se había excavado una fosa para el antiguo héroe y conquistador de Embruddock. Dos<br />

hombres con cubos de cuero estaban sacándole el agua. Envuelto en una tela basta, sin adornos,<br />

Pequeño Yuli descendió a la fosa. No lo acompañaba ningún objeto. La gente de Campannlat, o<br />

mejor, quienes se preocupaban por saberlo, no ignoraban cómo era estar abajo, en el mundo de<br />

los coruscos: nadie podía llevar nada que le sirviera.<br />

Toda la población de Oldorando, unos ciento setenta hombres, mujeres y niños, se apretujaba<br />

alrededor de la tumba.<br />

Entre la muchedumbre había también perros y gansos, que miraban todo al modo nervioso de<br />

los animales, en tanto que los seres humanos asistían pasivamente, desplazando el peso del<br />

cuerpo de uno a otro pie. Hacía frío. Batalix estaba alto, pero entre nubes; Freyr, una hora<br />

después del amanecer, se encontraba aún en el este.<br />

La gente era de tez oscura y fuerte complexión, con los torsos y miembros como toneles que<br />

caracterizaban a todos los habitantes del planeta en ese período. El peso de los adultos era<br />

aproximadamente de doce staynes, según la media local, sin mucha diferencia entre hombres y<br />

mujeres. Más tarde, ocurrirían drásticos cambios. Había dos grupos similares en número,<br />

envueltos en el vapor que ellos mismos emitían: uno era el de los cazadores y sus mujeres, y el<br />

otro el de los miembros de las corporaciones y sus mujeres. Los cazadores vestían pieles de<br />

reno, con el áspero pelaje tan apelmazado que ni siquiera las fuertes neviscas lograban separar<br />

los pelos. Los miembros de las corporaciones llevaban ropas más ligeras, generalmente rojizas<br />

pieles de ciervo, apropiadas para una vida más recogida. Uno o dos cazadores llevaban<br />

ostentosas pieles de phagor; pero en general se pensaba que eran demasiado grasientas y<br />

pesadas.<br />

De ambos grupos subía un vaho de vapor que la brisa disipaba. La humedad brillaba en los<br />

abrigos. Todos permanecían inmóviles, mirando. Algunas de las mujeres, recordando<br />

fragmentos de la vieja religión, arrojaron una enorme hoja de brassimipo cada una, lo único<br />

verde que abundaba. Las hojas revolotearon al azar, girando y entrechocándose. Algunas<br />

cayeron al hoyo mojado.<br />

Bondorlonganon continuó, imperturbable. Apretando los ojos como si estuviese dispuesto a<br />

partirlos como nueces, recitó la plegaria prescrita a los paganos allí reunidos. Con palas,<br />

echaron barro al pozo.<br />

Todo esto se hizo con brevedad, por respeto al clima y a su efecto sobre los vivientes.<br />

Cuando el hoyo estuvo lleno, Loil Bry lanzó un grito terrible. Corrió y se arrojó sobre la tumba.<br />

Aoz Roon se precipitó a levantarla, mientras Nahkri y su hermano miraban con los brazos<br />

cruzados, casi divertidos.<br />

Loil Bry se liberó de Aoz Roon. Se inclinó, tomó dos puñados de barro y se frotó el pelo y la<br />

cara, gritando. Laintal Ay y Oyre rieron. Era divertido ver a los adultos haciendo tonterías.<br />

El hombre santo continuó el servicio como si nada hubiera ocurrido, pero arrugó la cara,<br />

disgustado. Ese lugar miserable, Embruddock, era famoso por su falta de religión. Pues bien: los<br />

coruscos sufrirían, hundiéndose en la tierra hasta la roca original.<br />

Alta y anciana, la viuda de Pequeño Yuli escapó entre las quebradizas estructuras de hielo, a

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