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aguardaban en las sombras.<br />
—Te queda bien la ropa blanca y negra, Usilk —comentó sarcásticamente Yuli, refiriéndose al<br />
atuendo sacerdotal que vestían ambos prisioneros. Porque Usilk se había acercado vivamente a<br />
abrazar a Iskador. Ella, quizá disgustada por su rostro lastimado, lo mantuvo a distancia y le<br />
tomó afectuosamente las manos.<br />
Aun disfrazado, el Marcado parecía un prisionero. Era alto y delgado, e inclinaba los hombros<br />
como una persona que ha pasado demasiado tiempo en una celda pequeña. Tenía las grandes<br />
manos cubiertas de cicatrices. Los ojos, al menos durante ese encuentro, eran huidizos;<br />
apartándose de la mirada de Yuli, le echaba una rápida ojeada cuando Yuli parecía distraído.<br />
Yuli le preguntó si estaba preparado para un difícil viaje, y el hombre asintió, gruñó y se ajustó<br />
la bolsa que llevaba al hombro.<br />
No era un buen comienzo para la aventura, y por un instante Yuli lamentó la decisión que había<br />
tornado. Era mucho lo que dejaba para unirse a dos tipos corno Usilk y el Marcado. Entendió<br />
que era necesario que afirmase en seguida su autoridad, o habría problemas.<br />
Evidentemente, Usilk tenía la misma idea.<br />
Se adelantó con su carga y dijo: —Llegas tarde, monje. Pensábamos que te habías arrepentido.<br />
Y que todo era una trampa.<br />
—¿Crees que tú y tu compañero podréis soportar un duro viaje? Pareces enfermo.<br />
—Será mejor que nos movamos, en lugar de hablar—respondió Usilk, cuadrando los hombros y<br />
metiéndose entre Iskador y Yuli.<br />
—Yo mando, vosotros ayudáis —dijo Yuli—. Si esto queda claro, todos nos llevaremos bien.<br />
—¿Qué te hace pensar que mandarás tú, monje? —dijo Usilk desdeñosamente, mientras miraba<br />
a sus amigos, pidiéndoles apoyo. Con un ojo semicerrado, parecía a la vez taimado y<br />
amenazante. Volvía a mostrarse terco ahora que quizá era posible escapar.<br />
—Ésta es la respuesta —dijo Yuli, moviendo el puño derecho en una dura curva que se hundió<br />
en el estómago de Usilk.<br />
Usilk se dobló, gruñendo y jurando.<br />
—Maldito eddre...<br />
—Enderézate, Usilk, y vámonos antes que descubran nuestra ausencia.<br />
No hubo más discusión. Lo siguieron obedientemente. Las débiles luces de Guiño<br />
desaparecieron tras ellos. Pero las puntas de los dedos de Yuli corrían por el relieve mural que le<br />
servía de vista: complicadas series de abalorios y cadenas de conchas diminutas, que se<br />
sucedían como una melodía tocada en el corno, mientras ellos entraban en el silencio enorme de<br />
la montaña.<br />
Los otros no compartían el secreto sacerdotal de Yuli, y necesitaban luz para avanzar. Le<br />
pidieron que anduviera más lentamente, o que les permitiera encender una lámpara; Yuli se<br />
negó a ambas cosas. Aprovechó la oportunidad para tomar la mano de Iskador, lo que ella<br />
aceptó de buena gana, y avanzó disfrutando del contacto de la piel de ella. Los otros dos se<br />
contentaron con ir agarrados al vestido de Iskador.<br />
Después de un tiempo, el corredor se bifurcó, los muros se hicieron más ásperos, y la trama<br />
repetida del mural desapareció. Habían llegado a los límites de Pannoval, y estaban solos.<br />
Descansaron. Mientras los demás hablaban, Yuli pensó en el plano que el padre Sifans había<br />
dibujado. Lamentaba no haber abrazado al anciano ni haberle deseado buena suerte.<br />
Creo, padre, que me comprendías, a pesar de tus extrañas maneras. Sabes qué clase de arcilla<br />
soy. Sabes que aspiro al bien, pero que no puedo elevarme de mi propia y oscura naturaleza.<br />
Sin embargo, no me has traicionado. Y yo tampoco te clavé el cuchillo, ¿verdad?... Has de<br />
tratar de mejorarte, Yuli, eres un sacerdote, al fin y al cabo... ¿Lo soy? Quizá, cuando salgamos<br />
de aquí, si salimos. Y además, esta muchacha maravillosa... No, no soy un sacerdote, padre;<br />
bendito seas, nunca lo seré, pero lo intenté y tú me ayudaste. Que la suerte te acompañe...<br />
siempre...<br />
—Arriba —dijo, poniéndose de pie y ayudando a la muchacha a incorporarse. Iskador le apoyó<br />
suavemente una mano en el hombro, en la oscuridad. Y no se quejó por la fatiga, como hicieron<br />
Usilk y el Marcado.