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—Descansaba un poco. Estaba en Guiño cuando se derrumbó la bóveda. Qué desastre. Por<br />
fortuna, no corría peligro, pero una piedra me golpeó en la pierna. No puedes escapar por la<br />
puerta norte. La guardia la ha cerrado, declarando el estado de emergencia, por si nuestros<br />
ciudadanos tienen algún mal pensamiento.<br />
—¿Nos denunciarás, padre? —Desde los días remotos de la adolescencia guardaba una<br />
posesión: el cuchillo de hueso que su madre había tallado para él cuando estaba<br />
sana. Metió la mano debajo de las vestiduras y aferró el cuchillo mientras hacía la pregunta.<br />
Sifans olisqueó el aire.<br />
—Como tú, haré algo poco inteligente. Te indicaré la mejor ruta para salir de la ciudad. Y<br />
también te diré que no lleves contigo a este hombre. Déjalo aquí. Yo me ocuparé de él. Morirá<br />
pronto.<br />
—No, padre, es fuerte. Se recuperará con rapidez cuando la idea de la libertad crezca de veras<br />
en él. Lo ha pasado muy mal. ¿No es cierto, Usilk?<br />
El prisionero los miró por encima de una mejilla amoratada e hinchada que casi le ocultaba un<br />
ojo.<br />
—También es verdad que es tu enemigo, y que no dejará de serlo. Cuídate de él. Déjalo<br />
conmigo.<br />
—Si es mi enemigo es por mi culpa. Haré las paces, y me perdonará cuando estemos a salvo.<br />
—Algunos hombres nunca perdonan —dijo el padre Sifans.<br />
Mientras los otros dos se miraban, Usilk logró erguirse con torpeza y apoyó la frente contra el<br />
muro.<br />
—Creo que no puedo pedírtelo, padre —dijo Yuli—. Por lo que sé, eres un Guardián. ¿Vendrás<br />
con nosotros al mundo exterior?<br />
Los ojos parpadearon rápidamente.<br />
—Antes de mi iniciación, sentí que no podía servir a Akha e intenté escapar de Pannoval. Pero<br />
me sorprendieron, porque he sido siempre dócil, y no un salvaje como tú.<br />
—Jamás has olvidado mis orígenes.<br />
—Yo envidiaba el salvajismo. Todavía lo envidio. Pero fracasé. Mi naturaleza se opuso a mis<br />
deseos. Cayeron sobre mí, y acerca de cómo me trataron... sólo te diré que tampoco yo puedo<br />
perdonar. Eso fue hace mucho. Desde entonces ascendí en la jerarquía.<br />
—Ven con nosotros.<br />
—Me quedaré aquí, cuidando mi pierna lastimada. Siempre tengo excusas, Yuli.<br />
Recogiendo una piedra del suelo, el padre Sifans dibujó en la pared el camino de la huida.<br />
—Es un largo viaje. Tendrás que pasar por debajo de las Montañas de Quzint. No irás hacia el<br />
norte, sino hacia el sur, de temperatura más clemente. Buena suerte, y éxito. —Escupiendo en la<br />
mano, borró las marcas de la pared y arrojó la piedra a un rincón.<br />
Yuli no encontró nada que decir; se acercó y rodeó con los brazos al anciano, apretándole los<br />
codos delgados contra el cuerpo.<br />
—Nos marchamos ahora mismo. Adiós.<br />
Usilk dijo, hablando con dificultad: —Tienes que matar a este hombre, sin demora. De lo<br />
contrario, dará la alarma apenas hayamos salido.<br />
—Lo conozco y confío en él.<br />
—Es una trampa.<br />
—Tú y tus malditas trampas, Usilk. No tocarás al padre Sifans. —Yuli dijo esto con cierta<br />
agitación, extendiendo un brazo para retener a Usilk que se había adelantado hacia el viejo<br />
sacerdote. Usilk intentó empujarlo y lucharon un instante, hasta que Yuli lo apartó con toda la<br />
suavidad posible.<br />
—Vamos, Usilk; si puedes pelear, puedes andar. En marcha.<br />
—Espera. Ya veo que tendré que confiar en ti, monje. Prueba tu sinceridad liberando a mi<br />
camarada. Lo llaman el Marcado, trabajaba conmigo en el vivero de peces. Está en la celda 65.<br />
Y buscarás también a una persona de Vakk.<br />
Frotándose el mentón, Yuli respondió: —No estás en posición de dar órdenes. —Toda demora