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arco ascendía y se interrumpía. La estructura se había derrumbado. A través de la luz lechosa, se<br />
podía ver el muñón del otro extremo. Había habido un puente, tiempo atrás.<br />
Durante un rato observaron el abismo, sin mirarse entre sí. Iskador fue la primera que se movió.<br />
Se inclinó, puso la bolsa en el suelo, preparó el arco. Sacó un dardo, como los que Yuli había<br />
visto en el torneo, y le ató un hilo. Sin una palabra, Iskador avanzó hasta el saliente de roca,<br />
afirmó un pie en el borde, y alzó el arco; echó al mismo tiempo los brazos hacia atrás,<br />
tendiéndolo casi sin esfuerzo, y soltó la flecha.<br />
La flecha atravesó la luz cargada de espuma. Llegó al cenit por encima de un peñasco, rebotó<br />
contra la pared, y cayó a los pies de Iskador.—Brillante —dijo Usilk, palmeándole el hombro—.<br />
Y ahora ¿qué hacemos?.<br />
Por toda respuesta, Iskador ató una cuerda al extremo del hilo y volvió a disparar el dardo.<br />
Pronto la cuerda corrió sobre el saliente y la punta llegó a los pies de ella. En otra cuerda hizo<br />
un nudo corredizo, y también la envió por encima del saliente. Entonces pasó el extremo de la<br />
cuerda por el nudo, y la estiró.<br />
—¿Quieres ir primero, ya que eres el jefe? —le preguntó a Yuli, ofreciéndole la cuerda.<br />
El miró los ojos hundidos de ella, asombrado ante la sutileza de la artimaña y la economía de<br />
esa sutileza. No sólo le había dicho a Usilk que él no era el jefe, sino que además le decía a Yuli<br />
que demostrase que lo era. Yuli reflexionó, lo consideró acertado, tomó la soga, y se dispuso a<br />
aceptar el desafío.<br />
Era alarmante, pero no demasiado peligroso, pensó. Podía atravesar el abismo con un<br />
movimiento de péndulo, y luego, apoyando los pies en la roca vertical, trepar hasta la altura del<br />
saliente de donde caía la cascada. Por lo que podía ver, había suficiente espacio para trepar sin<br />
que el agua lo arrastrase. Qué harían luego, sólo podría saberlo cuando estuviese arriba.<br />
Ciertamente no mostraría miedo ante los dos prisioneros ni ante Iskador.<br />
Se dejó caer con demasiada prisa a través del abismo, con la mente distraída en parte por la<br />
muchacha. Golpeó torpemente contra la pared opuesta, el pie izquierdo le resbaló en las<br />
viscosas algas verdes, dio con el hombro contra la roca, giró entre la espuma, y soltó la cuerda.<br />
Al instante siguiente caía al abismo.<br />
Entre el rugido del agua llegó el grito único de los demás. Era la primera vez que habían hecho<br />
algo verdaderamente juntos.<br />
Yuli tocó una roca y se aferró a ella desesperado. Dobló las rodillas y afirmó los dedos de los<br />
pies.<br />
Había caído sólo unos dos metros, sobre un saliente rocoso de la pared, aunque el golpe lo había<br />
sacudido de pies a cabeza. El lugar era mínimo, pero suficiente. Jadeando, se acurrucó en una<br />
incómoda postura, con el mentón casi a la altura de las botas, tratando de no moverse.<br />
Miró hacia abajo con ansiedad y vio una piedra azul, preguntándose si iba a morir. La imagen<br />
de la piedra no se hizo más nítida. Tuvo la impresión de que si se inclinaba sobre el abismo<br />
podría recogerla. Pero de repente entendió la verdad: no estaba viendo una piedra cercana, sino<br />
un objeto azul, muy abajo. El vértigo se apoderó de él y lo paralizó. Hijo de las llanuras, no<br />
tenía defensas, contra una experiencia semejante.<br />
Cerró los ojos, y permaneció aferrado a la roca. Sólo los gritos de Usilk, que parecían muy<br />
lejanos, le obligaron a mirar de nuevo.<br />
Muy lejos, abajo, había otro mundo. La fisura entre las rocas lo mostraba como una especie de<br />
telescopio. Yuli creía ver una escena pequeña y extrañamente iluminada dentro de una caverna<br />
enorme. Lo que había tomado por una piedra azul era un lago, o quizás un mar, porque sólo veía<br />
un fragmento de algo cuyo verdadero tamaño no podía conocer. En la costa del lago, había unos<br />
granos de arena, que quizá eran edificios de alguna especie. Se quedó ensimismado, mirando<br />
insensatamente hacia abajo.<br />
Algo lo rozó. No podía moverse. Alguien le hablaba, y le apretaba los brazos. Se incorporó sin<br />
fuerzas y se sentó apoyando la espalda contra las rocas, y se abrazó a los hombros de su<br />
salvador. Una cara contusa, con la nariz y una mejilla lastimadas y un ojo cerrado negro y verde,<br />
apareció ante él.<br />
—Sostente con fuerza. Subimos.<br />
Se apretó contra Usilk, que subió lentamente y por fin consiguió izarlo por encima del saliente<br />
rocoso de donde caía la cascada. Usilk se echó en el suelo cuan largo era, jadeando y gimiendo.