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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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memorizadas para la ocasión.<br />

Las voces se elevaron ligeramente en la gran iglesia sombría, hueca como una cisterna.<br />

La oscuridad será nuestro vestido siempre; y al pecador obligaremos a cantar. Somos ahora<br />

sacerdotes, sacerdotes supremos, dorados ante la vieja mirada de Akha, armados con antiguos<br />

derechos.<br />

Había una vela solitaria entre la figura del cardenal sentado y los jóvenes. El anciano<br />

permaneció inmóvil durante toda la ceremonia; quizá dormía. La brisa inclinaba hacia él la<br />

llama. En el fondo estaban los tres maestros que habían instruido a los jóvenes en el camino al<br />

sacerdocio. Yuli veía apenas a Sifans, que alzaba la nariz como un roedor satisfecho, asintiendo<br />

ante el canto. No había milicianos ni phagors.<br />

Al final de la ceremonia, la vieja figura vestida de blanco y negro y adornada con cadenas de<br />

oro se incorporó, puso las manos encima de la cabeza de Yuli y entonó una plegaria por los<br />

iniciados:<br />

—... y haz que penetremos cada vez más profundamente, oh antiguo Akha, en las cavernas de tu<br />

pensamiento, hasta que descubramos dentro de nosotros mismos los secretos de ese océano sin<br />

límites ni dimensiones que el mundo llama vida, pero que según sabemos unos pocos<br />

privilegiados, es todo lo que hay más allá de la vida<br />

y de la muerte...<br />

Se oyó entonces el corno, y la música inundó Lathorn y el corazón de Yuli.<br />

Al día siguiente le encomendaron el primer trabajo: instalarse entre los prisioneros de Pannoval,<br />

y escuchar sus problemas. Con los sacerdotes recientemente ordenados se seguía un<br />

procedimiento establecido. Primero en Castigo, y luego en Seguridad, antes de que se les<br />

permitiera trabajar entre la gente común. Durante este proceso de endurecimiento, se les<br />

fortificaba alejándolos de la gente que había contribuido a que se ordenasen.<br />

Castigo estaba llena de calor, ruido y teas ardientes. Había además guardias de la milicia, con<br />

sus phagors. La caverna era particularmente húmeda. La mayor parte del tiempo caía una fina<br />

llovizna. Cualquiera que levantara la vista podía ver las gotitas cayendo en una trayectoria<br />

torcida, movidas por el viento que soplaba de las estalactitas en lo alto.<br />

Los guardias usaban botas de pesadas suelas que resonaban sobre el pavimento. Los blancos<br />

phagors no llevaban ninguna indumentaria, confiando en su protección natural.<br />

La tarea del hermano Yuli consistía en compartir las horas de servicio con uno de los tres<br />

tenientes de la guardia, un hombre rudo llamado Dravog, que caminaba corno si estuviera<br />

aplastando escarabajos, y hablaba como si los estuviera masticando. Constantemente se<br />

golpeaba las polainas con la vara, en un irritante tamborileo. Todo lo que se hacía con los<br />

prisioneros era a golpes. Unos gongs regulaban los movimientos, y cualquier tardanza se<br />

castigaba con la vara. El estrépito era continuo. Los prisioneros se apiñaban corno un sombrío<br />

rebaño. Yuli tenía que admitir la violencia y en ocasiones remendar a las víctimas.<br />

Pronto empezó a rechazar la descuidada brutalidad de Dravog; la permanente hostilidad de los<br />

prisioneros le atacaba los nervios. Los días pasados con el padre Sifans habían sido felices,<br />

aunque no siempre lo había apreciado. En este nuevo y duro ambiente echaba de menos la densa<br />

oscuridad; el silencio, la piedad, e incluso al mismo Sifans, a la vez amistoso y prudente. La<br />

amistad no era cosa que Dravog pudiera reconocer.<br />

En un sector de Castigo había una caverna llamada Guiño. Allí unos grupos de prisioneros se<br />

ocupaban en demoler la pared posterior para ampliar el espacio. La tarea era infinita.<br />

—Son esclavos, y tienes que golpearlos para que trabajen —decía Dravog. Durante un momento<br />

Yuli tuvo una visión poco grata de la historia: seguramente, gran parte de Pannoval había sido<br />

creada de ese modo.<br />

Los escombros de la excavación eran transportados en unas burdas carretillas de madera, que<br />

necesitaban, para moverse, el esfuerzo de dos hombres, y que se llevaban a un lugar del<br />

Santuario donde el Vakk corría muy por debajo del suelo y donde había una fosa profunda.<br />

En Guiño había una granja atendida por los prisioneros. Se cultivaba allí centeno noctífero para<br />

hacer el pan, y un torrente que manaba de la roca alimentaba un vivero de peces. Todos los días<br />

se sacaba cierta cantidad de peces grandes. Los peces enfermos se arrojaban a un lugar de la<br />

costa donde crecían enormes hongos comestibles. Un olor acre asaltaba a todo aquel que entrara

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