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aldiss, brian w - heliconia primavera.pdf

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Yuli insistió. La voz del sacerdote bajó todavía más, hasta casi perderse bajo el rumor del agua<br />

que goteaba cerca.<br />

—Sí, guerreros místicos, que abandonan los placeres de la carne y obtienen en cambio<br />

misteriosos poderes...<br />

—Eso es lo que pedía Naab, y por eso lo han matado.<br />

—Ejecutado después de juicio. Las órdenes superiores prefieren que nosotros, las órdenes<br />

administrativas, nos quedemos como estamos. Pero ellos... ellos se comunican con los muertos...<br />

Si fueras uno de ellos, podrías hablar con tu padre después de muerto.<br />

En la oscuridad, Yuli tartamudeó sorprendido.<br />

—Hay muchas capacidades humanas y divinas que se pueden aprender, hijo mío. Yo mismo,<br />

cuando mi padre murió, caí en el ayuno por la pena, y después de muchos días lo vi claramente,<br />

suspendido en la tierra de Akha como si fuera otro elemento, con las manos sobre los oídos,<br />

como si oyera un sonido que le disgustaba. La muerte no es un fin, sino nuestra extensión en<br />

Akha... Sin duda recuerdas la lección, hijo mío.<br />

—Todavía estoy enojado con mi padre. Quizá sea ésa la causa de mi dificultad. En definitiva, él<br />

fue débil. Yo deseo ser fuerte. ¿Qué son... esos guerreros místicos de que hablas, padre?<br />

—Si no crees en mis palabras, como parece, es inútil que te diga nada más. —En la voz había<br />

un tono de petulancia cuidadosamente calculado.<br />

—Lo siento, padre. Soy un salvaje, como tú dices... Tú crees que los sacerdotes deberían<br />

reformarse, como clamaba Naab, ¿no es cierto?<br />

—Yo sigo un camino del medio. —Sifans se inclinó hacia adelante, tenso, parpadeando como si<br />

hubiera algo que agregar, y Yuli oyó el movimiento de los párpados secos. — Muchos cismas<br />

dividen el Santuario, Yuli, como verás si te ordenas. Las cosas son más difíciles que cuando yo<br />

era niño. A veces pienso...<br />

Las gotas de agua seguían cayendo plaf-plaf-plaf y alguien tosió a la distancia.<br />

—¿Qué, padre?<br />

—Oh... Ya tienes suficientes ideas heréticas, sin que yo te instile otras nuevas. No sé por qué te<br />

he hablado. Por hoy hemos terminado las lecciones, hijo.<br />

Hablando no con Sifans, a quien le agradaba discurrir mediante equívocos, sino con los demás<br />

novicios, Yuli aprendió gradualmente algunas cosas acerca de las estructuras de poder que<br />

mantenían unida a la comunidad de Pannoval. La administración estaba en manos de los<br />

sacerdotes, que operaban junto con la milicia, reforzándose mutuamente. No había un juez<br />

definitivo, ni un jefe en el sentido de los jefes de las tribus del desierto. Detrás de cada orden<br />

había otra, y así hasta la oscuridad metafísica, en confusas jerarquías, sin que ninguna al fin<br />

tuviera poder sobre todas las demás.<br />

Algunas órdenes, decían los rumores, vivían en la cadena montañosa, pero en cavernas<br />

distantes. En el Santuario las costumbres eran relajadas. Los sacerdotes podían servir como<br />

soldados y viceversa. Las mujeres entraban y salían libremente entre ellos. Más allá de las<br />

plegarias y de las lecciones había confusión. Akha estaba en otra parte. En alguna otra parte<br />

había más fe.<br />

En algún punto de la larga cadena del poder, pensaba Yuli, moraba la orden de guerreros<br />

místicos que podían comunicarse con los muertos y llevar a cabo otras sorprendentes hazañas.<br />

Los rumores, casi tan imperceptibles como el sonido del agua que gotea por la superficie de un<br />

muro, hablaban de una orden que estaba en todas partes y por encima de los habitantes del<br />

Santuario, y cuyos miembros se llamaban —si se los mencionaba alguna vez— los Guardianes.<br />

Los Guardianes, según el rumor, eran una secta de hombres cuidadosamente elegidos.<br />

Combinaban las funciones de soldados y sacerdotes. Lo que guardaban era el conocimiento.<br />

Sabían cosas ignoradas incluso en el Santuario, y eso les daba poder. Al conservar el pasado,<br />

aspiraban a ser dueños del futuro.<br />

—¿Quiénes son los Guardianes? ¿Podemos verlos y tocarlos?—preguntó Yuli. El misterio lo<br />

excitaba, y apenas oyó hablar de ellos, deseó fervientemente pertenecer a aquella misteriosa<br />

secta.<br />

Estaba hablando con el padre Sifans, casi al término del curso. El paso del tiempo lo había<br />

madurado. Ya no lloraba la muerte de sus padres; el Santuario le mantenía la mente ocupada.

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