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dorada, chillando en olonets sacerdotal: —Que se cumpla, que se cumpla, que se cumpla... Oh,<br />
Gran Akha, dios guerrero, ¡ven! —sonó una campana.<br />
Una segunda columna de brillante luz blanca solidificó la noche circundante. Detrás del<br />
prisionero, los phagors y los soldados apareció Akha, subiendo junto con la luz. Akha. Un<br />
murmullo de expectación corrió por la muchedumbre. Era una escena espectral. La milicia y las<br />
grandes bestias blancas parecían casi transparentes; Akha marmóreo en el pilar de luz; todo<br />
como incrustado en obsidiana. En esa representación, la cabeza semihumana del dios estaba<br />
inclinada hacia adelante, la boca abierta, los ojos tan ciegos como siempre.<br />
—Toma esta vida insatisfactoria, oh gran Akha, y úsala para tu propia satisfacción.<br />
Los funcionarios se adelantaron. Uno hizo girar una manivela a un lado del marco que sostenía<br />
al prisionero. El marco crujió. El prisionero gimió una vez, mientras el cuerpo se le doblaba<br />
hacia atrás.<br />
Dos capitanes se acercaron, trayendo un phagor. Los grandes cuernos aserrados de la bestia<br />
estaban recubiertos de plata y se elevaban casi hasta las cejas de los hombres. El phagor se<br />
sostenía en la postura típica, habitual, con la cabeza echada hacia adelante; y el largo pelaje<br />
blanco se le estremecía en la corriente de aire que pasaba por el Estado.<br />
Nuevamente sonaron gongs, tambores y vrachs, ahogando la voz de Naab, y el prolongado<br />
canto de un cuerno se alzó sobre los demás instrumentos. Luego todo se interrumpió.<br />
El cuerpo estaba doblado, con los pies y las piernas ocultos, y la cabeza hacia atrás, exponiendo<br />
el cuello y el tórax, pálidos y brillantes al pie de la columna de luz.<br />
—Toma, oh gran Akha, toma lo que ya es tuyo. ¡Llévatelo!<br />
Al grito del sacerdote, el phagor dio un paso y se inclinó. Abrió la boca y puso los dientes a los<br />
lados de la garganta de Naab. Mordió. Se irguió sosteniendo en la boca un gran trozo de carne, y<br />
regresó a su puesto entre los dos soldados, masticando tranquilamente. El pelaje del pecho se le<br />
había manchado de rojo. La columna de<br />
luz se apagó. Akha desapareció y retornó a su nutritiva oscuridad. Muchos novicios se<br />
desvanecieron.<br />
Mientras salían del Estado, Yuli preguntó: —¿Por qué utilizan esos seres diabólicos? Los<br />
phagors son enemigos de los hombres. Habría que matarlos a todos.<br />
—Son criaturas de Wutra, como su color indica. Los mantenemos para no olvidar al enemigo —<br />
le replicó el sacerdote.<br />
—¿Y qué ocurrirá con el... el cuerpo de Naab?<br />
—Se aprovechará. Todas las partes son utilizables. Los huesos se usarán como combustible,<br />
quizá en los hornos de los alfareros. Realmente no lo sé. Prefiero mantenerme alejado de los<br />
aspectos administrativos.<br />
Yuli no se atrevió a decir nada más al padre Sifans, al advertir que el sacerdote hablaba con tono<br />
disgustado. Pero se dijo varias veces, para sus adentros: «Esas bestias malignas... Akha no<br />
tendría que utilizarlas. » Pero en el Santuario había phagors en todas partes: seguían<br />
pacientemente a la milicia, mirando aquí y allá con ojos que brillaban en la oscuridad debajo de<br />
la frente protuberante.<br />
Un día Yuli le contó a Sifans cómo su padre había muerto en las tierras salvajes a manos de los<br />
phagors.<br />
—Pero no sabes si lo han matado. Los phagors no siempre son completamente perversos. A<br />
veces Akha consigue dominarlos.<br />
—Estoy seguro de que ha muerto. Pero no hay modo de saberlo con certeza, ¿verdad?<br />
Yuli oyó que el padre Sifans se mordía los labios, titubeando. Luego el viejo sacerdote se acercó<br />
a Yuli en la oscuridad.<br />
—Hay una forma de saberlo, hijo mío.<br />
—Oh, sí: montar una gran expedición hacia el norte de Pannoval...<br />
—No, no. Hay modos diferentes... más sutiles. Un día comprenderás mejor las complejidades de<br />
Pannoval. O quizá no. Porque hay órdenes sacerdotales muy distintas, que no conoces, como los<br />
guerreros místicos. Quizá sea mejor que no continúe.