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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Observó con cierta diversión a Yuli que miraba boquiabierto.<br />

Qué tonto era, pensó. Tendría que haber reconocido Vakk sin preguntar como un salvaje. Podía<br />

ver a la distancia el arco que conducía a Reck, frágil como el hielo. Más cerca reconoció la calle<br />

donde había vivido, y el hogar de Kyale y Tusca. Los recordó, y también a la hermosa Iskador,<br />

de pelo negro, con nostalgia; pero de nada valía lamentar un mundo perdido. Kyale y Tusca lo<br />

habrían olvidado, como él a ellos. Lo que más le sorprendió fue ver qué brillante parecía Vakk,<br />

un lugar que él recordaba como profundamente sombrío y sin color. La diferencia mostraba<br />

cuánto habían mejorado sus ojos desde que estaba en el Santuario.<br />

—Me preguntabas quiénes eran los Guardianes, ¿recuerdas? —dijo el padre Sifans—.<br />

Preguntabas si los veíamos. He aquí mi respuesta. —Señaló el mundo, abajo. — La gente no<br />

nos ve. Aun mirando hacia arriba no pueden vemos. Somos superiores. Y así también son<br />

superiores los Guardianes a los sacerdotes corrientes. Dentro de nuestra fortaleza hay una<br />

fortaleza secreta.<br />

—Ayúdame, padre Sifans. Esa fortaleza secreta... ¿es amistosa? El secreto es a veces hostil.<br />

El padre Sifans parpadeó.<br />

—La pregunta correcta sería: «Esa fortaleza secreta, ¿es necesaria para nuestra supervivencia?»<br />

Y la respuesta es sí, por alto que sea el costo. Quizá te parezca raro que yo lo diga. Yo sigo en<br />

todo, menos en esto, el camino del medio. Pero se necesitan extremos para afrontar los riesgos<br />

extremos de la vida, contra los que Akha intenta ampararnos.<br />

"Los Guardianes guardan la Verdad. Según las escrituras, nuestro mundo ha sido liberado del<br />

fuego de Wutra. Hace muchas generaciones, los habitantes de Pannoval osaron desafiar al gran<br />

Akha y se marcharon a vivir fuera de la montaña sagrada. Las ciudades como esa que ves abajo<br />

eran construidas bajo el cielo desnudo. Y entonces el fuego derramado por Wutra y sus cohortes<br />

cayó sobre nosotros, castigándonos. Unos pocos sobrevivientes lograron regresar aquí, a nuestro<br />

hogar natural.<br />

"No son meras escrituras, Yuli. Olvida la blasfemia implícita en ese «meras». Tendría que decir<br />

que son verdaderas escrituras. Es nuestra historia. Los Guardianes, en su fortaleza secreta,<br />

conservan esa historia y otras cosas que han sobrevivido a la época de cielos abiertos. Creo que<br />

ven con claridad lo que nosotros vemos oscuramente.<br />

—¿Por qué no se nos considera dignos de saber esas cosas?<br />

—Basta que las conozcamos como escrituras, como parábolas. Yo creo que nos privan del<br />

conocimiento, primero, porque quien tiene el poder siempre escatima el conocimiento, puesto<br />

que el conocimiento es poder; y segundo, porque temen que armados con ese conocimiento,<br />

intentemos regresar otra vez al mundo de cielos abiertos cuando el gran Akha despeje las<br />

nieves.<br />

Yuli pensaba con rapidez. La franqueza del padre Sifans le sorprendía. Si el conocimiento era<br />

poder, ¿en qué se apoyaba la fe? Pensó que quizá lo estaba poniendo a prueba, y advirtió que el<br />

sacerdote aguardaba con gran interés a que él hablase. Y optó por lo más seguro, mencionando<br />

de nuevo el nombre de Akha.<br />

—Sin duda, si Akha despeja las nieves, querrá que regresemos al mundo del cielo. No es natural<br />

que los hombres y las mujeres vivan y mueran en la oscuridad.<br />

El padre Sifans suspiró.<br />

—Lo dices tú, que has nacido bajo el cielo abierto.<br />

—Y también allí espero morir —dijo Yuli, con un fervor que a él mismo le sorprendió. Temió<br />

que esa respuesta no premeditada provocara la ira del maestro; pero el anciano le puso una<br />

mano enguantada en el hombro.<br />

—Todos tenemos deseos contradictorios... —Parecía que Sifans luchaba consigo mismo, sin<br />

saber si hablar o callar; al fin dijo serenamente: —Ven, regresaremos. Tú guiarás. Estás leyendo<br />

muy bien los muros.<br />

Cerró el postigo. Se miraron mientras la noche se apresuraba a volver. Y luego echaron a andar<br />

por la oscura galería.<br />

La iniciación de Yuli como sacerdote fue un gran acontecimiento. Ayunó durante cuatro días y<br />

se presentó, algo aturdido, ante el cardenal de Lathorn. Estaba acompañado por otros tres<br />

jóvenes, que también hacían los votos, y que como él tenían que cantar durante dos horas, de<br />

pie, vestidos con las rígidas túnicas ceremoniales, y sin acompañamiento musical, las liturgias

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