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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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visitados por sueños desagradablemente vividos que atribuyeron a los hongos. Pero cuando a la<br />

mañana siguiente reiniciaron la marcha encontraron, en sólo dos horas, una caverna baja y<br />

amplia en la que se filtraba una luz verdosa.<br />

En un rincón ardía un fuego. En un corral burdo había tres cabras de ojos brillantes y en una pila<br />

de cueros estaban sentadas tres mujeres, una anciana de pelo blanco y dos jóvenes. Las últimas<br />

corrieron chillando cuando aparecieron Yuli, Usilk, Iskador y Marcado.<br />

Marcado corrió y saltó al corral. Utilizando un antiguo recipiente que había allí cerca, una<br />

especie de olla, ordeñó las cabras a pesar de los incomprensibles gritos de la anciana. Los<br />

animales no dieron mucha leche. Pero Marcado y los otros compartieron la que había y<br />

partieron antes de que regresaran los hombres de la tribu.<br />

Después entraron en un corredor que doblaba bruscamente y terminaba en una cerca. Más allá<br />

estaba la boca de la caverna y más allá el campo abierto, valles y montanas y la brillante luz del<br />

reino gobernado por Wutra, dios de los cielos.<br />

Estaban muy juntos, apretados, sintiendo los lazos de la unidad y la amistad, y contemplaban la<br />

hermosa perspectiva.<br />

Cuando se miraron entre sí con caras esperanzadas y alegres, no pudieron dejar de reír y gritar.<br />

Se abrazaron. Cuando los ojos se les acostumbraron a la luz, pudieron mirar, protegiéndose con<br />

las manos, el disco naranja claro de Batalix entre unas nubes tenues.<br />

La época del año tenía que ser aproximadamente el equinoccio de <strong>primavera</strong>, y la hora, el<br />

mediodía, por dos razones: Batalix estaba en el cenit y Freyr, más abajo, bogaba hacia el este.<br />

Freyr era varias veces más brillante y derramaba luz sobre las sierras cubiertas de nieve. Batalix,<br />

más débil, era siempre el más rápido de los centinelas, y pronto se pondría mientras Freyr<br />

continuaba en el cielo.<br />

¡Qué hermoso era el espectáculo de los centinelas! La trama de las estaciones tejida por esa<br />

danza en los cielos regresaba claramente a la mente de Yuli, abriéndole el corazón y los<br />

sentidos. Se apoyó en la lanza, cuidadosamente labrada, con que había matado al gusano, y dejó<br />

que su cuerpo absorbiera la luz del día.<br />

Pero Usilk detuvo a Marcado, y ambos permanecieron en la boca de la caverna, mirando con<br />

aprensión.<br />

—¿No sería mejor que nos quedáramos en la caverna? ¿Cómo podremos vivir allí, bajo ese<br />

cielo?<br />

Sin apartar los ojos del paisaje, Yuli supo que Iskador estaba a mitad de camino entre los<br />

hombres y él. Y sin darse vuelta, respondió: —¿Recuerdas lo que cuentan en Vakk sobre las<br />

larvas de las nueces tejeras? Las larvas creen que la nuez podrida es todo el mundo, y cuando la<br />

cáscara se parte mueren de sorpresa. ¿Quieres ser corno esas larvas, Usilk?<br />

Usilk no respondió. Pero Iskador sí. Se acercó a Yuli y le deslizó la mano por el brazo. Él<br />

sonrió, y se le alegró el corazón, pero no dejó de mirar hacia adelante. Podía ver que las<br />

montañas que habían atravesado guardaban las tierras del sur. Había algunos pocos árboles, no<br />

más altos que un hombre. Pero crecían rectos, lo que indicaba que los helados vientos de las<br />

Barreras no tenían poder aquí. El no había olvidado las habilidades que en otro tiempo había<br />

aprendido de Alehaw. Habría caza en las colinas, y podrían vivir bajo el cielo, como los dioses<br />

tenían previsto.<br />

Sintió que él mismo se alzaba y crecía hasta que tuvo que abrir los brazos.<br />

—Viviremos allí —dijo Yuli—. Los cuatro nos mantendremos unidos, pase lo que pase. —De<br />

un pliegue nevado de la ladera, que se confundía a lo lejos con el cielo, subía humo. Señaló. —<br />

Allí vive gente. Los obligaremos a que nos acepten. Éste será nuestro lugar. Los gobernaremos,<br />

y les enseñaremos nuestras costumbres. De ahora en adelante, nos guiaremos por nuestras<br />

propias leyes, y no las de otros.<br />

Cuadrando los hombros, empezó a bajar por la ladera, entre unos árboles, seguido primero por<br />

Iskador, que caminaba orgullosamente, y luego por los demás.<br />

Algunas de las intenciones de Yuli se cumplieron y otras no.<br />

Después de varias vicisitudes fueron aceptados en una pequeña colonia, asentada en un pliegue<br />

de la montaña. Eran gente que vivía en un nivel muy primitivo; gracias a su osadía y a su<br />

conocimiento superior, Yuli y sus amigos lograron subyugar a la comunidad, gobernarla, y<br />

hacer que la gente cumpliera las leyes que ellos imponían.

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